Cuando uno empieza a tener una cierta debilidad por un autor, no sabe muy bien si las sensaciones que tiene al leer cualquiera de sus historias son debidas a la calidad que tienen, o que empieza a entrar en ese círculo vicioso en el que todo lo que hace te parece que es indiscutiblemente bueno. Sfar es uno de esos autores que acaban enganchando al lector que busca cierto tipo de historias, y si a esto unimos que parece que el solo se bastaría para llenar el catálogo de muchas pequeñas editoriales, tanto por cantidad, como por variedad, ¿podemos afirmar que estamos sin duda ante alguien fuera de lo común?
Lo único que tengo claro es que cantidad y variedad no es suficiente para contestar afirmativamente la anterior pregunta, pues también tiene que cumplir que todo esto esté acompañado de una cierta calidad, algo que parece que la mayoría de los críticos tienen muy claro.
Pero vayamos por partes. Es de agradecer cuando uno lee algo, sea lo que sea, que si además de conseguir la reflexión del lector, todo nos sea contado de una forma directa y sencilla, consiguiendo transmitir, tan brillantemente, toda una serie de conceptos, de experiencias y de sensaciones, que en ningún momento el autor pretende ganarse al lector y, por tanto, intentar que tomemos partido. Si a esto unimos el que consiga que nos entusiasmemos sobremanera por el tema tratado, y por unos personajes cada vez más de carne y hueso y, por tanto, más creíbles a los ojos del lector, entenderéis del por qué de mi entusiasmo por esta obra y, por tanto, extrapolado a su autor.
Sfar juega muy bien sus bazas, como si de un prestidigitador se tratara, para tratar unos temas tan peliagudos como son la intolerancia racial y el integracionismo de los diferentes pueblos. Y lo hace partiendo de una leyenda que habla de un legendario pueblo judío, situado en lo más profundo del África negra, en alguna parte de Etiopía. Todo girará alrededor de la búsqueda de este pueblo de leyenda, por parte de nuestros pintorescos protagonistas. Y será a través de sus ojos, la forma en que se nos irán mostrando las diferentes costumbres y religiones, de cada uno de lo pueblos por los que irán pasando. Pero sobretodo se conseguirá mostrar que, no son los pueblos o las religiones las que se muestran intolerables, sino los propios individuos, como claros exponentes de la problemática de la convivencia entre diferentes culturas.
Y será en esta historia donde el gato y el rabino se mostrarán más maduros que nunca, como si hubieran llegado a comprender que todo no está en la palabra y el debate, que todo no consiste en querer hacerse oír, sino en hacerse sentir y, sobretodo, en querer escuchar. Conocéis esa sensación difícil de explicar, en la que uno sabe muy bien cuando algo o alguien le produce buenas o malas vibraciones, pues eso es precisamente lo que transmiten cada uno de los personajes de esta historia. Por otra parte, Sfar nos trasmite el fondo de la historia, valiéndose principalmente de la forma, haciéndolo magistralmente, sin grandes alardes, ni maniqueos intencionados, fluyendo y avanzando con una agilidad portentosa, como quien no quiere la cosa.
Teniendo en cuenta que muchas veces nos encontramos con historias que, por sus pretensiones, lo único que aportan son una serie de elementos puestos al servicio del espectáculo, donde se nos ofrece una pirotecnia cuya única intención es la de hacerse notar, pero que en realidad lo único que ofrece son unos valores completamente huecos que pierden todo su valor, al poco tiempo de explotarnos en la cara. Jerusalén de África huye de todo esto claramente, consiguiendo introducirnos fácilmente en las vivencias de este grupo tan peculiar, de ese mundo que ha creado el autor, que ni intenta ser constructivo, ni destructivo, como para tener que arrastrar a nadie hacia ciertos ideales. Y esto es algo muy de agradecer.
Con todo esperemos que Sfar no caiga en la fórmula repetitiva, en esa pura juguetería usada como un recurso fácil y eficaz en un principio, pero que acabe por agotarse con el paso del tiempo, como les ha pasado a muchos autores a lo largo de la historia tebeística.
En resumen, si queréis vivir una aventura junto con un pintor ruso, un retirado soldado casado con la muerte, un anciano jeque amante de la música, un joven rabino un poco intransigente, y un viejo rabino cada vez mas transigente, por supuesto sin olvidarnos de nuestro gato parlanchín, este viaje al Jerusalén Africano será, sin duda, un bonito viaje para todo el que quiera probarlo.
Por cierto, Sfar promete que el próximo número girará entorno a la tragedia y el erotismo, así que vosotros mismos.
Y si queréis leer, en este mismo blog, un post que hice sobre los cuatro primeros números de esta serie, lo podéis leer aquí.
Justo me lo acabé el otro día y que queréis que os diga: Sfar me ha enganchao!!! y ya tengo otro esperando, pero me da quele va a tocar esperar poco porque "se" va a colar en la fila :-)
ResponderEliminarBesitos
Después de haberse leído Ximo los 5 tomos, haberse comprado Susana el primer tomo, y después de haber leído las doctas palabras de Mar, me parece que no tendré más remedio que caer en la tentación de leémelo. Y es que de Sfar llevo un retraso que no veas...
ResponderEliminarPues a mi me pasa también lo mismo, siempre tengo alguno de Sfar esperando, y siempre consigue colarse no se sabe muy bien como, hay que ver lo habilidosos que son los puñeteros. Aunque esta vez tiene fuerte competencia, pues hay también esperando un tal Chester Brown con su Nunca me has gustado, que no se que va a pasar ...
ResponderEliminarcreo que tendrás que prestarmelo, eres mi suministrador de comics, de todos modos algún día me explicaras de verdad que haces para tener tanto rollo, jejeje un besito guapo
ResponderEliminarUna estupenda reseña para un cómic fuera de lo común, incluso dentro de la producción de Sfar
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