viernes, noviembre 30, 2007

LIBERTY MEADOWS: una visita obligada

Esta reseña va dedicada a todos aquellos que, por alguna extraña razón, aún no han visitado nunca las entrañables páginas que forman los tomos que recopilan la no menos encantadora tira.

El autor.
Me estoy refiriendo a Liberty Meadows, tira periódica creada por Frank Cho, surcoreano nacido en Seúl en 1971 y emigrado junto a su familia a E.E.U.U. seis años después. Las aptitudes para el dibujo eran evidentes en aquel muchacho hipersensible a todo lo norteamericano, y tras decidir dedicarse a la narrativa gráfica en el instituto, en la universidad empieza a despuntar como joven promesa con su University 2, gamberras tiras cómicas publicadas en periódicos universitarios, donde aparecen prototipos en prueba de lo que luego serían los personajes de la tira que nos ocupa.

En la actualidad, Cho se encuentra inmerso en una relación laboral con Marvel Comics que ya dura varios años, para los que ha dibujado fill- ins para series como Marvel Knights: Spiderman o New Avengers, el tomo Shanna que también guioniza (esto es un decir, vista la simplicidad de la historia, mera escusa para dibujar grandes aficiones como son las chicas ligeras de ropa y monstruos prehistóricos), y el primer arco argumental de la serie Mighty Avengers, junto a Bendis, que viene a demostrar la incapacidad del dibujante para participar regularmente en un comic book mensual.

La tira.
En 1996, Cho obtiene la licenciatura en Enfermería por la Universidad de Maryland y firma un contrato para continuar University 2 con Creators Sindicate. Inc. Liberty Meadows es la continuación a esa obra. El 30 de marzo de 1997 comienza su publicación, y con ella el desfile de los variopintos protagonistas que pueblan la reserva de animales en la que se desarrollan las principales tramas y acciones.

Liberty Meadows es un lugar en el que animales con problemas psicológicos se rehabilitan para volver a la "normalidad". Durante los primeros años de la tira, las tramas, más o menos cortas en el tiempo, sirven para presentar las peculiaridades físicas y psíquicas tanto de animales tratados como de los humanos que los tratan. Poco a poco, Cho desarrolla historias más largas, como la famosa saga del incendio, o la del doble diabólico (por llamarlo de alguna manera).

Los personajes.

El grupo de animales que corretean por las viñetas es reducido pero imparable. Por un lado, tenemos la pareja enternecedora formada por el pato Truman y el perro de salchicha Oscar, encargados de levantar en el lector esa sonrisa cómplice con juegos de niños que, debido a su inocencia, en más de una ocasión sacan los colores a sus adultos veterinarios.

Otra pareja del mundo animal es la formada por el oso enano Ralph y la rana hipocondríaca Leslie. Esta combinación explosiva cumple las funciones de los adolescentes con ganas de juerga y de probar cosas nuevas a cada página que pasa, pero siempre fieles a sus tradiciones: las bromas, las aventuras, y sobre todo, las largas tardes sentados ante un buen montón de comida basura delante del televisor.

El cerdo machista Dean remata el reparto principal animal, y proporciona hilarantes situaciones gracias a su adicción a los cigarrillos o por su afición por cierto deporte de riesgo: ligar en la barra del bar con la primera chica curvilínea que pase por delante.

Frank, el inseguro veterinario residente de la reserva, permite ese punto de identificación con el lector, que al igual que él, sufre o sufrió los problemas que la timidez hacen pasar al enamorado de una bella mujer, en este caso la vital y despanpanante Brandy, la psicóloga del parque, y auténtico corazón de la serie.


Otros muchos personajes van pasando por la tira, como la vaca chiflada, el barman paranoide, la compañera de piso ligera de cascos, la madre metomentodo, el chapuzas torpón o el director obseso con la pesca.

A modo de crítica.
La lectura de los primeros tomos de la series proporciona un rato inolvidable, al presentar situaciones que si tal vez no sean terriblemente originales, sí lo es el tono en el que son tratadas, con alto nivel de autocrítica. Las referencias a la cultura pop o la Historia del Arte, las bromas dirigidas a otras tiras famosas o el uso del ingenio para mofarse de la censura, son puntos a favor de una serie que, por encima de todo, entra por los ojos. El dibujo de Cho resulta apabullante en su dominio de los diferentes registros que cubre la tira, la caricatura, la animación animal, las texturas, la anatomía humana, el ritmo, la composición, etc.

Pero sí es cierto que a lo largo de los tomos, se va apreciando de un agotamiento de la fórmula original, con chistes repetidos o situaciones demasiado parecidas. Para la gran mayoría de los lectores que conozco, esto, a pesar de molestar en cierta medida, no resulta un impedimento para disfrutar de una tira cuyos personajes ya han calado bien hondo en ellos

La edición en nuestro país.
En nuestro país es la colla de la pessigolla la encargada de editar los tomos recopilatorios, y son seis los publicados hasta la fecha. Esta editorial, que viene a ser una extensión de Dolmen Editorial, presenta en dichos tomos tanto las tiras diarias como las dominicales, publicadas en varios periódicos estadounidenses. El material aparecido abarca el período comprendido entre 1997 y 2001, quedando aún por editar al menos un tomo más, antes de que la serie pasara a ser publicada por el sello Image, en formato comic-book.

Ojalá sirviera este post para refrescar la memoria a lectores ocasionales de la obra, para crear interés en el neófito y para avivar ánimos a editores, pues un buen número de fans andamos bebiendo los vientos por leer más de esta serie fresca y amena de dibujo excepcional.

1 comentario:

Ximo dijo...

Siempre he tenido gran debilidad por estos animalitos superzumbaos que me han hecho pasar momentos divertidísimos con su lectura, aun sin tener el nivel de Mutts, Mafalda o Calvin and Hobbes. Mi favorito siempre ha sido Leslie.
Por cierto, un saludo a todos los TraZeros que andan pululando por el expocomic.