La elección de un cómic para incorporarlo a nuestra colección sigue siempre un proceso similar: primero se revolotea a su alrededor, se ojea y se hojea y se devuelve a su estantería porque se piensa que quizás aún no ha llegado el momento. En la tienda de cómics ya empiezan a mirarte mal la tercera vez que te acercas sin comprar nada.
Hasta que llega ese día que, exultante de vitalidad, lo coges y lo llevas hasta la caja, dispuesta a no soltarlo nunca jamás.
Con Castle Waiting me ocurrió lo mismo: me moría de ganas de leerlo, pero no encontraba el momento oportuno, y eso, evidentemente, iba retrasando la adquisición de esta obra de Linda Medley, publicado por Norma Editorial, hasta que por fin este verano, después de tantas lecturas tristes y tantos hechos luctuosos que amenazaron mi integridad física y mental, decidí sencillamente que ya era hora de reírse un rato.
La lectura del primer volumen me recordó mi faceta de tía "cuentacuentos" después de treinta años no haberlos leído, cuando sólo recuerdas a los cuatro personajes principales que, dependiendo de los casos, llegas a confundir, metiéndolos en historias que no son las suyas, y que dejas de contar cuando los niños se han hecho lo suficientemente mayores para decirte "pero, ¿ése no era de otro cuento?".
Claro que Linda Medley, con ese dibujo de línea clara, esos personajes de rostros tan expresivos que parecen caricaturas de sí mismos y con esos fondos de prolijos detalles que describen un espacio y un tiempo que sólo existe en nuestra imaginación, va mucho más lejos en su dominio de los cuentos de hadas: lo que al principio parece La Bella Durmiente con guiños del Rumpelstiltskin, de los Hermanos Grimm, comienza a desdibujarse cuando, tras el beso del príncipe que viene a despertarla, la princesa decide abandonar su reino, dejando con un palmo de narices a los súbditos que quedan boquiabiertos tras despertar de cien años de sueño inducido.
¿Y qué ocurre en un cuento después del vivieron felices y comieron perdices? Pues nada, que empieza otro cuento tan largo como la vida misma, tan interesante y adictivo como un culebrón para la vena cotilla que todos llevamos dentro. Y es que con Castle Waiting me pasó lo que ya me había pasado antes con Monster o con 20th Century Boys, de Naoki Urasawa, que corrí rauda y veloz a comprar el segundo volumen y desesperé cuando acabé de leerlo porque sabía que aún tardaría en tener en mis manos el tercero.
Porque lo bueno de este cuento es que no nos cuenta qué ocurrió con la feliz durmiente después de comer perdices, sino qué pasó con su castillo, convertido en refugio de los variopintos personajes que han acudido a él para vivir, morir o nacer a salvo (Rackham, el senescal, Dinah Lucina, la cocinera y su hijo Simón, Iron Henry, el jardinero, la Hermana Paz, de la orden de las solícitas, un Grim de Iglesia que se llama Piedad, el Doctor Fell, ataviado a modo de "doctor de la peste" (qué gracia, Doctor Fell, como en el poema de Tom Brown o como el nombre adoptado por cierto psicópata asesino y caníbal en la novela Hannibal, de Thomas Harris), el Viejo del Río, o Ajedrez, el caballero jinete), y de cuyo antiguo esplendor aún perviven las damas de compañía Prudencia, Paciencia y Abundancia.
Claro que en un cuento de hadas uno puede permitirse cualquier licencia y como éste está ambientado en una época en la que todas las historias imaginables son posibles, uno puede encontrar fácilmente en la biblioteca del castillo a un fantasma, pero también un libro titulado "Oz" o "Cuentos de Hadas Clásicos Ilustrados". Y es que como en los cuentos todo es posible y nada se te hace extraño, hasta te parece normal ver juntos a humanos y a animales antropomorfos cuyas cualidades humanas no te dejan indiferente viviendo en un tiempo irreal que parece haberse detenido para siempre en una edad media imaginaria, mágica e imposible, plagada de seres fantásticos como hadas, demonios, leprechaun, Opinicus o enanos Martilleros, y en donde no hay ratas ni cucarachas, sino polterspiritus, lutines domésticos, duendes, brownies, tomtras, risken, hobgoblins, servan, follets, piskies, kobolds, o linchettos.
