Milazzo y Berardi son probablemente la pareja más conocida del fumetti. Su obra es muy extensa, siendo su creación más conocida el trampero “Ken Parker”. El tándem italiano aparecía con cierta frecuencia en la revista Cimoc (Norma Editorial), en la que se publicaron, en blanco y negro, varios relatos cortos e independientes (el primero, “Nocturno”, ya en el número 5) y una historia larga por entregas (“Marvin el detective”, posteriormente editado en tomo en la colección El Muro) y, ya en color, algunas aventuras cortas de “Ken Parker” y de “Giuli Bai & Co”. Comentaremos más cosas de esta producción próximamente, pero ahora nos quedamos con el número 11 de la colección de álbumes Cimoc Extra Color.
Cuando se empieza a leer “El hombre de las Filipinas” uno piensa que va a encontrarse con una versión en cómic de “La jungla en llamas”, la película de aventuras protagonizada por Gary Cooper allá por 1939 que, los que nos hacemos peligrosamente viejos, disfrutábamos cuando los films en blanco y negro no estaban “prohibidos” en la programación televisiva.
Sin abandonar la arena se le pega como una lapa Jolo, un pequeño y descarado filipino que se autonombra como su sirviente y que aporta el toque de humor en los pocos momentos que la historia lo permite. Su papel irá más allá de hacer de “Connie”, el amigo chino de Terry y Pat de la obra de Milton Caniff.
Milazzo utiliza unas pocas viñetas por página, con dibujos generalmente de gran tamaño, de trazo ligero y poco definido en ocasiones, consiguiendo, sin embargo, gran fuerza y expresividad, con una facilidad pasmosa para atrapar al lector en las secuencias de la narración. Añade por primera vez el color a su fabuloso blanco y negro utilizando acuarelas, una técnica que personalmente no me gusta demasiado por resultar difícil que el color se ajuste a la línea, de ahí que el resultado no sea demasiado bueno. Es como si se hubiera hecho una versión coloreada de un cómic pensado y dibujado en blanco y negro. Suele ocurrir, además, que al buscar obtener matices, por ejemplo en los rostros, se emborronen las capas de color.
Publicado en Italia en 1980, el nº 27 de la colección “Un Uomo, un´Avventura” -donde también trabajaron Hugo Pratt, Sergio Toppi o Attilio Micheluzzi, entre otros-, buscaba alzar la voz contra los desmanes de las tropas yanquis en Vietnam, trocando el fanatismo político del viet-cong por el fanatismo religioso de los “moros”. En el epílogo se avanzaba en el tiempo y se llegaba a 1970, en pleno consejo de guerra por enjuiciar a los militares responsables de una masacre en Mylay. La palabra FIN se acompaña de un signo de interrogación (?); no podían saber Milazzo y Berardi (aunque sí imaginar) que unos 25 años más tarde volverían a repetirse de nuevo los hechos, cambiando de escenario: la jungla asiática por las arenas de Irak y la cárcel de Guantánamo.
Así pues, un cómic que podría ser de rabiosa actualidad, al menos hasta hace unos pocos días, ya que parece que algunas cosas van a cambiar con el Sr. Obama o al menos así lo esperamos.
Extraodinario tebeo, y sabia decisión la de reivindicar a Milazzo y Berardi.
ResponderEliminarHe de reconocer no haber leido este comic, pero me han entrado unas ganas monstruosas dado que su temática me atrae bastante. Gran reseña Giuseppe.
ResponderEliminarA Álvaro: Cómic comprometido, muy bien realizado y sin caer en la demagogia ni crítica fácil.
ResponderEliminarA Angux: es una pasada de cómic y Milazzo y Berardi son dos monstruos, lástima que no tengan nada en catálogo, pero supongo que en alguna librería grande se puede encontrar alguna cosa.