viernes, marzo 18, 2011

CRÍTICA: UN VERANO INSOLENTE de Denis Lapière & Rubén Pellejero

El tándem formado por Denis Lapière y Rubén Pellejero nos ofrece nuevamente una historia marca de la casa donde se focaliza lo narrado en la relación estrecha entre sus diferentes protagonistas, en esta ocasión enmarcada en ese periodo dorado que fue el México de la década de los 20, donde el arte, la cultura y los sentimientos de libertad afloraban en muchos de los personajes que confluyeron en la capital del país azteca… publicada en el país vecino en sendos álbumes BD por Editions Dupuis, reunidos en nuestro país en un único volumen, de tamaño más reducido que el álbum BD, por Astiberri Ediciones.

A través de la narración en primera persona de Théo, "supuestamente" escritor y amigo de todos nuestros protagonistas, contándole esta historia a un incauto taxista, y una vez se ha conocido la muerte de Tina Modotti acaecida en enero de 1942 (la cual nos inducen a pensar que no fue de muerte natural y sí relacionada con los recientes asesinatos de su compañero el cubano Julio Antonio Mella y del ucraniano León Trotski), nos introduce en la vida del México de 20 años atrás donde ese hervidero de intelectuales venidos de cualquier rincón del mundo confluyeron en la capital federal, en busca de la libertad revolucionaria: “… la libertad de ser, de pensar y de vivir. La libertad más absoluta que te transforma y cambia el mundo”. Y allí se reunieron grandes nombres de la cultura y la política de esa década prodigiosa como Rafael Sala, Xavier Guerrero, Jean Charlot, David Alfaro Siquieros, José Clemente Orozco, Manuel Álvarez Bravo, Diego Rivera, Claro, Edward Weston, Tina Modotti, Manuel Galván, Nahui Ollin, Gerardo Murillo, Luis y Pepe Quintanilla, entre otros muchos más…

Esta historia intenta narrarnos un trozo de la Historia, un momento convulso pero con muchos movimientos, tanto revolucionarios como culturales, en el primer tercio del siglo XX, un siglo donde los movimientos vanguardistas de toda índole eclosionan por doquier por toda la vieja Europa y cruzan el charco para hacerse un hueco en muchos países del continente americano. Es un momento de ansia de libertad, de ver el mundo de una manera más libre y no tan anclada en un academicismo y un historicismo recalcitrante, un periodo donde surgen grandes nombres en cualquier campo tanto de las ciencias como, sobre todo, de las artes, un momento donde los movimientos sociales se movilizan y sus integrantes, venidos de todas los estratos de la sociedad, claman al cielo para hacerse oír y ser oídos por aquellas élites que viven encerradas en si mismo y eran los que subyugaban a la mayoría de la población con sus aires de libertad, igualdad e independencia. Y un lugar donde este neorenacimiento vanguardista tuvo uno de sus centros de mayor ebullición creativa y hervidero de mentes preclaras e incluso anárquicas en el México de los años 20-30, un México surgido entre la llamada Revolución Méxicana (la de Zapata y Villa entre otros), la consolidación del comunismo y la inmminente llegada de la II Guerra Mundial con la posterior bonanza ecómica del país en la década de los 50 (el llamado 'Milagro Mexicano'). Y la sombra imparable del comunismo surgió como una verdadera y auténtica fuerza, motor y voz del pueblo, que abría las mentalidades de los ciudadanos en busca de una sociedad más justa, equitativa y solidaria en beneficio del conjunto y no de la individualidad... y es en este contexto donde transcurre la historia que aquí se nos narra.

Como muy bien nos indica el título de esta obra, la acción, tal como nos la cuenta Théo, comienza en agosto de 1923 en Ciudad de México con la llegada de Edward Weston para reecontrarse con su amante Tina Modotti. Él intentando huir de un matrimonio roto y emigrando de la calurosa California a la no menos calurosa México, siguiendo los pasos de la italiana Modotti la cual era a su vez su ayudante y aprendiz en el mundo de la fotografía. Una relación sentimental que no acaba de consolidarse por los continuos devaneos de Tina, mujer liberal y adelantada a su tiempo que buscaba equiparse a los hombres teniendo ella los mismos derechos que disfrutaban ellos, y por la personalidad celosa y perdida de un Weston que solo encontraba verdadero refugio en la fotografía, buscando y localizando lugares diferentes a los que dar una nueva mirada, pequeños retazos de la Historia pero que carecían de esa relevancia que les permitiera pasar a los libros de Historia, porque simples enfoques muy personales trataban más a lo que rodea al hombre, su hábitat y su condición social, que a él mismo como protagonista principal que deba quedar inmortalizado con el paso del tiempo. Por eso sus fotografías más famosas tratan de eso, del transcurrir del tiempo y de la huella que deja en lo cotidiano, lo insignificante, lo invisible: el paso de las nubes, sus formas siempre distintas, los objetos privados de los hombres, simples utensilios sin nada de arte e importancia si no se las da, los primerísimos planos de cosas, objetos varios y de la naturaleza, la cotidianeidad... toda una serie de sentimientos que Weston quería plasmar en sus fotografías y que le alzaron al Olimpo de los artistas más vanguardistas, aunque siempre quedaba ese trabajo de encargo que hacer para poder vivir de él. Es la belleza de lo sublime, de lo simple y cotidiano, de lo verdaderamente libre por naturaleza.