Lo bueno de Castle Waiting es que cada personaje tiene una historia que contar, un secreto que esconder, un motivo para vivir en el lugar seguro: desde Lady Jain Solander, que llegó hasta él tras abandonar a un marido que la maltrataba, a la terrible maldición que cayó sobre Henry, el del corazón enjaulado, que perdió a su hijo por culpa de un terrible encantamiento, pasando por la descarriada juventud del "picudo" Rackhman, que llegó al castillo con Camilla, su gallina de los huevos de oro, la intrigante y nada ortodoxa orden religiosa a que pertenece la hermana Paz o la trepidante vida del caballero Ajedrez.
Las adictas a las historias agradecemos las referencias a cuentos, fábulas, leyendas, mitos y cultos y supersticiones populares. Son entrañables las alusiones a la gallina de los huevos de oro, los tres cerditos, los hobbits de Tolkien, los músicos de Bremen, el gato con botas, los enanos de Blancanieves o el conejo de Alicia en el País de las Maravillas, junto a los que los personajes de Linda Medley no desmerecen en absoluto.
Si el primer volumen es bueno, el segundo es, a mi parecer, mucho mejor: tiene un poco del mayor espectáculo del mundo, otro poco de hagiografía (interesante la vida de Santa Wilgeforte, por cierto) y de la vida en comunidad de unas hermanas especiales que se inventan las reglas de una orden nada corriente, y un mucho de los cuentos de las Mil y Una Noches, con historias contadas por una Sherezade-Pacífica que crean adicción y provocan reacciones como las que se resumen en esta viñeta (tomo 2, pag. 124):
¡Hala, a disfrutar de la lectura!
Te creerás Susana que este Castle Waiting, junto al Tug & Buster de Marc Hempel, deben de ser los comics que más veces he tenido en mis manos, sin que acabe por comprarlos. Y ahora vienes tu y sueltas un post envenenado, directo al corazón comiquero de alguien con tanta poca voluntad como yo ... pero esta me la guardo, je, je.
ResponderEliminarLa verdad es que disfruté como una enana leyéndolo, sobre todo el segundo volumen, claro que algo tenía que hacer yo mientras estabais en Avilés bebiendo "cervezota", ¡malvados viboritos!
ResponderEliminarPero si lo de las cervezotas es por prescripción medica, pues ya se sabe que es mu buena para el corazón y el riñón. Que uno necesita su ración de ácido fólico, antioxidantes, sodio y silicio. Por no mencionar la de fibra que tiene, uff, cantidades inmensas de fibra que riete tu de los kiwis.
ResponderEliminarNo he tenido la oportunidad de leerlo, porque con la avalancha que cada mes llegan a las librerias, como no selecciones al final tendrías que atracar un banco para comprar todo lo que quisieras.
ResponderEliminarEn la misma onda supongo que conoceras "Fabulas",una maravilla de comic que no te deberias perder.
Lo mismo, lo he tocado pero no me atrevo, lo he encontrado muchas veces demasiado infatiloide (ojo que yo lo soy), pero al lado siempre hay algo que evita comprarmelo. Y sobre todo la cantidad de novedades y dinero que hace falta.
ResponderEliminarUS
JA
PD. Tiempo que tardaste en leerte los volúmenes?
Ximo:
ResponderEliminarSi es "por prescripción médica", vale.
Jon Osterman:
Pues sí, elegir entre tanta novedad es siempre un dilema, pero lo importante es que lo que elijamos nos guste de verdad. No he leído "Fabulas" (todavía); es uno de esos cómics que hojeo a menudo (en "Una historia de amor" encontré una dibujada por Linda Medley), así que no descarto la posibilidad de incluirlo en la lista de deberes.
José Andrés:
Leerlos me costó muy poco, aunque la verdad es que los leí dos veces: la primera, para enterarme rápidamente de la historia; la segunda, para recrearme en los geniales dibujos de Linda Medley.
Yo no diría que es demasiado infantiloide; hay temas que los trata con un sarcasmo, una ironía y una mala baba que no veas.
Un saludo a todos.