La casualidad vino de manos de un magnífico Café Budapest (pinchad aquí para leer la reseña que escribí en su momento sobre esta obra), su primera novela gráfica publicada en castellano el pasado año por la Editorial Astiberri, un relato ambientado en un contexto histórico tan difícil como el del nacimiento del Estado de Israel y una manera de narrar y dibujar que nos cautivó desde el primer momento y acabó por engancharnos definitivamente tras ver al autor realizando tres dedicatorias seguidas durante las sesiones de firmas de la pasada edición del Saló del Còmic de Barcelona.
La curiosidad nos puede cuando algo nos gusta y gracias a ella llegamos hasta la página web de Alfonso Zapico para descubrir un bagaje del que, como viene siendo habitual entre los autores de cómic españoles, ya habían disfrutado inicialmente los aficionados franceses a través, una vez más, de Éditions Paquet, ya que fue esta editorial suiza, dentro de la Colección Blandice, la que publicó en 2006 el “primer hijo historietístico” de Alfonso Zapico: La guerre du Professeur Bertenev. Este álbum, su “rabiosa iniciación en el cómic”, sería galardonado al año siguiente con el Prix BD Romanesque en el FestiBD Ville de Moulins.
Así que no podíamos encontrarnos con una mejor carta de presentación para este autor asturiano nacido en 1981. Ni que decir tiene que La guerre entró a formar parte de la lista de nuestros “Deseos publicables” particulares, deseo que, finalmente, se ha hecho realidad –tal y como anunció Zapico en octubre de 2008- gracias a Dolmen Editorial, que lo ha publicado en castellano dentro de la línea Siurell Gold, dejando en nuestras manos un magnífico álbum de 78 páginas a color, con un prólogo en el que el autor nos relata sus peripecias con el guión y las peculiaridades de una historia que se desarrolla, de nuevo, con el trasfondo de un marco histórico real que tuvo como escenario mayoritariamente la península de Crimea, esa pequeña porción de territorio ruso en la que entre 1854 y 1856 tuvo lugar el conflicto bélico que lleva su nombre: la guerra de Crimea.
Con las guardas revelando las fotografías que el inglés Roger Fenton -el primer fotógrafo oficial de guerra, que aparece en el álbum como un personaje más- tomó durante la contienda y que nos ofrecen una visión nada dramática de una guerra que lo fue, como lo son todas las guerras, sólo se echa de menos un apéndice con los bocetos y estudios previos -a los que una se ha ido acostumbrado a encontrar en sus últimas lecturas- y que Alfonso Zapico debió ir acumulando sin duda en el proceso de elaboración de sus personajes y en la recreación del ambiente propio del período y del lugar que nos describe y en la que tanto juego dan, por ejemplo, los uniformes, el armamento o la indumentaria de la época.
La acción se inicia en Crimea, Rusia, en el año 1856. Aunque la batalla ya tiene un vencedor manifiesto, el Capitán Golitnichef está dispuesto a perder hasta el último de sus hombres antes que retirarse o rendirse ante los ingleses. La irracional postura de este oficial ruso -que considera que el deber a la patria, la gloria y el honor están por encima de todo y que la traición y la deserción son actos de cobardía inadmisibles- provoca un profundo rechazo en los civiles convertidos circunstancialmente en soldados, a los que la gloria de los imperios les trae sin cuidado. Para huir del absurdo sacrificio de vidas humanas en que se ha convertido este combate sin sentido y salvar su vida, León Bertenev, uno de los pocos soldados rusos supervivientes, decide desertar y escapar al bosque, en donde, huyendo de su capitán, es apresado por el Capitán Townsend, que lo llevará consigo hasta el campamento británico en donde deberá permanecer confinado con el resto de los prisioneros rusos hasta el fin de la guerra.
Sin embargo, tras presenciar los incidentes ocasionados en el “reencuentro” de Bertenev con sus compañeros en general y con el Capitán Golitnichef en particular, Townsend otorga a Bertenev, que ha demostrado su dominio de la lengua inglesa, un “estatus especial” de privilegio durante su cautiverio que le permitirá apartarse de los que fueron sus compatriotas y vivir como uno más en el campamento británico, en donde permanecerá al servicio del capitán de los húsares como intérprete personal y ayudante, “estatus especial” que hará surgir entre ambos un gran amistad.
Y es que León Bertenev no era un soldado cualquiera. Tras ese “hombrecillo frágil, barbudo, miope y torpe”, con la apariencia “tragicómica” que le confiere el miedo y que Zapico sabe describir tan bien, se esconde un intelectual y un revolucionario. Bertenev había sido excelente profesor en una prestigiosa escuela de Moscú, pero también el director de una publicación clandestina -editada en francés y dirigida a intelectuales y burgueses concienciados de la necesidad de cambio y libertad en Rusia y de lucha contra de las desigualdades de la tiranía del régimen zarista-, cuyas actividades fueron descubiertas y sus dirigentes ejecutados, torturados, enviados a Siberia, condenados a prisión o, como en su caso, reclutados forzosamente para la guerra de Crimea. Este “profesor de escuela cobardica” escapa de una guerra absurda entre ingleses y rusos para acabar desbordado combatiendo de lleno en su propia guerra, en la que no queda sino luchar con enemigos reales e imaginarios: desde aquellos que surgen de los remordimientos que siente al constatar la terrible situación en que se encuentran sus compatriotas durante su cautividad y de la que él ha tenido la suerte de escapar, a los que desean su muerte persiguiéndolo en sus peores pesadillas, pasando por los que aparecen en forma de autoimpuesta incapacidad para dedicarse de nuevo a la enseñanza, ejerciendo de profesor con un alumnado que no resulta ser ejemplar en absoluto.
Un relato antibelicista protagonizado, sin embargo, por soldados uniformados, por enfermeras que saben lo que quieren y húsares que piensan que es posible conseguir lo que desean escribiendo poemas de amor, por militares fanáticos y por soldados admiradores de Shakespeare, por amigos que filosofan sobre la vida mientras toman el té o por gatos que aparecen por casualidad sin saber que van a quedarse para siempre. Una narración que no termina en ella misma, sino que se deshilvana en hilos que llegan directos de la Historia, el cine o la literatura.
Si no lo habéis hecho ya, podéis disfrutar pinchando aquí de las doce páginas que Dolmen Editorial nos envió en un avance, antes de que el álbum saliera al mercado.
Hasta el momento hemos conocido a Bertenev y a Chaskel. Ahora sólo nos queda esperar pacientes que el James Joyce sacado de los lápices de Alfonso Zapico llegue pronto con "una nueva historia que contar".
Te felicito Susana.
ResponderEliminarUna de las mejores reseñas que he leído sobre esta obra.
No me extraña en absoluto pues sueles hacerlas increiblemente bien.
Te enlazo en la que he hecho yo.
Un saludo.
Gracias Angux. Es en comentarios como éste cuando una se da cuenta de cuánto nos aprecias, pelota!
ResponderEliminarUn poco más y publicamos la reseña el mismo día, aunque, como siempre, la tuya está mucho más trabajada. Esta bien eso de coincidir.
Un saludo.