Rosa Cuántica
Catherine Asaro
Disponible en dos ediciones:
La Factoría de Ideas. Tapa blanda, 18,14 euros.
Puzzle. Bolsillo, 9,95 euros.
Rosa Cuántica forma parte de una serie de novelas y relatos (de momento sin publicar en castellano) englobados en un universo dividido entre dos grandes facciones el MEI, Mando Espacial Imperial (del Imperio de Eskolia) y los MAT, Mundos Aliados de la Tierra.
En el planeta Balumil (con claras reminiscencias a los pueblos precolombinos), donde los conocimientos tecnológicos se han olvidado y nadie sabe ya cómo reparar un aparato eléctrico o la calefacción, existe un sistema seudo-feudal en el que los habitantes siguen ciegamente a sus gobernadores, a los que no eligen sino que el título les llega por razón de nacimiento.
En el planeta los seres vivos no humanos están formados por escamas (digo yo que los animales deben ser algo así como reptiles o peces); no hay caballos, pero como es una sociedad feudal y nos hace falta algo similar que pueda montarse, pues venga, vamos a poner unos ciervos. Queda poco imaginativo ¿no?, así que, a ver, ¿qué podemos pensar que sea rompedor…?, pues les ponemos seis patas en lugar de cuatro.
Kamoj, la joven protagonista es la gobernadora de la pobre provincia de Argali. Está prometida desde hace años con Jax, gobernador de otra región más rica. Sin embargo, la llegada de Havril, un príncipe misterioso y forrado de otro planeta, hace que la dirección de su vida cambie por completo.
Conforme se van leyendo páginas la cosa empieza a hacerse pesadita, porque el argumento recae casi exclusivamente en el enfrentamiento entre el novio despechado y el nuevo y misterioso recién llegado. Situada Kamoj entre los dos machos, no termina de dejar las cosas claras y la cuestión se va alargando hasta más de la mitad del libro, haciendo que la trama sea más propia de una novela romántica que de una de ciencia ficción.
El libro se convierte en una de esas lecturas que se tiene en tareas pendientes durante semanas y que no apetece retomar, se va leyendo a trompicones, más por terminarlo que por pensar que la cosa va a mejorar.
Porque, aunque se llegue a navegar en un crucero espacial y a cambiar de planeta, la historia no remonta, sino que remarca la idea de “chica mona que vive en un mundo olvidado que va descubriendo la civilización”, o sea que hay que explicárselo todo.
La segunda parte de la novela toma el camino del pacifismo a lo Gandhi, algo muy loable, pero que no hace sino aumentar los ya elevados niveles de aburrimiento.
Por no acertar no se acierta ni con los nombres de los personajes principales: Kamoj, Virl, y de muchos de los secundarios: Dylu, coronel Pacal, Del-Kurj, Antonyo o el uso continuo de los dos bandos por sus siglas MEI y MAT, generan confusión sobre quién es quién en la narración.
He de remontarme a bastantes años para recordar un libro más soporífero, poco creíble, plagado de incongruencias y con más romanticismo ñoño. Para terminar de arreglarlo, la autora nos “regala” con una despedida en la que, a modo de “amena” clase de física cuántica, nos da la explicación del por qué de los nombres dados a los títulos de cada capítulo.
Catherine Asaro
Disponible en dos ediciones:
La Factoría de Ideas. Tapa blanda, 18,14 euros.
Puzzle. Bolsillo, 9,95 euros.
Rosa Cuántica forma parte de una serie de novelas y relatos (de momento sin publicar en castellano) englobados en un universo dividido entre dos grandes facciones el MEI, Mando Espacial Imperial (del Imperio de Eskolia) y los MAT, Mundos Aliados de la Tierra.
En el planeta Balumil (con claras reminiscencias a los pueblos precolombinos), donde los conocimientos tecnológicos se han olvidado y nadie sabe ya cómo reparar un aparato eléctrico o la calefacción, existe un sistema seudo-feudal en el que los habitantes siguen ciegamente a sus gobernadores, a los que no eligen sino que el título les llega por razón de nacimiento.
En el planeta los seres vivos no humanos están formados por escamas (digo yo que los animales deben ser algo así como reptiles o peces); no hay caballos, pero como es una sociedad feudal y nos hace falta algo similar que pueda montarse, pues venga, vamos a poner unos ciervos. Queda poco imaginativo ¿no?, así que, a ver, ¿qué podemos pensar que sea rompedor…?, pues les ponemos seis patas en lugar de cuatro.
Kamoj, la joven protagonista es la gobernadora de la pobre provincia de Argali. Está prometida desde hace años con Jax, gobernador de otra región más rica. Sin embargo, la llegada de Havril, un príncipe misterioso y forrado de otro planeta, hace que la dirección de su vida cambie por completo.
Conforme se van leyendo páginas la cosa empieza a hacerse pesadita, porque el argumento recae casi exclusivamente en el enfrentamiento entre el novio despechado y el nuevo y misterioso recién llegado. Situada Kamoj entre los dos machos, no termina de dejar las cosas claras y la cuestión se va alargando hasta más de la mitad del libro, haciendo que la trama sea más propia de una novela romántica que de una de ciencia ficción.
El libro se convierte en una de esas lecturas que se tiene en tareas pendientes durante semanas y que no apetece retomar, se va leyendo a trompicones, más por terminarlo que por pensar que la cosa va a mejorar.
Porque, aunque se llegue a navegar en un crucero espacial y a cambiar de planeta, la historia no remonta, sino que remarca la idea de “chica mona que vive en un mundo olvidado que va descubriendo la civilización”, o sea que hay que explicárselo todo.
La segunda parte de la novela toma el camino del pacifismo a lo Gandhi, algo muy loable, pero que no hace sino aumentar los ya elevados niveles de aburrimiento.
Por no acertar no se acierta ni con los nombres de los personajes principales: Kamoj, Virl, y de muchos de los secundarios: Dylu, coronel Pacal, Del-Kurj, Antonyo o el uso continuo de los dos bandos por sus siglas MEI y MAT, generan confusión sobre quién es quién en la narración.
He de remontarme a bastantes años para recordar un libro más soporífero, poco creíble, plagado de incongruencias y con más romanticismo ñoño. Para terminar de arreglarlo, la autora nos “regala” con una despedida en la que, a modo de “amena” clase de física cuántica, nos da la explicación del por qué de los nombres dados a los títulos de cada capítulo.
Ésta es, por supuesto, mi particular opinión. Habrá otras muchas personas a la que le habrá gustado la novela, y algo le debieron de ver los miembros de la SWFA (Science Fiction Writers of America) que le otorgaron el premio Nebula en 2002 (por delante de autores como George R.R. Martin o Neil Gaiman), algo que yo no he encontrado en ningún momento.
Cuanto queda para ser papa de nuevo?.
ResponderEliminarRecien regresado de la Semana Negra de Gijón, veo que no paráis.
Si queréis algo negro, me lo comentáis.
Un saludo a todo el grupo.
José Andrés