Nos encontramos de nuevo con el Jiro Taniguchi como autor completo de la obra, el Taniguchi que sabe tratar como nadie los sentimientos del ser humano, capaz de encontrar cualquier tipo de historia, por extraña e imposible que pueda parecernos, que nos sepa transmitir toda una serie de sensaciones, de tesituras, de problemas, que son capaces de llevar a las personas a situaciones límite, sentimentalmente hablando, pero utilizando un lenguaje cercano y amable que consigue desdramatizar una historia que de por sí no lo conseguiría.
Cielos radiantes, nuevamente de la mano de la Editorial Ponent Mon, en un único volumen de tapa dura y con sentido de lectura occidental, nos cuenta la historia del joven Takuya Onodera que sufre un accidente de moto al colisionar con un coche que se salió de la trazada conducido por el otro protagonista de esta historia, Kazuhiro Kubota. Este último muere en el accidente pero su 'alma', de una misteriosa manera, invade el personaje de Takuya con lo que el joven logra salir del coma pero albergando la personalidad de Kazuhiro. La situación no es comprendida ni por nuestros protagonistas ni por sus familias... desde un primer momento se cree que Takuya ha perdido momentáneamente la memoria, ya que no recuerda nada de su vida pasada ni reconoce a su familia, es más, él insiste que realmente es Kazuhiro y que se encuentra atrapado en el cuerpo de Takuya. A partir de este punto, y una vez abandonado el hospital, su máximo anhelo es visitar a la que dice que es su familia, su mujer Michico y su hija Tomomi, gracias a la ayuda de la novia del joven motorista, Kaori Okita, mientras éste poco a poco va recuperando su verdadero cuerpo, su verdadero yo, mientras Kazuhiro lo va dejando también para descansar en paz.
La historia, como podéis comprobar una vez leído su argumento, es rocambolesca por sí misma y totalmente impensable que pueda suceder y, aunque pueda parecer a primera vista que nos vamos a enfrentar a una historia totalmente enrevesada y que no hay por donde cogerla, se va convirtiendo de manera sencilla y natural en una historia típica 'taniguchiana', de esas que te llevan a la lágrima fácil y, porque no, al sinsentido y la injusticia de la vida, al verdadero sufrimiento del ser humano, pero que al final lo único que te transmiten es llegar a quedarte a gusto contigo mismo, donde las relaciones familiares y de amistad son realmente fundamentales para la existencia de uno mismo, y terminar siendo un final que resulta inesperado por su llaneza y su simplicidad comparándolo con el comienzo de la lectura, de gran impacto negativo inmediato desde un primer momento.
Taniguchi con esa línea clara y realista que le caracteriza, cuidando hasta el más nimio de los detalles, creando unas ambientaciones magnificas y reales donde desarrollar la historia, consigue encauzar al lector hacia el terreno que él quiere: "... en esta historia he querido plasmar mi sospecha de que en la vida de una persona suceden cosas que determinan su evolución futura [...] serían esos instantes en que uno vuelve a ser quien es; esas situaciones en que uno se reencuentra consigo mismo. Me queda la duda de si habré podido transmitir a los lectores que todos afrontamos esas encrucijadas".
Puede que Taniguchi haya podido transmitirnos esos anhelos personales suyos, tanto en el personaje de Kubota, arrepentido una vez muerto de que debería haber hecho algo más por su familia, estar más con ellos y no verse abocado a un trabajo estresante sin horario de salida... y a través del cuerpo de Onodera intenta corregir estos hechos aunque ya sea demasiado tarde... al igual que Onodera, que a raíz de este funesto accidente, madurará como persona y comprenderá que las relaciones entre los seres humanos es algo más importante que el vivir exclusivamente para uno mismo.
Un "Taniguchi" más al saco... no sé si lo habéis notado, pero me encanta leer/ver a este maestro del manga. Y a pesar que a la hora de realizar las anatomías y rostros de sus personajes es bastante repetitivo y algo hierático, sus historias, algunas mejor que otra, por supuesto, transmiten un no se qué que hace que las lectura de sus obras te transmitan una sensación realmente placentera, tanto a la hora de representarte las relaciones entre las personas, así como transmitirte la belleza del entorno que les rodea y, cómo no, conseguir siempre que se convierta uno en un verdadero enamorado de la cocina nipona, tema recurrente también en casi toda su obra... Siempre resulta una verdadera delicatessen el leerlo y degustarlo...
Un saludo cordial.
Totalmente de acuerdo contigo, yo también le encuentro ese no se qué a los cómics de Jiro, que es lo que ha provocado que me convierta en absoluto fan suyo.
ResponderEliminarSaludos.
... y de momento tenemos efecto Taniguchi para mucho, mucho tiempo, o sea, a seguir disfrutando de él aquí gracias a Ponent Mon sobre todo :-)
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