Frederik Peeters es uno de los autores europeos más destacables, de entre todos los que han aparecido en los últimos años en la BD. Considerado como ese abanderado que representa a la perfección ese perfil de autor intimista, gracias a la publicación de su excelente Píldoras Azules (2001). Una obra que le sirvió como trampolín de despegue por su indudable calidad y su temática de corte autobiográfico, al tocar un tema tan personal como es la relación que tuvo el propio autor con su novia y su hijo de tres años, ambos seropositivos, y las dificultades que conllevaba todo ello. Al día de hoy, con ya cierta carrera a sus espaldas pese a su juventud, Peeters está demostrando un gran talento para manejarse en muy distintos géneros fuera del autobiográfico.
Por una parte, actualmente está publicándose una serie todavía por finalizar, como es Koma. Una historia cuyo guión corre a cargo de Pierre Wazem, y que toca de una forma dulce y tierna el personaje de una niña llamada Addidas que vive en un mundo de fantasía victoriana, mezclando momentos de lo más cotidianos, con aventura y fantasía a partes iguales. Sin embargo, este autor suizo es capaz de cambiar de piel sorprendentemente bien, como bien demuestra gracias a su último trabajo cuyo corto título es RG, donde se nos contarán los casos reales en los que se ve envuelto un agente llamado Pierre Dragon (el propio guionista), perteneciente al servicio de inteligencia francés. Aquí la trama consigue moverse perfectamente por espacios envueltos de esa estructura tan particular en el género negro, desprendiendo ese aroma tan característico en estos relatos y siempre desde un punto de vista bastante realista. Esta obra, por cierto, fue premiada en el último salón de Angoulême. Anteriormente y con la concepción de Lupus, curiosamente ambientada en un entorno de ciencia ficción, este joven autor demostró que no hay género que se le resista, demostrando una gran versatilidad a la hora de abordar distintas temáticas.
Lupus, el cómic, arranca como una especie de road-movie en el espacio, donde nuestro protagonista Lupus y Tony, su mejor amigo, se embarcan en un viaje de placer con el que poder disfrutar de unas largas vacaciones, a la búsqueda de parajes exóticos donde poder disfrutar de su afición por la pesca, y con el único objetivo de pasárselo todo lo mejor que puedan, no dar ni golpe y meterse todas las drogas que puedan conseguir a lo largo de todo el sistema interplanetario. Llegado a un punto, todo cambia en la vida de nuestros despendolados aventureros después de la aparición de una joven llamada Sanaa. Y hasta aquí podemos contar. Quizás el planteamiento inicial juegue un poco al despiste, con ese entorno de ciencia-ficción que esconde una historia que, en realidad, poco tiene que ver con este género desde su vertiente más conocida por todos, destapándose en realidad, como una historia que trata sobretodo de la nostalgia, la incomunicación, la amistad, la soledad y el deseo.
Una obra de fuerte calado psicológico que se nos presentará como una mirada lúcida sobre el desarraigo que supone todo en lo que uno cree e incluso en lo que uno siente. Construyéndose dentro de la historia una especie de mensaje, quizás algo descorazonador sobre el comportamiento humano, que en cierta forma, y al fin y al cabo, acaba por teorizar sobre las acciones humanas y sobre la forma en que se percibe ese universo de sentimientos que envuelven al ser humano. Estamos inmersos en un alud de sensaciones pausadas. Y aunque en muchos momentos son palpables y cercanas, en otros, son de carácter más bien distante o incluso conservador, sólo dándonos la sensación de que los personajes tienen que dar ese paso adelante, a consecuencia de unas situaciones límites, con las que se ven forzados a responder como buenamente puedan, como a verlas venir. Con esa mirada sobre unos hechos que pueden ser, más o menos emocionantes, más o menos coherentes con uno mismo y su propio entorno, iniciando una búsqueda por encontrarse a sí mismo o, quien sabe, perderse con todo ello.