Ambos autores de esta obra, durante toda ella, nos ofrecen multitud de instantáneas, tanto como reproducciones de las mismas como mostrándolas como escenarios vividos y fotografiados por ellos, pero formando parte de lo aquí narrado, que es un perfecto documento de la importancia de lo que nuestros protagonistas inmortalizaron en infinidad de fotografías para que éstas pasaran a la posteridad como reportaje visual de un fragmento de la Historia. En cualquier antología de la fotografía, en libros dedicados a ellos, o por la fundamental herramienta que es internet, podréis comparar in situ el magnifico trabajo de documentación emprendido por Lapière y Pellejero para insuflar vida a esta bande dessinèe.

Pero realmente el título de esta obra también intenta reflejar claramente ese cálido momento, ese himpás que se produjo a principios del siglo XX en la Ciudad de México donde, como ya hemos referido anteriormente, había un caldo de cultivo cultural en ebullición así como nuevos vientos que intentaban dar un golpe de timón y lograr que el pueblo alcanzara su eterno sueño de libertad. Asimismo, en un reflejo del calor que existía (y existe) en un clima como el mexicano, árido y tremendamente seco, que perfectamente refleja Pellejero con un acertado uno de colores cálidos y terrosos (en esta ocasión por ordenador), donde los colores ocres y marrones predominan sobre el resto, colores representativos de un país donde el sol y el calor está presente siempre en el día a día, en una sociedad básicamente rural y campesina.

Y, naturalmente, como el mismo Pellejero reconoce, su libro (más bien dos) de cabecera durante estos dos años de trabajo (y, como él mismo dice, obra desconocida por Lapière) ha sido el de Ángel de la Calle dedicado a una de nuestras protagonistas, Modotti, una mujer del siglo XX (Sins Entido, 2003/5). Una obra realmente interesante, recomendabilísima (podéis leer aquí la reseña que en su momento Susana escribió sobre la misma), y que nos cuenta la biografía de una de las mujeres más importantes e influyentes de la primera mitad del siglo XX.

Después de que este tándem haya realizado ya tres trabajos juntos (El Vals del Gulag, Un poco de humo azul y éste del que hoy hemos hablado, dividido en dos volúmenes), los cuales han dado un buen resultado y han recibido buenas críticas dentro del mundillo, habrá que esperar a que se vuelvan a reunir nuevamente (y a buen seguro que lo harán) para crear juntos una nueva historia, enmarcadas siempre en un trasfondo histórico y narrándonos siempre las relaciones entre los seres humanos.

De momento, a través de Astiberri y en ediciones correctas con buen papel y en formato reducido [17x24 cm.] (puede que a algunos no les guste porque modifica el resultado final de Pellejero al no poder contemplar con toda su magnitud el detallismo que imprime en muchas de sus planchas, pero que a mí no me desagrada ya que el dibujo de este badalonés acepta mejor que otros dibujantes la reducción de tamaño), esperemos ver pronto más trabajos de Pellejero con otros guionistas, obras que están ahora en preparación o ya finalizadas (ya concluido Destinos: La venganza (tomo 13), con guiones de Pierre Makyo (Glénat) y, en preparación, un western con guiones de Jean Dufaux (Dargaud), y un proyecto personal como autor completo, Borax)… seguro que aumentarán más si cabe y con una gota de calidad la extensa bibliografía de este autor, ganador, recordemos, del Gran Premio del Saló del Còmic de Barcelona del 2010. Y, para concluir, recomendaros que leáis la entrevista que Giuseppe le realizó a Rubén Pellejero el año pasado.

Un saludo cordial.

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