miércoles, enero 28, 2009

CRÍTICA: CRÓNICAS BIRMANAS de Guy Delisle

La capacidad innata de contarnos las cosas, a simple vista, más insignificantes que le pueda suceder a uno en el día a día y conseguir hacerlas para el lector amenas, atractivas, divertidas e interesantes, y pedagógicamente hablando también, es una virtud que no está al alcance de tantos autores como parece y, al mismo tiempo, capaces de poder lograrlo. Y uno de estos autores que sabe conseguirlo sin problemas, llegando al lector de una manera fácil, sencilla y directa, sin artificios de ningún tipo, es Guy Delisle.

En estas Crónicas Birmanas que nos narran, a modo de diario de viaje, su estancia en ese país asiático (ahora llamado Myanmar) durante un año y, más concretamente, en su capital Rangún (sustituida actualmente como capital por Naypyidaw), Delisle utiliza el mismo desarrollo y planteamiento que utilizó en sus dos anteriores obras, cuya temática y objetivo final son similares a los que nos encontraremos cuando nos enfrentemos a la lectura de esta obra. Nos estamos refiriendo a Pyongyang (que contaba su estancia en la capital de Corea del Norte) y Shenzhen (esta vez en esta ciudad china), ambas publicadas también por Astiberri Ediciones. Podéis leer el post que en su momento hice de ambas obras pinchando aquí.

Delisle efectúa su tercera incursión a un país gobernado con férrea mano por una dictadura de ideología comunista, países que para nosotros los “occidentales” son verdaderos desconocidos en todos los aspectos, cerrados a cal y canto a casi toda influencia externa y de los que es muy difícil lograr que llegue hasta nosotros cualquier tipo de información que nos esclarezca cómo vive su gente. Y esto, precisamente, es otra de las razones que hace tan atractivas las obras de Delisle. Son verdaderas minienciclopedias, con su particular forma de ver y contarnos las cosas, que son un interesante compendio, aunque una exigua ventana, que nos permite asomarnos, aunque brevemente, a estos países de régimen comunista tan herméticos y desconocidos realmente por todos.

Junto a su mujer Nadège y su hijo Louis viajan a Myanmar, ya que ella es cooperante de Médicos Sin Fronteras y tiene que estar un año formando parte de los proyectos de la misión que tiene esta ONG en este país. Fundamentalmente, Delisle se encargará de cuidar a Louis mientras Nadège se dedica al trabajo que le ha llevado a este país asiático. Y, así, nos va narrando a modo de breves capítulos cada una de las vivencias, anécdotas y descubrimientos que le irán sucediendo a él y a Louis mientras hace turismo por la capital o peripecias que le ocurren en su día a día, hechos cotidianos y caseros que le suceden y que lo son extraños para él por lo diferentes que estos son a los que está acostumbrado en su país de origen.

Delisle es capaz de contarnos las peripecias que vive en Birmania con una gran simplicidad y, muchas veces, cargada de una gran ironía, siempre llevando implícito en sus pensamientos y breves comentarios esa crítica velada de una sociedad y una cultura que no comprende, unos adelantos a nivel de vida cotidiana muy atrasados en comparación a lo que está habituado y, sobre todo, un régimen militar férreo que tiene subyugada a la población que mantiene al país aislado internacionalmente, incluso aunque dé la impresión que la población acepta sin fisuras un régimen como éste. Pero finísima e inteligente ironía que, más que ser un alegato descarnado a favor de las ventajas de la sociedad “demócrata occidental” frente a la sociedad “dictatorial oriental”, con discursos personales y subjetivos para demostrarnos que es lo que está bien y que es lo que está mal y, por tanto, que es lo que eliminaría para sustuirlo por algo más lógico y racional, es empleada en este caso más con talante objetivo, que es capaz de producirnos constantemente más de una sonrisa a nosotros los lectores al enseñarnos sin tapujos ni cortapisas los “sufrimientos” y “desventuras” de un “pobre occidental” en un país como éste típico de la zona de influencia de los monzones y que tan diferente puede ser a los nuestros en todos los aspectos posibles.

Por lo tanto, Delisle expone sus vivencias en Birmania en breves capítulos de una a cuatro páginas a modo de anecdotario de todas las cosas que ve y siente durante su estancia de un año en este país, tanto en la capital Rangún como desde las visitas turísticas que hace junto a su mujer a lo largo del país o, incluso, a Tailandia. Así nos va contando, en un tono mordaz e irónico al que ya nos hemos referido más arriba, hilarante muchas veces, que provoca en el lector un goteo constante de carcajadas a costa del propio autor. Desde las luchas diarias con el aire acondicionado y sus constantes cortes de luz, agobiado como está por el sofocante calor que hace en el país, sudando la gota gorda incluso en la sombra, pasando por su visión crítica, pero comedida, respecto a este régimen dictatorial donde los militares gobiernan con mano férrea el país, contando con su presa política más famosa como es la Premio Nobel de la Paz Aung San Suu Kyi, retenida en una casa cerca de donde ellos residen, la implacable censura, que provoca que te llegue la información a cuentagotas, los problemas para poder estar conectado a internet, la exótica comida birmana que le provoca algún que otro “problemilla” de salud, los contados “oasis” occidentales donde poder “regresar” a la “civilización” y sentirte como en “casa” de las diferentes embajadas u ONG’s extranjeras, las reuniones con los miembros desplazados de ciertas ONG’s que le permite estar conectado de algún modo con el mundo exterior... Naturalmente, el autor no sólo a venido a visitar y ayudar a su mujer, también “intenta” trabajar en su nuevo álbum, así como aprovecha para dar clases de animación particulares a un reducido grupo con los pocos medios de que dispone, pero que le permite aportar su conocimientos en este campo y sus contrastados dotes pedagógicos sobre la materia.

La facilidad con la que Delisle sabe llegar al lector con la utilización de un trazo simple y, podríamos atrevernos a afirmar, “pseudoinfantil”, con el uso de una simple escala de grises para dar profundidad y volumen a su estilo de dibujo, es verdaderamente perfecta a mi entender, apoyándose en todo momento en lo interesente de la narración en sí, en la capacidad de sabernos transmitir, a través de una gran variedad de gestos de los diferentes personajes que se suceden, todo lo que necesita contar y transmitirnos de su manera de pensar y sentir, con esa descripción personal y fidedigna con la que consigue hacernos partícipes de sus vivencias en los diferentes países orientales en los que ha estado, por motivos o no profesionales, aderezada con una potente carga irónica en cada una de sus opiniones respecto al pensamiento político imperante y de gran curiosidad e interés en cada una de las descripciones de un modo de vida y una cultura tan diferente a la que nosotros denominamos “occidental” pero igualmente respetable pero, al mismo tiempo, tan desconocida.

Sólo me resta recomendaros, habiéndolo ya intuido con lo dicho aquí, la lectura de esta obra, que no tiene desperdicio de principio a fin, perfectamente editada por la Astiberri (como ya nos tienen acostumbrados), y que estoy convencido que no os defraudará ni un ápice y que os permitirá conocer algo más de un país totalmente “lleno de interrogantes” para nosotros los europeos como es la Unión de Myanmar, la antigua Birmania.

Un saludo cordial.

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