miércoles, noviembre 15, 2006

EL GATOPARDO de Luchino Visconti

Dirección: Luchino Visconti
País: Italia / Francia
Año: 1962
Duración: 185 min.
Intérpretes: Burt Lancaster (Don Fabrizio Salina), Claudia Cardinale (Angelica Sedara), Alain Delon (Adolfo Tancredi), Romolo Valli (Padre Pirrone), Lucilla Morlacchi (Concetta Salina).

Distribuida en España por Filmax

Ganadora de la Palma de oro en el Festival de Cannes.

Adaptación de una novela escrita por Giuseppe Tomasi di Lampedusa (1896-1957), fue publicada póstumamente, y es considerada una de las mejores adaptaciones al cine a partir de una novela.

Luchino Visconti siempre ha sido considerado como un gran retratista de la lucha de clases, y este interés por mostrarnos los distintos estratos de la sociedad, se vio plasmado sobretodo en dos películas con carácter de obra maestra, mostrándonos la decadencia de la sociedad desde distintos puntos de vista, por una parte tenemos Rocco y sus hermanos (1960), balanceada más hacia el dramatismo, ofrece un punto de vista más desde el lado de las clases sociales más bajas, la clase obrera, y la consiguiente pérdida de las raíces al tener que emigrar para poder sobrevivir, y donde su principal aspiración radica en conseguir escalar socialmente partiendo de la vertiente mas baja de la sociedad. El otro retrato viene dado de su otra gran obra maestra, El gatopardo (1963), en este caso la perspectiva de esa lucha de clases se nos muestra desde el lado privilegiado, un lado representado por la aristocracia, la vieja nobleza que tiene que intentar sobrevivir a ese ascenso lento pero imparable de la nueva burguesía, esos nuevos ricos que han conseguido enriquecerse poco a poco, pero faltos de títulos nobiliarios que les den prestigio, creando esto una situación donde la obligada adaptación por la que tiene que pasar esta clase privilegiada pasa a ser su mayor preocupación, podríamos considerarlo como un cambio lo menos doloroso posible en plena transición de clases, siempre hacia un estado de conveniencia necesario sin que repercuta en la pérdida de privilegios, tanto económicos como nobiliarios.

El gatopardo, esta localizada en una Italia que está pasando por un periodo crucial de unificación de la nación, donde el general Garibaldi defensor de la tricolor, acaba por tomar la ciudad de Palermo. Tanto la aristocracia, como el clero se sienten amenazados por el auge que está experimentando la nueva burguesía, y donde un príncipe siciliano, Fabrizio Salina encarnado por el actor Burt Lancaster, decide favorecer la ascensión en la escala social de su sobrino Adolfo, una vez éste vuelva de su aventura al lado del ejercito de Garibaldi. Y lo consigue permitiendo que éste se comprometa con la hija de un próspero terrateniente con ansias de títulos nobiliarios aportando una gran cantidad de dinero a dicha unión, dinero necesario para las amplias ambiciones de poder de su sobrino, pero teniendo en cuenta que todo esto es contrario a los sentimientos de su propia hija enamorada del apuesto sobrino.



De todas formas, y apartándonos de todo lo referente a los hechos históricos o a los propios entresijos que se van formando alrededor de una clase social beneficiada de casi todo, es en el personaje del príncipe donde se ve el verdadero reflejo que se pretende transmitir en la historia, sobretodo en dos vertientes, por una parte con respecto al clero, reflejada en su relación con el padre Pirone, con quien llega a reflexionar a modo de falsa confesión, primero comparando las obligaciones terrenales de la aristocracia en contraposición de las espirituales en forma de promesa de inmortalidad dada por la iglesia, y segundo sobre la amenaza que sienten por la posible pérdida de privilegios, siendo curioso como ya aquí, el príncipe asiente con lo que él cree ya inevitable, no sucede nada en absoluto, simplemente solo una inevitable sustitución de clases. Es el capellán el que no dudará en mostrar su preocupación ante los hechos, sospechando una asociación entre liberales, aristócratas e incluso masones a expensas de la iglesia, con su correspondiente pérdida de poder, y que con el paso del tiempo piensa que acabará por volverse en contra también de la aristocracia, al ser ellos los siguientes.

Pero es el propio príncipe el que internamente, y a partir de sus vivencias y sensaciones, empieza a mostrar un cierto desencanto por la vida, una reflexión por los tiempos pasados y por venir, impregnando al personaje de un bucolismo reflejado perfectamente a través de una genial actuación por parte de un Burt Lancaster en estado de gracia, habiendo ya alcanzado una madurez como actor a la que sólo llegan los más grandes, todo ello mostrado perfectamente a través de su mirada, de sus reflexiones y comentarios hacia una vida llena de falsas promesas -incluso llega a afirmar que el amor es fuego y llamas en el primer año, y cenizas durante los siguiente treinta-, lo cual demuestra sin duda un cierto desencanto hacia una vida llena de falsedades e insatisfacciones -el mismo comenta que tiene siete hijos, pero nunca ha visto a su mujer desnuda, siendo hasta irónico al remarcar que sólo de tobillos hacia abajo-, y es en esta evolución como persona, donde se da cuenta de la falsedad de la vida y sus decepciones, que los años han pasado y el futuro viene cogido de la mano de la muerte, llegándose a preguntarse como será el momento cuando llegue, y planificando ya ese cambio generacional a partir de su propio sobrino, que no hijo, él es consciente de la influencia que ejerce hacia todos los demás y sin duda esta convencido de la importancia del cambio cuando dice, “Es necesario que todo cambie para que todo siga igual”.



Para terminar, solo quiero apuntar una última cosa, pues estando gran parte de la película llena de magníficos diálogos y de mejores silencios, el peso que tiene tanto el baile, como la música, sobretodo en la largísima parte final, marcando incluso el ritmo en el que se va desarrollando la historia, mostrándonos como Visconti despliega una extraordinaria puesta en escena, donde está cuidado hasta el más mínimo detalle, detalles que supongo por otra parte reflejaban una cierta meticulosidad de un director que con el paso del tiempo ha dejado sin duda un profunda huella en el cine.

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