lunes, octubre 27, 2008

CRÍTICA: METEORO (MACH GO GO GO) # 1 de Tatsuo Yoshida

Dolmen Editorial, dentro de su Línea Manga y aprovechando la reciente adaptación a la gran pantalla (con personajes de carne y hueso) de la mano de los Hermanos Wachowski de la popular serie de animación de los años 60 Speed Racer (su traducción en inglés), ha puesto a la venta el primer tomo (de dos) del manga de Tatsuo Yoshida que fue origen y génesis de su adaptación en ambos formatos de pantalla, publicado en Japón a finales de los años 60 con el nombre de Mach Go Go Go, y que fue traducido como Meteoro para todo el área hispanohablante. También decir que han habido otras secuelas en el campo de la animación para la pequeña pantalla, estando viva la franquicia y emitiéndose en estos momentos Speed Racer: The next generation, cuyos protagonistas son los hijos de Go, para el mercado anglosajón.

Esta serie de animación, que nunca llegué a ver (no soy tan viejo, caray), me recuerda a otras que sí que pude disfrutar de pequeño, que en su momento me impactaron de tal manera que me pasaba horas y horas pegado al sofá, “devorando” cada uno de los capítulos de unos 30 minutos de duración y que eran series de dibujos animados japoneses de ciencia ficción totalmente novedosos y rompedores en la España de los 70/80. Me refiero a series como Mazinger Z, Comando G (serie también creada en la misma compañía donde se hizo Mach Go Go Go y fundada por Yoshida, Tatsunoko Productions) o Ulises 31, series que se caracterizaban por un mismo patrón de serialización, donde cada uno de los protagonistas luchaban por vencer a sus enemigos en las terribles pruebas y situaciones límite que debían de superar, siempre con un arquetipo típico de personajes, donde se encontraba el joven protagonista (a veces más de uno) que era el auténtico héroe de la serie, junto a su amada (o mejor amiga) que siempre se desvivía por él, el mentor que era el cerebro de la serie que sabía orientar y dar sabios consejos al protagonista, y los secundarios, muchas veces con papeles cómicos, que eran los amigos de nuestro protagonista, siempre dispuestos a tirar una mano a su manera pero que daban ese toque de humor distendido que favorecía que la serie no fuera siempre más de lo mismo, la lucha entre el bien y el mal, y humanizando un poco los diferentes capítulos para quitar algo de hierro a los terribles peligros que constantemente acechaban a nuestros protagonistas y que es marca de identidad de los animes japoneses.

Los verdaderos protagonistas de este manga son Go Mifune y su Mach-5. Go es un veinteañero al que le apasiona conducir gracias a que su padre es uno de los mejores ingenieros en el campo de la automoción, capaz de hacer verdaderas máquinas revolucionarias de alta competición de cuatro ruedas que van un paso por delante de toda la retahíla de marcas de la época que salen en el manga y que marcaron una época en el mundo de las carreras de coches de competición: Maserati, Porsche... Y la mejor creación es el Mach-5, un bólido capaz de las cosas más inverosímiles, un verdadero “coche fantástico” capaz de llevar a su hábil amo/conductor a las victorias más impensables utilizando cuando la ocasión lo requiere una serie de artilugios, auténticas mejoras de tecnología punta (impensables para la época), que le permiten agarrarse al asfalto (y donde sea) como ningún coche pueda hacerlo.

Junto a Go aparecen una serie de secundarios fundamentales para conformar esta historia: el Sr. Mifune, el padre de Go que es el que le proporciona y perfecciona el Mach-5 a pesar que prohíbe a su hijo competir en carreras de coches; la Sr. Mifune, madre de Go que siempre apoyará a su hijo ante los enfados de su padre y será la consejera cabal de la familia; Michi, la mejor amiga de Go que, junto a su helicóptero, le ayudará a salir de las peores situaciones en las que se meta éste conduciendo; Sabu, su mejor amigo y su mecánico de confianza que consigue hacer mejoras constantemente en su Mach-5; Kurio, el hermano pequeño de Go, y su mono Sanpei, su mascota, que siempre están siguiendo y acompañando a Go en sus carreras, ya que es su auténtico ídolo, y que siempre se meterán en constantes problemas y situaciones hilarantes que dan ese toque de humor a la serie; y, cómo no, el Piloto Enmascarado (uno de los muchos contrincantes que tendrá durante toda la serie), que será muy importante en la vida de Go y que tendréis que descubrir quién es más adelante leyendo más aventuras de Meteoro.

