lunes, mayo 19, 2008

DISCOS QUE MERECEN SER JUZGADOS POR SU PORTADA (III): Throwing Muses/Beto Hernández

Throwing Muses merecen ser reivindicados en cualquier momento y bajo cualquier circunstancia, pero es que además cuentan en su haber con una portada de alguien tan querido para el equipo de Trazos como lo es Beto Hernández, lo que convierte su presencia aquí en poco menos que un deber moral.

Para mucha gente, entre la que me encuentro, la expresión rock independiente nos remite de manera automática al gafapastismo de la peor especie, el último fiasco aparecido en la portada del NME o a cualquier grupejo de tres al cuarto cuya única ambición es tocar en el festival de Benicásim y desaparecer. Sin embargo, bajo tal etiqueta también han tenido cobijo auténticas bandas de gran calidad y diversos estilos musicales cuyo nexo común sería el de operar con tenacidad y esfuerzo al margen del mainstream a la espera de ser recompensadas con un éxito que pocas veces termina llegando. Ese sería el caso de Throwing Muses.
Definir musicalmente a TM no es tarea fácil, y hasta se podría decir que cada uno de sus álbumes es un mundo como lo son también cada una de las canciones que los conforman. En casi todos sus trabajos podemos encontrar elementos rock, country, folk y blues mezclados con contenida experimentación y ocasionales ramalazos de rabia. Su música oscila entre los temas acústicos más básicos y las canciones de estructura compleja con diversos cambios de ritmo. Dulzura e ira, hipnóticos pasajes acústicos y cruda distorsión, pegadizas melodías y momentos de difícil asimilación para el oyente medio, todo tiene cabida en una banda en la que destaca por encima de todo la estremecedora voz de Kristin Hersh.
Parece mentira que TM no alcanzaran al menos el reconocimiento que sí tuvieron sus vecinos los Pixies, y siempre me ha dado la impresión de que ello se ha debido en parte al que es uno de los rasgos característicos de su música, la crudeza de las muy particulares letras de Kristin, mezcla de surrealismo, locura y cotidianeidad. Tal vez exorcizar tus demonios internos a través de la música y pretender además que la gente se lance masivamente a comprar tus discos es demasiado pedir, pero el menos en este caso la experiencia vale la pena.
Haciendo un poco de historia, el album de debut de la banda de Rhode Island (sin título) data de 1986 y se debe a Kristin Hersh (voz y guitarras), Tanya Donnelly (idem), Leslie Langstom (bajo) y Dave Narcizo (batería), formación así mismo responsable de las tres entregas siguientes. Este disco de presentación tiene el encanto de lo primerizo pero sin renunciar por ello a cierta complejidad musical ya reveladora de lo que las Musas tenían para ofrecer al mundo.
A tan prometedor comienzo siguió un LP de corte más introspectivo como lo es House Tornado (1988). En aras a la brevedad –a no enrollarme más todavía, quiero decir- omito referirme a los varios eps que editaron, aunque no puedo dejar de mencionar The Fat Skier (1987), minilp de siete canciones, algunas de las cuales son imprescindibles.
Tras el deliberado giro hacia la comercialidad bien entendida que significó la edición de Hunkpapa (1989) y The Real Ramona (1991), Tanya dejó el grupo para continuar su carrera primero en The Breeders y luego en Belly, lo que supuso para la banda la absoluta preeminencia de la voz y la música de la Hersh. Red Heaven (1992) demostró que el grupo salió crecido de ese trance, y del disco siguiente, University (1995), ya con Bernard Georges a las cuatro cuerdas, solo puedo decir que es mi favorito junto con este Limbo (1996). Después vendría un homónimo, Throwing Muses (2003) que marcó el regreso de Tanya, y que sin ser un mal trabajo no estuvo a la altura del broche oro que fue aquel.
Entrando por fin en materia, Limbo comienza con el eléctrico riff que introduce Buzz, buena demostración de la habilidad de TM para hacer temas de corte tranquilo que terminan estallando en el estribillo. La que fuera segundo single, Ruthie´s Knocking, es una de esas canciones con aptitud para alcanzar lo más alto de cualquier lista de éxitos, cosa que obviamente no ocurrió. Igualmente pegadiza pero más inquietante es Freeloader (tercer sencillo). La más optimista The Field deja paso al envolvente tema-título, que se ve seguido por uno de los momentos más tortuosos del disco, la rápida Tar Kissers. La cara B se abre con la oscura e intensa Tango. Sigue la bella Serene, arreglos de cuerda incluidos. Más claroscuros en Mr. Bones que dan paso a la melancolía Night Driving, y ya casi para acabar Cowbirds y Shark, potente pieza escogida como primer y, en mi opinión, mejor single. El tema que efectivamente cierra Limbo es una no acreditada White Bikini Sand, luminosa despedida para un álbum en el que predomina lo sombrío. En definitiva, un trabajo para disfrutar sin prejuicios que a casi doce años de su edición sigue teniendo plena vigencia, lo que constituye para mí la materia de que están hechos los buenos discos.
Por lo que se refiere al trabajo de Beto, su presencia supuso una ruptura en la trayectoria de la banda que, hasta la fecha y siguiendo la práctica habitual del sello 4AD, había venido contando con el exquisito trabajo de v23. Tal vez por ello la ilustración bicolor del rostro de un curtido anciano que nos contempla con penetrante mirada, hace de este álbum algo tan especial. La funda interior del LP cuenta con otro dibujo de Beto que representa un autobús dejando una pequeña población sola en la inmensidad del desierto bajo un cielo oscuro. Juraría que esta directamente sacada de alguna historia de Luba.
Añadir a lo dicho que en un ejercicio de coherencia estilística digno de mención, las portadas de los singles a que dio lugar Limbo también cuentan con dibujos de Beto que, una vez más, nada desentonan con su trabajo en Love And Rockets.
En cinco palabras, gran disco y gran portada.

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