Cuando el viento sopla, ya pasados más de veinte años desde que se estrenó por primera vez, ha perdido parte de su planteamiento original, al desaparecer lo que se llamaba “La Guerra Fría”, dejar de existir lo que era la antigua URSS, desmembrándose las diferentes repúblicas que la conformaban en países de nuevo cuño y régimen dispares y, con la caída del Muro de Berlín, definitivamente eliminar esa barrera que había divido Europa en dos para vergüenza y escarnio de sus millones de habitantes.
Pero, aún así, y habiendo cambiado en tan corto espacio de tiempo la polarización del mundo, y la irrupción de lo que llamamos hoy en día la “globalización”, el planteamiento fundamental del film, esto es, la destrucción de toda vida sobre el planeta Tierra por la consabida irrupción de la utilización de armamento nuclear para “solucionar los problemas” que acuciaban a la humanidad, continúa lamentablemente hoy en día aún vigente.
Sí que es verdad que durante las décadas de los 80/90 se llegó a acuerdos para el desmantelamiento progresivo de parte importante del armamento nuclear por parte de las antaño enemigas la URSS y los EEUU, siempre guardándose, sobre todo los EEUU, los ases en la manga, sabedor que esté último tiene, a día de hoy, cogida la sartén por el mango. Pero, en pleno siglo XXI, tenemos que lamentarnos que el peligro del estallido de una confrontación nuclear siempre está planeando por encima nuestras cabezas, con la irrupción de nuevas potencias emergentes, capaces de hacer frente al gigante americano, y capaces, como no, de amedrentarlo y ponerlo en su sitio con respecto a su “liderazgo mundial”, con el consabido potencial nuclear que todos sabemos o intuimos que tienen.
Por lo tanto, este film, al que le dedicamos este post, mantiene su vigencia, aunque los años en él no pasen en balde, tanto tecnológicamente hablando como de pérdida de actualidad de parte del discurso que plantea, o más bien, cómo lo plantea, porque el mundo, al fin y al cabo, ha cambiado, para bien o para mal, pero siempre teniendo presente que el hombre es el único animal que tropieza dos, tres, cuatro… veces con la misma piedra.
Esta película nos cuenta la vida de una simple y humilde pareja de jubilados, Jim y Hilda Bloggs, que viven su tranquila existencia en la típica casa rural, en plena campiña inglesa, alejados del ajetreo que conlleva la vida en la gran urbe. Aunque el film comienza con imágenes reales de policias, vehículos de transporte y lo que parece ser caos y confusión, en seguida vemos al protagonista, Jim, leyendo el periódico en una biblioteca, lamentándose que la confrontación entre occidente y oriente está a punto de suceder, y con ello las terribles consecuencias que acarrearía en la “perfecta y tradicional” vida que llevan.
Pero, lo curioso del film es que los autores nos lo quieren enfocar de que cómo la gente normal y corriente, el ciudadano de a pie, vive realmente en la más absoluta ignorancia, guiados “sabiamente” por los comunicados que ofrecen la prensa, la televisión y la radio, y siguiendo a rajatabla las directrices que les marca el gobierno, para saber qué hacer en caso de conflicto bélico y tener, muy, muy claro, dónde está el enemigo aunque realmente ignores quién es y dónde está.
Por lo tanto, la primera parte del film transcurre (como el resto del metraje) en la casa de los Bloggs (siendo ellos los únicos protagonistas de la historia, imaginándonos el resto de los protagonistas ausentes por los comentarios que estos hacen o por lo que nos imaginamos que les va a ocurrir a todos ellos sin verlos nunca), con los constantes preparativos que realiza Jim, arrastrando con ello a la incrédula Hilda, para enfrentarse, siempre siguiendo las directrices del gobierno, claro está, al inminente ataque nuclear: construcción del refugio nuclear, acopio de víveres, modificaciones en la casa, etc.