Una historia con un discurso intimista que parece en un principio que está en órbita con ese entorno tan de ciencia-ficción que lo envuelve todo. Consiguiendo a su vez que el lector se vea arrastrado por esa búsqueda que demuestran sus protagonistas en todo momento, y con lo que poder dar un sentido a sus vidas. Quieren encontrar ese eje rotacional en el que apoyarse, pero, en realidad, se ven forzados a invertirlo tal y como van desarrollándose los acontecimientos.
Peeters utiliza un dibujo de trazo grueso, siempre acompañado de un inteligente uso del blanco y negro, más marcado sobretodo en los primeros tomos. Conforme avanzas, el dibujo mejora y se hace más limpio, más definido. Destacar como es capaz de crear ambientes que por lo general están bastante conseguidos. Acompañados por unos diálogos que, aunque no sean muy numerosos, sí que están perfectamente medidos en todo momento. Importante también el uso de los tiempos narrativos: por una parte tenemos un magnífico uso de los silencios; por otra parte y, sobretodo, conforme vamos avanzando en la historia, empiezan a aparecer más cambios de planos dentro de una narrativa dominada quizás por una perspectiva más bien plana; con todo, se empiezan a introducir, en algunas páginas, picados y contrapicados, para mayor lucimiento del dibujo. Todo ello aporta una ágil secuencialidad en la obra, consiguiendo una desnormalización de la acción narrativa y haciendo que el lector se involucre en ese preciso momento, reforzando nuestra atención individual a cada plano por separado. Y ese perfecto manejo de cada perspectiva, hace que el lector se sitúe en todo momento, como un observador con gran sensación de dinamismo hacia lo que está ocurriendo en cada momento. No obstante, también hay que destacar esa habilidad en utilizar primeros planos que enfatizan los momentos de mayor reflexión de cada personaje. Primeros planos que consiguen principalmente dar esa sensación de emotividad y reflexión tan importante y presente en una historia de estas características.
Todo esto, deja a Lupus como un cómic realmente interesante, tanto en su forma, como en su contenido. Invitando en todo momento al lector a que tome parte en la reflexión hacia unos personajes capaces de comunicar perfectamente lo que sienten e invitarnos a seguirlos hacia donde vayan. Por lo que, sí os apetece sentiros curiosamente como exploradores, pero no de esos mundos fantásticos que envuelven toda la historia, sino, más bien, del sentimiento humano al que se ven forzados a experimentar sus propios protagonistas, ésta será una historia con la que sin duda disfrutaréis de principio a fin. Si por lo contrario buscáis acción a raudales, fijar la vista hacia otra parte.
Y en los siguientes enlaces podéis ver algunos posts de Entrecomics y Trazos en el bloc sobre este autor y su obra:
- Lupus # 3
- Koma # 2: El gran agujero
- R.G. # 1: Riyad-Sur-Seine
- Dedicatorias de Entrecomics.
- Dedicatorias y vídeos de Trazos en el bloc.
Al margen de las historias en sí (otro aspecto en el que es un maestro, con los tiempos y estructura narrativa), Peeters se ha convertido en uno de mis dibujantes preferidos. Su seguridad con el pincel y la tinta es admirable y logra un equilibrio muy difícil entre la espontaneidad y la representatividad. Es muy, muy bueno.
ResponderEliminarJoan:
ResponderEliminarDesde luego que es bueno el tío este. Cuando a veces hablas sobre Peeters, da la sensación que te estás quedando corto con los adjetivos que utilizas para hablar de su obra. Es más, una de las cosas que más me alucina es su constante mejora con los años. Solo con ver los distintos tomos de Koma te das cuenta de ello.
Pues deberías haberle visto haciendo dedictorias. Donde tu no veías nada, él ya estaba viendo el dibujo final. Y siempre con una sonrisa encantadora.
ResponderEliminarSeguro que fue alta caña Susana.
ResponderEliminarSolo con pensarlo se me ponen los dientes largos. Precisamente fue de Peeters del que me quedé sin dibujin dedicado cuando coincidí con él en el salón de A Coruña.