Hay que reconocer que la fama que tienen los mangas de ser capaces de enfrentarse a cualquier tema que se pueda uno imaginar parece que es cierta, y también hay que referir que una temática recurrente para los mangakas pasa por citar o hablar de la gastronomía nipona en sus obras, de manera parcial como integrante de una narración general, como formando parte intrínseca y natural del contexto en el que se desarrolla tal o cual historia, o de manera total siendo ésta el verdadero y único leitmotiv del relato en cuestión, aptas estas obras para transmitirnos, sobre todo a nosotros los profanos occidentales, toda la riquísima cultura culinaria que atesora el país del sol naciente.
Y he de reconocer que, sólo comencé a leer o, sobretodo, una vez concluida la lectura de la obra que hoy nos reúne aquí, El gourmet solitario de Masayuki Kusumi y Jiro Taniguchi, editado en esta ocasión en nuestro país por Astiberri Ediciones, no pude resistir la tentación a continuación de irnos a comer al único restaurante japonés que hay en nuestra ciudad, para impedir que no me “comiera” literalmente algunas de las atrayentes páginas de este volumen que realmente te entraban por los ojos, e intentar, a ver si era capaz y lo conseguía, disfrutar tanto como nuestro protagonista, Goro Inokashira, de cada una de las degustaciones a las que se enfrentaba, de manera casi involuntaria, al terminar su dura jornada de trabajo y quehaceres diarios.
Pero hay que reconocer que casi la totalidad de los platos que nos explica detallada y exhaustivamente nuestro protagonista, no los pude encontrar en la carta de nuestro restaurante... y con ello no quiero decir que lo que se ofrecía no eran productos deliciosos y totalmente nuevos y a descubrir de nuestro paladar, pero no podíamos degustar ciertos platos que, por el énfasis que demostraba él en sus gestos y explicaciones, no me hubiera importado recibir esas mismas sensaciones placenteras yo mismo. Pero, a lo que iba, por lo menos sí que comimos algunos, como el arroz frito (que como comenta Sakai en la introducción es el equivalente a nuestro pan en las comidas), sopa de bambú con marisco, tallarines de marisco, sashimi (pescado o marisco cortado a finas lonchas pequeñas), sukiyaki (con trozos de carne (en este caso de pollo) o tofu), sushi (de salmón y atún, con arroz, enrrollado en una hoja de alga nori (maki)) y tempura (fritura de marisco y vegetales)... y todo ello aderezado con diversas salsas en las que mojar los alimentos servidos. Ah!, y un consejo, cuidado cuando probéis el wasabi, una especie de salsa de color verde que te ofrecen en pequeñas raciones junto a muchos de estos platos, pero que pica como un demonio incluso cogiendo una pizquita de nada de la misma, o sea, no ingerir en mayores cantidades porque te produce un especie de ardor en el paladar y en la lengua digno de reseñar aquí. Y porque no comentar también el grato y rápido aprendizaje que tuve del dominio de los palillos... una técnica ancestral verdaderamente curiosa para comer, no excenta por mi parte de alguna que otra mínima torpeza de la que salí minimamente airoso.
Kusumi en un relato descriptivo intenso, meticuloso y realmente “delicioso”, nos propone una verdadera delicatessen… una visita guiada, cual “Guía Michelin” (recordemos que el área metropolitana de Tokio es una de las zonas de mayor número de estrellas Michelin de alta cocina de todo el mundo), por diversas localidades del centro y este de Japón de la isla de Honshu, más concretamente de las regiones de Chubu y, sobretodo, Kanto, donde el único protagonista principal de esta obra, comercial de profesión de estas dos regiones, obligado a ir por su trabajo a innumerables ciudades, se dedica a ir de restaurante en restaurante, de bar en bar, a la caza y captura de esos platos especiales y exquisitos que consigan saciar a su estómago después de un día duro de trabajo de aquí para allá.