Una cosa que consigue transmitirnos Yoshida en toda la obra es la sensación constante de velocidad, con multitud de planos y perspectivas de los diferentes vehículos que producen verdadera sensación de vértigo, como si de multitud de cámaras (metodo, podríamos decir, “Matrix”) estuvieran enfocando las diferentes evoluciones de los distintos vehículos, dando esa sensación necesaria de constante movimiento de los diferentes vehículos para conseguir el efecto de intensidad propia de una carrera de coches, utilizando para ellos innumerables onomatopeyas que acompañan y son fundamentales para recalcar y reproducir el sonido propio de motores que rugen y frenazos imposibles de estos coches mejorados y modificados para ser altamente competitivos. Se ayuda para ello de un dibujo sencillo, que recuerda mucho la influencia de Tezuka, donde cuida mucho los diferentes diseños de los vehículos que aparecen constantemente, con unos diálogos directos, fluidos y sin florituras, dirigidos claramente a un público infantil-juvenil, que logró el eco y el éxito suficiente para producir rápidamente una serie para TV de tremenda repercusión en las generaciones futuras.

La mayoría de las situaciones vistas ahora desde una óptica más acostumbrada a los efectos especiales actuales y a todo avance tecnológico de cualquier tipo en el campo de la animación, son realmente impensables e imposibles que se puedan producir cuando las persecuciones y las carreras se representaban. Son de esas series de los 60/70/80 que ahora que las vuelves a ver 20 años después, quedas un poco “decepcionado” porque te impactaron tanto entonces que, ahora que estás acostumbrado a otra forma de ver las cosas, pierden ese impacto que tanto te subyugó pero, hay que reconerlo, continúan teniendo su encanto y significaron y fueron, eso nadie les puede quitar el mérito, las pioneras en nuestro país, sobre todo Meteoro, que rompieron barreras y que nos mostraron otras formas de ver y hacer las cosas fuera de nuestras fronteras y que permitieron que nuestra generación y otras nos acostumbráramos a ver y pensar las cosas desde una óptica muy diferente a la que tenían nuestros progenitores.

Este primer tomo está dividido en cuatro capítulos (cada uno de ellos dividido en varios subcapítulos de entre 10 y 20 páginas) autoconclusivos del momento de la historia que nos quiere contar pero formando un conjunto unitario con un mismo hilo conductor que son, como ya hemos dicho, las aventuras de Go al volante de su Mach-5. Esta serialización es debida a su publicación en la revista Shōnen Book, que ahora han sido recogidos en estos dos volúmenes remasterizados, incluyendo alguna que otra página inicial a color, comprendiendo historias que fueron publicados en su momento entre junio de 1966 y mayo de 1968.

Cambiando de tercio, la película de los Wachowsky aporta, a mi entender, una correcta revisión actualizada a los tiempos que corren. Una película un poco loca, pero que define muy bien a los personajes, con esa estética sesentera totalmente apropiada, respetando, creo yo, a todos los personajes en todo momento, y consiguiendo, con todos los avances hoy en día a nuestro alcance, recrear de una manera muy fidedigna todo el tema de las frenéticas carreras de coches (¿no os recuerdan a Los Autos Locos en algún momento dado?).

En fin, para los nostálgicos de Meteoro, para los que siguieron (o siguen actualmente) la serie y para los que les gustó el film, ahora tenéis la ocasión de revivir de primera mano las primeras aventuras de Go en el manga que la Editorial Dolmen va a publicar en dos tomos, de tamaño mayor de lo que estamos acostumbrados a ver publicado por parte de las diferentes editoriales y que le favorece por el reducido tamaño, a veces, de las viñetas, con solapas y unas 300 páginas, en resumen, una buena edición que recupera este clásico del manga japonés imprescindible en cualquier biblioteca manga que se precie.

Un saludo cordial.

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