No conocía el trabajo de este dibujante francés, nacido en 1969, hasta que lo descubrí en Robinson. Después de diez años en el mundo de la animación, Christophe Gaultier se decidió en el año 2000 a entrar de lleno en la “Bande dessinée” ilustrando los guiones de Alexandre Thomas, de Jean David Morvan y Sylvain Ricard (con quienes ha publicado las series “Le Cirque Aléatoire”, "Guerres Civiles” y “Clichés Beyrouth 1990”, sobre un relato autobiográfico de los hermanos Ricard, Sylvain y Bruno) o de Joann Sfar y Lewis Trondheim, al sustituir a Christophe Blain como dibujante de la saga La Mazmorra: Amanecer, la serie protagonizada por el intrépido justiciero Jacinto de Cavallère, para la que ha dibujado el 5º volumen, Donjon Potron-Minet 83. Sans un bruit. También ha trabajado en solitario: la adaptación de Robinson Crusoe o “Le Suédois”, basada en El Hotel Azul, de Stephen Crane, y publicada el pasado marzo en Futurópolis, son una muestra de ello.
Robinson Crusoe es uno de esos míticos personajes que descubrimos un día en las Joyas Literarias Juveniles y a cuya influencia difícilmente hemos sido capaces de sustraernos, a pesar de los años que han transcurrido desde que dejamos de leerlas quizás porque nos dio por crecer. Quién no se ha descubierto más de una vez pensando en qué se llevaría a una isla desierta; cuántas aventuras no habremos vivido creyéndonos sus únicos habitantes, imaginando con qué resolución propia de supervivientes poníamos a prueba nuestro ingenio e integridad y también, por qué no, nuestros más profundos y secretos deseos de libertad (o de soledad, que son conceptos que a ciertas edades casi se confunden), vistos como la única manera de huir de las mil formas que por aquél entonces adoptaba la subyugante figura de la autoridad.
Cuando Daniel Defoe escribió Las aventuras de Robinson Crusoe en 1719, lo hizo inspirado en sendas historias que ocurrieron realmente: la de Pedro Serrano, un capitán español que naufragó en un banco de arena en el Caribe en el que pasaría 8 años antes de ser rescatado en 1534, y la de Alexander Selkirk, un marinero escocés que, tras naufragar en una de las islas del archipiélago Juan Fernández, permaneció en ella desde 1704 a 1708. Y es que el relato autobiográfico de un hombre a quien el destino llevó a una isla desierta que no abandonaría hasta transcurridos 28 años tuvo un éxito sin precedentes en su época, y aún en la actualidad, casi trescientos años después, es una narración de las que llaman poderosamente la atención por su temática: el triunfo del hombre sobre la adversidad y las fuerzas de la naturaleza a las que puede dominar con sus conocimientos a pesar de los escasos medios de que dispone y de los que suele proveerse con las proverbiales intervenciones de la Providencia.
Gaultier nos cuenta las aventuras de Crusoe en tres volúmenes: En el primero narra las peripecias del protagonista desde que embarca, con apenas 19 años, en el puerto de Hull en 1651 hasta el naufragio del barco en el que navega rumbo a Guinea en busca de esclavos para sus plantaciones, pasando por los intentos inútiles por convertirse en marinero, su gran deseo de vivir aventuras que den sentido a su vida o las terribles experiencias sufridas a causa de la mala suerte (o buena suerte, según se mire).
En el segundo, refiere la llegada de Robinson a la isla en la que pasará solo gran parte de su vida; cómo comienza a organizarse un espacio en el que vivir, sacando partido de lo poco que consigue rescatar de los restos de los naufragios y superando los episodios de enfermedad, soledad y locura gracias a lo que, para un escéptico como él, acaba siendo todo un descubrimiento: la religión; cómo explora el territorio, realizando numerosas expediciones por la isla para conocer los recursos de que dispone, y cómo en uno de esos viajes por sus dominios se encuentra con un grupo de caníbales que acuden a la isla a celebrar sus ritos y con los que acabará enfrentándose para salvar a uno de los prisioneros que iban a ser sacrificados.
En el último volumen, Gaultier nos relata la pretensión de Robinson de “domesticar” a Viernes del mismo modo que hizo con la naturaleza salvaje que encontró al llegar a la isla. Pero esta “culturización” de quien le llama Amo acabará convirtiéndose en un aprendizaje recíproco, en una adquisición de conocimientos que atañe a ambos, ya que siempre hay algo que uno puede enseñar al otro. Y si bien es cierto que la religión constituirá una parte importante en la educación, no lo es menos la dialéctica del discurso que se genera, en el que el “salvaje” difícilmente acata la instrucción sin plantear cuestiones y dudas que dejan sin réplica a su instructor. En esta parte se unirá al grupo un nuevo compañero, un español al que rescatan de manos de los caníbales, y juntos se enfrentarán a los amotinados para liberar al capitán del único barco que puede sacarlos de aquella isla.
Con un dibujo que sigue las pautas de la “Nouvelle BD”, con personajes de cuerpos de extremidades alargadas y rostros tan expresivos que hablan por sí solos, y utilizando unos colores predominantemente sucios -los idóneos para mostrar el ambiente angustioso y dramático en el que vive el protagonista-, Gaultier recrea con detalle los escenarios en los que se desarrolla la historia -los barcos que acabarán engullidos por olas gigantescas de oscuros mares embravecidos, la neblina de las calles inglesas y sus no menos brumosas tabernas llenas de supersticiosos marineros, las explotaciones coloniales de fértiles plantaciones de tabaco y caña de azúcar, la exuberante naturaleza de la isla desierta que convertirá en su hogar-, al tiempo que convierte a los personajes en meras anécdotas supeditadas a los designios de la Providencia, ofreciéndonos una visión menos paradisíaca que la que imaginamos siendo niños.
Si bien Gaultier sigue la estructura de la narración y se ciñe a grandes rasgos al texto original, prescinde de ciertos personajes que aparecen en el relato de Defoe (Xury, el padre de Viernes…), da nombres a personajes que no los tienen (Juan de Dios de Navas, Selkirk…) e introduce variantes de lo más oportunas, evitando incidir en ciertos temas (como el de la esclavitud), pero también alargando o abreviando determinados episodios con la finalidad de dar mayor fluidez y credibilidad al relato y, sobre todo, para conferirle un mayor dinamismo a la historia (la vida a bordo, las peleas entre marineros, la huida del barco turco, el rescate de Viernes, la confrontación con los amotinados…), y acortando el final dispuesto por el autor de la novela al plantear uno con más efecto (más cinematográfico, si se quiere), que permite ver la emotiva transformación del personaje desde su descreimiento inicial a una fe construida a golpe de infortunio y soledad y que no es sino una muestra de agradecimiento a quien le ha permitido vivir a pesar de los inconvenientes y realizar su sueño.
Una buena manera de aproximarse a una novela entrañable y, sobre todo, de conocer a un dibujante con el que volveremos a encontrarnos en las emocionantes aventuras de “La Chemise de la Nuit”.
Esta proyectado publicarlo en españa??
ResponderEliminarPerdon, esta proyectado pubicarlo en español??
ResponderEliminarYo, hasta el momento, sólo lo he visto en catalán. También es cierto que esta primera edición de Cruïlla salió en febrero de 2009, así que es posible que más adelante otra editorial del grupo SM se decida a publicarlo en castellano.
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