Segundo concepto previo: Yo, en calidad de típico lector de cómics que creció leyendo superhéroes, y que no fue hasta empezar la facultad (un año antes, a lo sumo) cuando me dio por ampliar mis horizontes con otros géneros del noveno arte, no tenía muy buena percepción del otaku medio, siendo sinceros.
Cuatro años después, mi nivel de vida ha mejorado mucho al haber podido leer obras tanto del costumbrismo europeo (Peeters, Trondheim, Delisle, etc.) como del thriller japonés (Dragon Head, Monster, Death Note...), entre otros. Y, a la vez que mis gustos se iban refinando y a la vez ampliando, era cada vez más capaz de empatizar con el mundo del manga. Así que, a pesar de que el grueso de colecciones que se publican en nuestro país no despierten en mi un gran interés, el Salón del Manga es un lugar interesante de visitar, sobre todo si se dejan a priori los prejuicios de lado.
Superados los preámbulos, procedamos pues con la crónica que nos ocupa. Esta es mi segunda visita, ya que el año pasado pasé una tarde visitando la anterior edición del salón, y puedo afirmar que este año hubo cosas mejoradas, y otras que parecen haber ido a peor.
Y no parecía ser el único en observar estos cambios de la misma manera. Empezando por lo criticable, para dejar el buen sabor de boca para el final, uno de los aspectos del salón que más ampollas parecen haber levantado ha sido la disgregación de las instalaciones en tres recintos diferentes. Por un lado el pabellón principal de convenciones de La Farga, por otro un escenario dedicado al Cosplay (concurso de disfraces) y, por último, una sala de cine para acoger las proyecciones de Anime. Según los otakus con los que tuve la oportunidad de hablar durante el sábado y el domingo, la ausencia del Cosplay en el pabellón principal restaba carisma a esta edición, ya que suele despertar gran expectación entre los aficionados todo lo relacionado con estos concursos de disfraces.
Por otro lado, la separación de estas actividades del pabellón principal ha supuesto ciertas ventajas más o menos palpables. La primera, un mejor reparto de los asistentes que permitió recorrer los stands con más tranquilidad, y la segunda, aunque también relacionada, fue la ventaja de no escuchar obligatoriamente los berridos de los aficionados emocionados al escuchar y entonar las canciones de sus series o películas favoritas.
Este salón dirigido a un público cada vez más multitudinario adolece del mismo mal que su hermano mayor (en antigüedad, que no en éxito, ya que cada vez están más equiparados) el Salón del Cómic de Barcelona: la reducción de la convención a un mero macroespacio comercial, por el que además, se debe pagar por entrar. Pero obviando este hecho, largamente comentado en los últimos tiempos por plumas mucho más doctas que la de un servidor, está claro que el Salón del Manga ofrece un buena variedad de actividades que enmascaran en mayor medida dicho carácter comercial.
Talleres de Manga, Aerografía, exposiciones sobre aspectos de la cultura nipona (como una exposición de fotos de las muñecas dolfies y similares, de origen japonés y que actualmente causan furor entre las otakus más pudientes, que ahorran para encargar un modelo personalizado a los fabricantes especializados, principalmente afincados en Corea del Sur), puestos de comida donde poder degustar platos típicos o donde poder comprar productos de alimentación importados, o exposiciones de originales hacen de este salón un lugar más ameno que otros.
Las exposiciones de originales, situadas como la gran mayoría de estas actividades paralelas en la parte superior del pabellón, resultaron muy satisfactorias para el que aquí escribe. Bueno, principalmente lo fue la dedicada a la corriente artística denominada Nouvelle Manga, bautizada por Fréderic Boilet, autor presente en la exposición con varias páginas de obras como La espinaca de Yukiko (publicada en España por Ponent Mon) o la historia corta para la obra colectiva Japón. Resultaba muy ilustrativa la inclusión junto a estas páginas las fotografías que el autor usa de base para construir su dibujo. Otros muchos autores estaban presentes en la muestra, entre ellos la original Aurélia Aurita, autora de la exitosa Fresa y Chocolate (publicada en nuestro país por también por Ponent Mon), o mi admiradísimo Jiro Taniguchi, maestro del tempo y la narrativa de las viñetas, que estaba presente en la exposición con sus páginas para el libro colectivo antes mencionado, Japón. Una magnífica presentación, con la tradicional ambientación japonesa, con explicaciones de vida y obra de cada autor, y con una buena variedad de ejemplos de las mismas, hicieron que la exposición mereciera aún más la pena, si cabe.
