martes, diciembre 04, 2007

CRÍTICA: ASESINATOS VICTORIANOS de Rick Geary

Para qué negarlo, a todos nos ha gustado desde siempre ese halo de misterio que rodea a un asesinato, de saber quién ha sido el autor/es, de cómo se perpetró, qué razones habían detrás de él para ejecutarlo. Porque quitando lo macabro y repulsivo de un asesinato, sea cual sea, ¿quién negará haber “disfrutado” viendo una película, una serie, una novela, un cómic, donde el eje central de la trama giraba entorno a un asesinato? ¿Quién no estuvo enganchado a la pantalla cuando estaba viendo La soga de Alfred Hitchcock, o tieso, capítulo tras capitulo, siguiendo Twin Peaks, de David Lynch, o leyendo cualquiera de las novelas de Agatha Christie o degustando el From Hell de Alan Moore para saber quién estaba detrás de los asesinatos de Whitechapel... Y todos estos títulos por poner un ejemplo de los miles y miles que hay al alcance de todos, porque reconozcamos, ahora sí, que, dentro del género negro, la trama de descubrir “... y el asesino es...” nos ha dejado muchas veces en vilo y en vela, ya que el morbo y lo desconocido siempre estará presente en el género humano.

Y de esto nos intenta hablar, mostrándonoslo con pelos y señales, Rick Geary con el tomo que aquí nos reúne, Asesinatos Victorianos, magníficamente editado por la Editorial Rossell. De unos asesinatos que se produjeron en una época convulsa de la Historia, llena de grandes avances y descubrimientos, pero con momentos oscuros que siempre acompañarán un período que se le denomino “Época Victoriana” por lo longevo que fue el reinado de la monarca de la potencia mayor de la época: Inglaterra.

Este tomo está compuesto de la historia de una serie de asesinatos que se cometieron durante el siglo XIX, más un preámbulo introductorio que nos describe brevemente el contexto político-social donde se cometieron tales asesinatos, con el título de “Acontecimientos relevantes”, un fresco de la sociedad victoriana en tres divisiones: Estadistas, exploradores e innovadores; Literatura y Arte; y Asesinos y Asesinas.

El primero de los famosos asesinatos que nos cuenta Geary son los que perpetró un tal Jack el Destripador en el barrio de Whitechapel de la bulliciosa ciudad de Londres. Como ya he apuntado en el primer párrafo, recomendaría encarecidamente para quién no lo haya leído el From Hell de Alan Moore/Eddie Campbell, una de esas obras que en el momento que la leí me marcó, de esas pocas obras contadas con los dedos de la mano que te dejan huella, por lo bien escrita que estaba, por ese ambiente que tan fidedignamente supo reflejar, tanto el guionista como el dibujante, y por lo fantásticamente documentaba que estaba, con innumerables anotaciones que intentaban esclarecer los terribles hechos que ocurrieron en el barrio londinense. Por lo tanto, el listón estaba muy alto (por cierto, no me gustó nada la adaptación para el cine que se hizo de la obra de Moore/Campbell, más realizada pensando en el actor y no en lo que los autores nos contaron), y al enfrentarme a esta nueva obra sobre un tema ya tan manido como es el de Jack el Destripador, tenía miedo de que no estuviera a la altura. Pero, por suerte o por desgracia, no ocurrió tal cosa, y la lectura a la que ahora nos enfrentamos es diametralmente diferente a la de Moore, eso sí, pero que sabe dar otro enfoque o otra forma de narrarlo que también te deja un buen sabor de boca. Mientras que Moore, después de una exhausta documentación, hacía su propia interpretación de quién podía ser el asesino de Whitechapel, siendo muy subjetivo y involucrándose tremendamente en la trama, con diversas hipótesis, Geary, en cambio, nos hace un relato más bien objetivo, en primera persona, a modo de folletín informativo de la época, sobre lo que cariaconteció, como si efectivamente de un diario se tratará de alguien que estuvo viviendo y siguiendo de cerca los asesinatos del Destripador de Londres. A mí personalmente, a pesar de lo serio, objetivo y aséptico que puede ser este recurso narrativo empleado a la hora de contar un hecho historico, sin dejar nada al azar, me ha gustado, el dibujo nada realista más bien llevado a la caricaturarización de los personajes, con ausencia de sombreado, pero remarcando mucho las líneas y los trazos, y de los ambientes, por no decir del recurso del juego de luces y sombras para realzar los ambientes oscuros y nocturnos del contexto, más el detallismo usado en señalar los lugares, por no decir del detallismo empleado en la representación de los diversos escenarios fundamentales de la historia a modo de planos generales a vista de pájaro, eliminando obstáculos visuales que imposibilitaría la perfecta visualización de lo aquí explicado, y, uniendo a esto, los diferentes planos y mapas que salpican la narración, hacen que esta obra a modo de folletín noticiario de la época provoque, a mí como lector, que me enganche a su lectura, mera narradora de hechos y nada especuladora, y me introduzca en los diversos ambientes y escenas de los crímenes como si de un habitante del Londres victoriano de los bajos fondos fuera.

