Si hay algo que suele marcar cierta diferencia en cualquier medio que se aprecie, sea cine, literatura, música, o como es en nuestro caso, en el cómic, es sin duda el ser capaz en distintas temáticas o estilos de crear obras realmente interesantes. Esto a mí personalmente, siempre ha hecho que valore aún más a ciertos genios, como pueden ser en el cine Stanley Kubrick o Howard Hawks, y en el comic Alan Moore, por citar algún ejemplo. Por otra parte, pese que a Larcenet aún le queda mucho para ser uno de los grandes, éste siempre asegura una cierta calidad, y cuando cayó este cómic en mis manos hace pocos días, pensaba que estaba ante una obra menor en su carrera. Pues bien, después de su lectura, sólo puedo decir que me ha sorprendido gratamente, y digo gratamente porque si bien no es una obra relevante, y tampoco lo pretende, su objetivo es hacernos pasar buenos momentos, sacarnos unas risas en cada página, y poder pasar un buen rato de entretenimiento.
Ésta es la historia de Manu Larsinet y su paciente novia María, a los cuales les pega el puntazo de alquilar durante un año una casa en el pueblo de Rabanillo, un pequeño pueblo situado no se sabe muy bien dónde, pero seguro que lejos de cualquier parte. Manu es un consumado urbanita, alérgico a los espacios abiertos y dependiente de todas las nuevas tecnologías, y por lo que parece, también de sus cajas de embalaje. Todo comienza con el traslado y adaptación a la nueva casa, y a partir de ahí, empezaremos a conocer las aventuras y desventuras de esta pareja, y de los rocambolescos habitantes del pueblo de Rabanillo. Manu comenzará a descubrir el entorno natural que le rodea, pero lo que más le gustará será fardar por teléfono, con sus amigos, de su experiencia en el campo. Descubrirá un orujo de graduación mortal, leyendas sobre fantasmas y leñadores muertos, sobrevivir a un invierno de aupa, o incluso intentará convertir a su acomodado gato en un consumado cazador, sin olvidar a la encantadora panadera, je, je.
Manu Larcenet firmando su obra en el stand de la Editorial Norma en el Salón del Cómic de Barcelona 2005
El cómic cumple con todo lo que se le pide a un cómic en tono de humor, humor eso sí muy particular, siendo contado con una naturalidad que ya quisieran la mayoría de guionistas actuales, consiguiendo que todos los personajes estén perfectamente definidos en pocos trazos, y desprendan una gran humanidad. Manu utiliza un trazo de aparencia sencilla, pero con los detalles necesarios para ponernos en situación. Si además tenemos en cuenta, que el formato apaisado con el que se ha editado le favorece muchísimo, estamos sin duda en un cómic al que no se le debería pasar a nadie –y que no me entere que alguien que haya leído este post y no lo tenga, no vaya a comprarlo inmediatamente-. Por mi parte, solo puedo decir que sentía una especie de sana envidia tal y como avanzaba en la lectura. Es más, después de su visita en el reciente salón de A Coruña, lo que sí puedo asegurar es que en este cómic, tiene cuerda para rato, y de la buena.
Visto como "pintas" el cómic de Larcenet, no me queda más remedio que comprármelo. Larcenet hace unos cómics que te dejan un buen sabor de boca, divertidos y cotidianos. Y, como muy bien dices, después de conocerlo en A Coruña, tiene en mí un ferviente admirador.
ResponderEliminarUna acertada decisión, si señor. Ademas, sabes tu muy bien que conocerlo fue bastante despelotante, je, je.
ResponderEliminarYa, ya... Por cierto, ¿por dónde andará esa famosa foto que tú ya sabes, digna de estar expuesta en las mejores pinacotecas?
ResponderEliminarVale, vale, yo pagare las birras el próximo día.
ResponderEliminarYo voto por que el resto podamos conocer esa "foto famosa". El público es asi de exigente.
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