Junto a ésta, estaba situada otra exposición más modesta del Estudio Kôsen, formado por las artistas madrileñas Aurora García y Diana Fernández, dibujantes ambas de manga de género Yaoi (género caracterizado por narrar relaciones amorosas entre personajes masculinos), y que actualmente trabajan para el creciente mercado estadounidense dedicado al manga. Interesante sí, pero algo escasa en material original. Bien pudiera ser, por otra parte, debido a que estas artistas gozan de muy buena mano para el color digital, disciplina que evidentemente no genera original alguno. Eso sí, las reproducciones de sus ilustraciones y portadas eran muy satisfactorias en cuanto a tamaño y calidad.
Por último, me gustaría comentar cierta anécdota sucedida el Domingo al mediodía, nada más atravesar mi chica y yo las puertas del Salón por segunda vez en el fin de semana. Mientras pasábamos por el voluminoso stand de Planeta (impepinable presencia en los salones de Barna, el mamotreto éste en el que la conocida editorial expone sus novedades, que bien podría bautizarse como stand "formato Absolute", por sus semejanzas con las enormes ediciones de material de DC Comics que actualmente invaden estanterías de tiendas y hogares), pude reconocer a la familia Piñol al completo de paseo por el Salón y puesto que de las pocas novedades que había adquirido esos días era su Fantom Town, me animé a pedirle un narizón y una firmita. Muy amable y agradable, como de costumbre, Cels aceptó encantado, y más aún cuando reconoció el logotipo que adorna mi bolso, el de la siniestra corporación Dharma, de la serie Lost (Perdidos). Toda una gratificante casualidad, ya que, a pesar de que en la actualidad sus nuevas obras se hacen más de rogar que de costumbre, Cels Piñol es uno de esos autores que viene acompañándome desde hace ya muchos años, primero con sus tiras, luego con su Fanhunter, ahora con esta nueva etapa de padre friki cargado de anécdotas que contar. Por cierto que sus niñas también les acompañaban en el paseo, muy monas ellas.
Poco después, pasada la hora de la comida, nos despedíamos otro año más de este Salón, que si bien no me suele atraer por sus stands o sus autores (salvo excepciones, eso sí), sí lo hace por el rato tan entretenido que te permite pasar.
PD: siguiendo la costumbre de acompañar mis posts con algún dibujillo, en este caso he optado por realizar uno sobre uno de los soho más de moda en la actualidad entre los otakus, Nana, de Ai Yazawa. Espero que os guste.
Gonzo una pregunta, ¿tu en la Universidad estudias periodismo, no?, porque te curras unas cronicas (como la de Corto en el espacio Sinsentido) y unos post de un nivel que ya me gustaria a mi poder llegar algun dia.
ResponderEliminarGenial lo de stand "formato Absolute" de los de Planeta.
Pues si Giuseppe, habrá que ponerle una cláusula de rescisión a lo Ronaldihno. Muy maja la crónica.
ResponderEliminarLuis y yo estabamos en BarnaCity ese mismo fin de semana, y aunque fuimos principalmente por un concierto, estuvimos tentados de pasarnos por el salón. El que fuera sábado, justamente el día de más mogollón, nos tiró un poco atrás.
Si hubiéramos sabido que andabas cerca, casi que podríamos haber quedado, aunque sea un ratito. Otra vez será.
Gracias por vuestros piropos a mis posts, trazeros! Y Giuseppe, casi aciertas: estudio Publicidad y R.R.P.P., en la facultad de Ciencias de Información, codo con codo con los de periodismo. Si, fue una pena no avisar antes de que ibamos a estar por allí, a ver si nos vemos pronto.
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