En mi caso, yo también me encuentro muy a mi pesar entre esos que buscan la firma de este o de aquel autor en particular. Digo que muy a mi pesar porque hay veces que no me da tiempo a tomarme las cosas con más calma y disfrutar un poco más de las actividades paralelas; alguna vez debería relajarme un poco y no dejarme llevar por la vorágine y por tamaña cantidad de posibilidades de conseguir dedicatorias. A la misma hora coinciden siempre dos o más autores que me gustan y, ya que no tenemos el don de la omnipresencia, no nos queda más remedio que echar a suertes a qué autor vamos a dedicar nuestra espera.
La forma de hacerlo puede variar, pero el método que todos seguimos para las sesiones de firmas es similar, es decir, días antes venimos siguiendo las noticias del festival a través de la página web o directamente a través de las webs de las editoriales para saber de primera mano quiénes son los autores que firman en cada stand, los horarios y en ciertos casos, cuáles son las condiciones para acceder a las sesiones de dedicatorias. ¿Condiciones? -me preguntaréis algunos- pues sí, sí que hay ciertos condicionantes según para que autores y según ciertas editoriales.
La locura y voracidad de determinados aficionados no tiene límite y, lo que se supone que es un regalo del autor a sus apasionados lectores, se ha convertido en una locura por el tirón que algunos tienen, o en un filón debido a la reventa de dedicatorias en Internet. A este respecto, también podríamos decir que las dedicatorias son una muy buena acción de marketing de las editoriales usando como reclamo a los autores para aumentar las ventas del festival. Es enorme la cantidad de álbumes que la gente compra estos días, para las dedicatorias o para llevarse a casa las últimas novedades.
Sobre estas últimas reflexiones, es cierto que podríamos abrir un debate sobre lo que cada uno pensamos, si nos parece bien o nos parece mal lo que hacemos por conseguir una dedicatoria o si es ético lo que hacen algunos cuando venden tan codiciadas presas. Hay algunos autores que conscientes del mercantilismo surgido han decidido no volver a dibujar ni un álbum más. En mi caso, y tal y como lo hablaba en su stand con la familia Moebius a propósito de lo que se revalorizaban determinados álbumes, yo no pienso vender ninguna de mis dedicatorias, salvo que me muera de hambre, porque no es el valor en sí que tienen o no, si no el disfrute de poder conocer en persona al autor y verle ejecutar con maestría unos cuantos trazos que culminan con un “para fulanito de…”. Se trata realmente del fetichismo absurdo de intentar tener una pequeña parte del genio del autor en un álbum, pero no podemos evitar la ilusión que eso nos hace.
Tras estos pensamientos, y enlazando con lo que antes contaba de los condicionantes de ciertos autores o editoriales a la hora de buscar ciertas firmas, hay que ver si hay algún tipo de reglamento que debamos respetar. Seguro que casi todo el mundo lo sabe, pero por si acaso y dado el carácter educativo de mis crónicas, podemos distinguir en primer lugar la Cola Libre, llegamos, ocupamos un sitio y esperamos a ver si somos de los afortunados que obtenemos dedicatoria en función de nuestro lugar en la cola; y es verdad que da mucha rabia cuando después de esperar no sé cuánto tiempo, se acaba la sesión justo cuando nos va a tocar.
Sobre estas últimas reflexiones, es cierto que podríamos abrir un debate sobre lo que cada uno pensamos, si nos parece bien o nos parece mal lo que hacemos por conseguir una dedicatoria o si es ético lo que hacen algunos cuando venden tan codiciadas presas. Hay algunos autores que conscientes del mercantilismo surgido han decidido no volver a dibujar ni un álbum más. En mi caso, y tal y como lo hablaba en su stand con la familia Moebius a propósito de lo que se revalorizaban determinados álbumes, yo no pienso vender ninguna de mis dedicatorias, salvo que me muera de hambre, porque no es el valor en sí que tienen o no, si no el disfrute de poder conocer en persona al autor y verle ejecutar con maestría unos cuantos trazos que culminan con un “para fulanito de…”. Se trata realmente del fetichismo absurdo de intentar tener una pequeña parte del genio del autor en un álbum, pero no podemos evitar la ilusión que eso nos hace.