La segunda de las narraciones que nos propone Geary es el del misterioso asesinato de Mary Rogers, una estanquera que fue asesinada a mediados del siglo XIX en la populosa ciudad de Nueva York y que, incluso inspiró a Edgar A. Poe, para escribir un relato sobre el asesinato en cuestión.

En esta segunda historia plantea el autor una narración semejante en procedimiento a la anteriormente comentada. Un asesinato famoso de la época, de una chica muy querida por la alta sociedad neoyorquina, que movilizó conciencias y sentimientos encontrados, y donde se dejaron mucho aspectos por resolver. Nos encontramos aquí también una narración sumamente objetiva de lo que pudo suceder para que se produjera este único asesinato, y donde Geary, como ya vimos en los asesinatos londinenses, se documenta perfectamente sobre lo escrito en la época, pero sin plantearse él mismo una hipótesis de trabajo que esclarezca y resuelva el crimen, sólo planteándose durante la historia y al final de la misma una batería de preguntas que dejan multitud de cabos sueltos en el aire.

En cuanto a la ambientación, aquí el autor no intensifica el claroscurismo empleado en la primera historia, si no que, al desarrollarse los diferentes escenarios que componen el crimen en lugares no tan sórdidos y tétricos como los anteriores, utiliza un recurso que parece más “lumínico” para escenificarnos los diferentes lugares donde ocurrió el horrendo crimen.

En cambio, la tercera de las historias que se recogen en este volumen, sí que es diferente a las demás por el mero hecho de que aquí sí que se sabe quién fue el asesino del Presidente Abraham Lincoln, porque fue un asesinato que se produjo a plena luz del día y en lugar público como puede ser un teatro repleto de espectadores en plena representación teatral.

Y Geary continúa igualmente manteniendo el mismo estilo de narración al detalle de todos los pasos que el asesino recorrió para llegar a cabo la ejecución de un crimen que tanto iba a marcar el devenir de una nación recientemente salida de un fraticida Guerra Civil. Mapas, escenificaciones en perspectiva caballera de los lugares donde se iba a producir la conspiración del asesinato y del lugar del mismo, mapas de movimientos de los diferentes protagonistas implicados en la trama... Y todo siempre manteniendo ese dibujo tan propio de diario sensacionalista o no de la época narrando los diferentes asesinatos que conmovieron a los habitantes de una joven nación que llegaría ser poderosa.

Estos tres relatos son los primeros de una serie de ocho escritos de momento por el autor, publicados en EE.UU. por la Editorial NBM bajo el nombre de A treasury of Victorian Murder, y que, a buen seguro, los cinco restantes serán publicados en su momento por la Editorial Rossell: The borden tragedy, The fatal bullet, The beast of Chicago, The saga of the Bloody Benders y The case of Madeleine Smith.

Con estos relatos realmente saciamos nuestra sed escabrosa y chafardera de saber todo lo que se mueve alrededor de un crimen, sea famoso o no, de saber quién o quienes fueron sus ejecutores, o de intentar adivinar quién podría ser o qué enemigos tenían las victimas, de conocer sus vidas y qué les hizo llegar a los asesinos a esos extremos de venganza o necesidad vital para cometerlos, para luego convertirnos en jueces y verdugos y representarnos nuestra propia sentencia final.

Y para completar este post, podéis leer el artículo de Carlos Sala en el periódico La Razón (12/11/07), que en su momento posteó Mar de Entrecómics, y que también podéis ver en este enlace de la Editorial Rossell.

Un saludo cordial.

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