Todo hay que decir que nuestro protagonista no busca restaurantes de alta gama, si no más bien encuentra lo que busca en lugares recónditos, pequeños establecimientos familiares de barrio, donde callejeando por los mismos nuestro particular “gourmet” encuentra el lugar idóneo donde poder comer, encontrándonos a la postre con esa verdadera “guía secreta”, a través de estos cortos relatos, de pequeños, variados, peculiares y encantadores establecimientos culinarios de la gastronomía japonesa, pasando por pueblos semidesconocidos, incluso para nuestro “gourmet solitario”, donde poder encontrarnos desde alimentos y platos tan típicos y conocidos por nosotros como el arroz, los fideos, la sopa de miso, el sushi, el tempura, los encurtidos o el tofu, o consumiendo platos típicos de cada región o lugar como pueden ser el tunjiro (tofu y carne de cerdo), el mamekan (judias negras), donburi (de pescado o carne con arroz), el tsukimi oroshi udon (nabo, cebolleta blanca, pimiento picante, fideo, huevo crudo)... e incluso degustando platos que no son originarios del país nipón como pueden ser el curry (indio), el shumai (chino), el kimchi (coreano) o el bistec (occidental).
Esta obra mantiene el mismo ritmo cadencioso y de saber captar la esencia de las cosas que podemos observar en la gran mayoría de las obras de Taniguchi. De buscar un paralelismo con otra obra suya, yo me decantaría claramente a compararla con El caminante (pinchad aquí para leer la reseña que escribí en su momento sobre esta obra), aunque en esta última sea él el autor completo de la misma. Sí que es verdad que la temática de ambas difiere en muchos aspectos, y sí que es cierto que en una el diálogo es prácticamente inexistente mientras que en ésta obra el diálogo introspectivo que mantiene nuestro protagonista es fundamental para conseguir transmitirnos los placeres culinarios de la buena mesa que saborea su paladar... pero sí que son obras que se asemejan en que su protagonista es una única persona, que se dedica a deambular por aquí y por allá, muchas veces sin un destino marcado de antemano y claro de por sí, el primero contemplando los placeres que nos ofrece la madre naturaleza y el propio ecosistema urbano, y el segundo saboreando los manjares que con sumo placer degusta como si de un experto gourmet se tratara (sin dejar de enseñarnos por ello esos barrios pequeños y encantadores, con ese tipo de construcción horizontal y sencilla tan característica de Japón, así como también zonas de inmmensas megalópolis como lo es Tokio y alrededores, u otros lugares impensables donde uno menos podría pensar que transcurriera esta historia, como puede ser un tren). Y todo ello utilizando un dibujo claro y detallista hasta el extremo más absoluto, provocando que el lector participe activamente de los relatos que nos proponen ambos autores, consiguiendo que las mismas vivencias de nuestro(s) protagonista(s) las hagamos nuestras y, en este caso, formándose un auténtico “agujero” en nuestro estómago, abriendo los ojos como “platos”, y deleitándonos y saboreando cada uno de los bocados como si fueramos nosotros mismos los comensales privilegiados invitados a la mesa en esta historia.
En resumen, y ya para ir concluyendo este "ágape", podemos afirmar que Taniguchi ya no nos sorprende a estas alturas con su discurso gráfico y visual, haciéndolo ya definitivamente nuestro, pero no llegando nunca a cansar y verdaderamente “devoramos”, nunca mejor dicho, cada una de estas “estampas japonesas” de un Japón actual que mantiene una cultura milenaria perfectamente adaptada e integrada a los nuevos tiempos, y que a través de sus bellas y sugerentes imágenes nos transmite un modo de vida que lo convierte en un pueblo único y sorprendente, mires donde los mires...
… una obra para los paladares más refinados, exigentes y exquisitos.
Un saludo cordial.
Hola. Estaba buscando fotos para la entrada que haré sobre este comic, que me encantó y llegué a tu espacio. Muy buena tu reseña, casi que no me dejás ada para decir!!! Jaja. Te cuento que encontré un sitio web muy loco, elgourmetsolitario.wikispaces.com, donde el creador hace una página de cada uno de los menúes y explica como se cocina y deja fotos y videos de la preparación real y todo...miy original, pero es que te quedás con la curiosidad ¿no? Saludos
ResponderEliminarLa curiosidad... y unas ganas de hincarle el diente a todo lo que se te ofrece que no veas. "El gourmet solitario" es una verdadera delicatessen para degustar y, si detrás de ello está el maestro Taniguchi, es un verdadero manjar.
ResponderEliminarY sí, muy curioso e interesante el enlace que indicas... habrá que echarle un vistazo de vez en cuando para ver como se elaboran cada uno de estos sugerentes platos típicos casi todos del país del sol naciente.