Tras estos pensamientos, y enlazando con lo que antes contaba de los condicionantes de ciertos autores o editoriales a la hora de buscar ciertas firmas, hay que ver si hay algún tipo de reglamento que debamos respetar. Seguro que casi todo el mundo lo sabe, pero por si acaso y dado el carácter educativo de mis crónicas, podemos distinguir en primer lugar la Cola Libre, llegamos, ocupamos un sitio y esperamos a ver si somos de los afortunados que obtenemos dedicatoria en función de nuestro lugar en la cola; y es verdad que da mucha rabia cuando después de esperar no sé cuánto tiempo, se acaba la sesión justo cuando nos va a tocar.
Entre los autores que me han firmado este año y para los cuales he tenido sólo que hacer una cola (no voy a entrar en el detalle de durante cuánto tiempo) hay algunos que parecen incombustibles, cómo es el caso de uno de mis favoritos, Jean Claude Mezières. Junto al guionista Pierre Christin, presentaban el último tomo de la saga que durante más de cuarenta años lleva relatando las aventuras de Valerian, agente espacio temporal y de su compañera Laureline. 21 albumes que dan por finalizada una saga que empezó a publicarse en las páginas de la revista PILOTE en 1967.
En palabras de su autor a mi pregunta de qué es lo que iba a hacer a partir de ahora, qué si se iba a jubilar, Mezières me dijo que no, que iba a continuar haciendo cosas más centradas en la ilustración y los viajes, de una forma más calmada. Según me contó, el hacer una serie como esta le obliga a tener que dibujar un álbum cada cierto tiempo con el esfuerzo y el trabajo que eso supone. Para el último de la serie ha necesitado tres años de trabajo. Actualmente, eso se acabó para él porque, como bien decía, "para leer un álbum hay que esperar a que esté terminado, mientras que con las ilustraciones se ven los resultados antes y que da la sensación de avanzar, de haber terminado". Y antes de terminar, no quise despedirme sin preguntarle si va a hacer un recopilatorio con las ilustraciones de Valerian; "no lo sé, puede ser pero no es algo que por el momento tenga en mente". Me toca quedarme con las ganas aunque puede ser que algún día lo disfrutemos.
Y, siguiendo con nombres propios, no he perdido la oportunidad de llevarme una nueva dedicatoria de Jacques de Loustal, Loustal para el público en general. Es un autor un tanto particular, tanto por su estilo de dibujo como por las historias que cuenta; a destacar su faceta como ilustrador, que ya quisieran para sí muchos de los mal llamados artistas contemporáneos que exponen en múltiples galerías pijas y que, por añadidura, cobran un pastón por cuatro trazos mal dados. Tal y como me contaba, al enterarse de que era español, ha sido objeto de una exposición en el Instituto Francés en Madrid, donde mostró su faceta de ilustrador con imágenes realizadas durante unas vacaciones en Lanzarote. No tenía ni idea de que se hubiesen realizado tales exposiciones ni de la existencia del Instituto Francés, que lo hay en ciertas ciudades españolas. Tomo buena nota para seguir de cerca esta institución y, como no, al mismo tiempo es de agradecer la simpatía que me transmite este señor y lo agradable que resulta hablar con él.
(À suivre…)
Yo en el tema de las dedicatorias me pasa lo mismo que a ti. Ojalá uno se pudiera multiplicar por cuatro o por ocho y estar en todos los sitios a la vez, y más en un festival como éste donde se realizan multitud de actividades al mismo tiempo. Yo, de momento, mi prioridad siguen siendo las dedicatorias aunque, todo hay que decirlo, los años no pasan en balde y, esa ansiedad del principio de intentar conseguir el mayor número de las mismas, va pasando poco a poco a la historia.
ResponderEliminarEn cuanto al tema de la venta de las dedicatorias, ni entro ni salgo... yo personalmente nunca me desharía de ninguna de ellas a menos, como tú muy bien dices, que necesite hacerlo por extrema necesidad. La ilusión de conseguirlas y coleccionarlas en un apartado personal de tu biblioteca, y remirarlas de vez en cuando, para mí no tiene precio pecuniario que valga… el precio es claramente otro. Ahora bien, también comprendo que haya gente que pueda entenderlo como un negocio, y después de hacer las horas correspondientes de cola y comprar el álbum del autor, la inversión ya está hecha y la dedicatoria es suya y puede hacer con ella lo que crea más conveniente. Aunque también puedo entender en cierta medida que haya autores que se puedan mosquear con ello, que haciendo un dibujo un día, al siguiente ya lo han puesto en venta... pero es lo que hay y cada uno es muy libre de hacer o pensar lo que quiera, mientras no le obliguen a hacer a uno algo que no quiere, o viceversa, todo está bien dentro de unos límites...
De momento, esperamos más crónicas como ésta para continuar poniéndonos los dientes largos ;-)