Novela gráfica publicada a mediados de los noventa por la editorial Planeta DeAgostini bajo el sello Cómics Forum.
El barbudo Chris Claremont es uno de esos guionistas británicos que durante los años 80 -de entre los muchos que aparecieron por esa época, con o sin barba- marcaron un periodo de gran importancia para el desarrollo de la industria del cómic norteamericano y de su calidad en los guiones. Y no sólo lo hizo dentro del cómic de superhéroes, con su mítica y extensisima etapa en los X-Men -a la que podríamos añadir sus para nada desdeñables etapas en series como Iron Fist y New Mutants, además de distintas miniseries enmarcadas en el universo mutante-, sino que consiguió también sacar adelante unas pocas obras un tanto alejadas del cómic superheroico, como fue la miniserie en blanco y negro titulada Black Dragon, y la novela gráfica de la que hablaremos a partir de ahora y que en un principio estaba destinada a ser publicada dentro de la mítica revista Bizarre Adventures, pero que, al cerrarse finalmente ésta, poco antes de su publicación, Claremont intenta recuperar los derechos, pidiéndoselos a Jim Shooter, y éste no pone ningún problema para ello –sí, habéis leído bien, están las palabras “ningún problema” junto con el editor en jefe de la Marvel de aquellos tiempos-. Por cierto, ambas obras comparten la misma parte artística, de manos del también británico John Bolton. A éstas habría que añadir, por último, la espléndida novela gráfica de principios de los noventa titulada Deuda de Honor, ambientada dentro del universo de Star Trek, en la que estuvo acompañado por el gran Adam Hughes en su mejor época. Al día de hoy, ninguna de estas historias no superheroicas ha sido reeditada en nuestro país. A un servidor le siguen pareciendo tres buenas obras que, sin ser adjetivadas como obras maestras, sí que merecen ser recordadas.
Marada, La mujer lobo, fue publicada finalmente a mediados de los años 80 bajo el sello Epic Comics, y Claremont demostró que por aquella época disfrutaba escribiendo personajes femeninos y, además, lo hacia con unos resultados muy por encima de la media. Por aquellos años, el británico nos solía acostumbrar a que sus chicas protagonistas -o incluso las secundarias, tampoco las olvidemos-, estuvieran habitualmente tratadas con gran respeto, dotando a sus personajes de una cierta tridimensionalidad, palpable rápidamente en la lectura. Lo cierto es que pese a lo bien definidos que están los personajes, el barbudo británico se vio un tanto lastrado, debido al escaso número de páginas que disponía. Nuestra protagonista de cabellos plateados se nos presentará radiografiada como la clásica heroína de belleza incontestable –como igualmente incontestables son los dibujos de Bolton que sirven para plasmarlo-, con la habitual y portentosa destreza con la espada que suele acompañar a todo héroe/heroína protagonista, además de un fuerte carácter y pasado turbulento. La verdad es que, es por todos conocido que Claremont ha necesitado habitualmente cientos de páginas para desarrollar a sus personajes y sus historias –y señores, cómo de maravillosamente bien lo hacía este hombre en alguna que otra ocasión- y, el tener únicamente 56 páginas para hacerlo, requiere sin duda de una cierta síntesis para su posible realización, por lo que nunca sabremos de lo que hubiera sido capaz de hacer el barbudo británico si se hubiera podido explayar más en aquellos tiempos –porque si nos referimos al Claremont de los últimos tiempos, casi mejor olvidarlo-.
Pese a ello, ésta es una historia que no defrauda en ningún momento, sobretodo, para los muchisimos seguidores del género de espada y brujería -entre los que por supuesto, también me encuentro-. Aunque curiosamente está ambientada durante la época Romana, en el siglo I, y con el César como cabeza del Imperio –siendo esto algo que descoloca al habitual seguidor acostumbrado a universos imaginarios, aunque basados en muchas ocasiones en trazos históricos bastantes reconocibles-, en ningún momento el carácter histórico en el que se envuelve esta historia con tintes fantásticos acabará por ser un lastre. En el fondo, esto es debido a que aunque transcurre en el Antiguo Imperio Romano, su peso en esta historia es más bien testimonial. Como bien podemos comprobar, lo que predomina es sobretodo el tono fantástico y heroico: además de los habituales enfrentamientos con la espada, no faltan tampoco los hechiceros, demonios y monstruos de distinta índole; misterios que envuelven gran poder; lugares remotos donde la leyenda y la magia campan a sus anchas; poderes arcanos y ciencias ocultas; y, por supuesto, las típicas tensiones sexuales. Y es que Claremont lo tenía muy claro desde el principio. Aún sin poder ya aportar demasiada originalidad por aquella época en este tipo de relatos, no por ello renuncia a construir una historia que cumpla perfectamente lo que se espera de ella, que no es otra cosa que entretenimiento y cierta fluidez en la trama. Y, en esto, el británico cumple con creces.
Estamos ante una historia sobre la desconfianza y la desesperanza, sobre el sometimiento y el sufrimiento, que aparte del clásico enfrentamiento entre el bien y el mal -que siempre sirve como motor en este tipo de historias-, seremos también testigos de esa lucha interna por recuperar esos valores que le han sido arrebatados a nuestra bella protagonista, esa rabia y coraje que le son tan necesarios para enfrentarse a ese lado oscuro, casi invencible y, a la vez, enfrentarse a uno mismo y poder así recuperar ese orgullo tan importante que siempre está presente en todo héroe/heroína.
¿El por qué de su recomendación? Pues, por ser un cómic donde, aparte de pasar un buen rato -que no es poco-, lo que tenemos asegurado es poder disfrutar con los maravillosos dibujos del espléndido John Bolton ¿Os faltan más razones?
¡Qué recuerdos!
ResponderEliminar... Quedamos pocos que adoremos al maestro.