El diálogo que mantienen nuestros protagonistas es de lo más infantil, como el de haber llegado a la tercera edad con el pensamiento de un niño o engañados como estos. Y, curiosamente, mantienen este discurso simplón posteriormente al ataque nuclear, continuando viviendo en una “burbuja” a pesar de la gravedad de los acontecimientos acaecidos. Creo que esta relativa sencillez para enfrentarse a los hechos está perfectamente buscada por parte de los autores, porque nos muestra lo ignorantes que somos ante los movimientos que se producen a escala mundial, y siendo propensos a mantener ciertas pautas de comportamientos, a pesar de saber que muchas veces tenemos una venda en los ojos que no nos deja ver del todo o nada.
Porque, realmente, ¿cómo actuaríamos si nos viéramos envueltos en una vorágine tal que los acontecimientos realmente nos superasen y nos desbordasen? ¿Cambiaríamos realmente de forma de pensar de manera radical o seguiríamos manteniéndonos fieles a nuestras convicciones e ideales? Hilda y Jim, a pesar de los pesares, lo hacen, siguen fieles a su forma de ver la vida y cómo han sido educados y siempre albergando la esperanza que habrá alguien que les tenderá la mano y les solucionará los problemas con un abrir y cerrar de ojos. Y si no vean las alusiones de antaño que hace a los “buenos y estupendos tipos” que eran Papa Stalin, Roosvelt y Churchill, frente a al “viejo” Hitler, Goering y Musso y su panda: “Uno antes sabía a qué atenerse. Hoy en día ni siquiera sé quienes son… Hoy todo lo manejan los comités y sus reuniones y las computadoras”. O como hacen referencia los protagonistas de la Segunda Guerra Mundial con sus refugios, catalogando ese conflicto como “tiempos felices”. ¿Mejor ser ignorantes que realistas, o viceversa?
Y, los autores, también consiguen con esta actitud de los personajes hacer que el público se encariñe con ellos reforzando, aún más si cabe, la crudeza del film y lo que nos quiere contar a modo de moraleja.
En cuanto a la técnica, está muy bien narrado, con las pausas necesarias y la ralentización de las secuencias, para darle el apropiado tempo a la historia a la espera de la posible magnitud de la tragedia, sin abusar del largo metraje, pero con una técnica de animación de “fotograma a fotograma” superponiendo los personajes realizados aparte sobre un mismo decorado que es el de la casa, donde a la cinta el paso de los años no la perdonan, pero que no es necesaria realmente una remasterización en efectos efectistas de la película para mantener la tensión del momento narrado.
También acompaña la banda sonora del film, de Roger Waters, integrante de Pink Floyd y compositor casi integro de The Wall, en darle ese aire de consabida reflexión y protesta a la cinta, con la inclusión de la canción del mismo título del siempre reivindicativo y trasgresor David Bowie.
En resumen, una obra recomendadísima de visionar por todos, que nos tiene que provocar reacciones, muchas veces contradictorias, de saber qué está bien y qué está mal, pero que nos tiene que hacer reflexionar que si mantenemos una actitud tan poco sesuda ante otros tipos de razas, culturas o religiones, y si no sabemos convivir los unos con los otros, lo único que conseguiremos algún día es destruir todo lo que la Tierra nos ofrece y no somos capaces de cuidar y respetar.
Un saludo cordial.
Jo!!
ResponderEliminarQué viejuna estoy hecha!!!
Qué recuerdos!!
(A veces, la memoria SÍ me funciona: ¿me lo sigues teniendo en cuenta?)
Besitos
¿Tenerte en cuenta eso de que eres "viejuna"? Para nada, para nada, que al principio no coló ni, ahora, cuela. Con esa marcha que llevas, no cuela para nada eso de los achaques de mujer mayor, por lo que es comprensible que con esa hiperactividad que llevas no puedas abarcarlo todo, por lo que retener muchas cosas a la vez, y no acordarte de ciertas cosas, es, simplemente, síntoma de estar en mil sitios a la vez.
ResponderEliminar¡¡¡MARemoto!!!