El pasado mes de febrero EduXavi publicó en el blog una pequeña noticia extraída de DeCine 21. En ella podía leerse que Neil Jordan sería el encargado de adaptar al cine “The Graveyard Book”, la novela de Neil Gaiman, ilustrada por Dave McKean, que había sido galardonada con el Newbery a la Mejor Novela Juvenil estadounidense. El estreno de la película estaba previsto para el año 2011.
Cuando se tiene todo ese tiempo por delante, una suele coger la noticia y guardarla en un cajón de sastre que irá llenándose poco a poco de cosas interesantes, de esas cosas que habrá que tener en cuenta en un futuro no muy lejano, consiguiendo que el cajón de sastre acabe convertido en un cajón sin fondo en el que a las noticias escogidas se les acaba perdiendo la pista. Hasta que un día, cuando menos te lo esperas, vuelves a tropezar con ellas.
Esto fue lo que ocurrió cuando me encontré con la versión en castellano de la novela de Gaiman, publicada por Roca Editorial dentro de Roca Junior, destinada, en principio, a lectores a partir de 9-10 años, y, sobre todo, al niño que todo adulto llevamos dentro: El libro del cementerio. La novela llegaba atesorando un nuevo premio -el Hugo a la Mejor Novela de este año-, pero no las deseadas ilustraciones de Dave McKean, sino las de otro autor no menos conocido y admirado en el ámbito de la literatura infantil y juvenil, aunque con un estilo totalmente distinto: Chris Riddell (leer el post que hice sobre Ottolina i la gata groga de Chris Riddell).
Ocurre a menudo, pero sobre todo en este sector de la literatura viene siendo habitual que se publique una novela y se vaya pensando al mismo tiempo en su posible adaptación al cine. El proceso es largo, lo que permite al lector recrearse en el placer de la lectura e idear una película propia protagonizada por los personajes tal y como los ha imaginado antes de verlos transformados -o mejorados, según se mire-, en la gran pantalla. No había prisa, pero no pude dejar de aprovechar unas fechas tan propicias –el último fin de semana de octubre, tras ver en televisión una de mis películas favoritas, la adaptación que Tim Burton hizo del clásico de Washington Irving, Sleepy Hollow- que habían generado ese ambiente especial que siempre es necesario para procurarnos la perfecta inmersión en un mundo por el que a cierta edad se siente aversión y hasta pánico y al que uno debería aprender a mirar con otros ojos, con los ojos de un niño, claro.
Y es que, aunque los dibujos de Riddell acaban dando a la novela un tono más infantil y hasta encantador a esta historia, el “escalofriante” relato gira entorno a los habitantes, vivos y muertos, de un lugar un tanto especial.
El protagonista de El libro del cementerio es un niño que apenas tenía dos años la noche en la que el hombre Jack mató a su familia. Había escapado a su suerte abandonando su cuna y dejando atrás el que había sido su hogar. Con paso vacilante se había dirigido hacia la colina en la que se encontraba el antiguo cementerio, limitado con una verja de hierro con barrotes acabados en punta y una alta tapia de ladrillo, en donde una sombra hecha de niebla y luz de luna que conformaban el cuerpo de una mujer pálida y regordeta que en vida se llamó Betsy Owens lo tomó en sus brazos. Fue ella a quien el fantasma de la madre del niño le pidió encarecidamente que lo protegiera de aquel hombre que lo buscaba para hacerle daño, y fue ella quien le daría el nombre con el que en adelante sería conocido por todos: Nadie.
Nad creció en el cementerio custodiado por sus padres adoptivos, los Owens; un tutor que le proveía de todo lo necesario para vivir, Silas, una criatura singular que no pertenecía ni al mundo de los vivos ni al de los muertos y cuya dieta incluía un único alimento, y una profesora cuya presencia solía coincidir con la de un enorme perro gris que merodeaba entre las tumbas, la señorita Lupescu, que en ausencia de Silas le instruía en las más variadas e imprescindibles disciplinas que todo niño vivo en un mundo de muertos debería conocer: por qué hay que mantenerse alejado de los ghouls -esos demonios que habitan en todos los cementerios y se alimentan de cadáveres-, cómo reconocer sus tumbas antes de que sea demasiado tarde, cuántos tipos de criaturas existen –los vivos, los muertos, los seres diurnos y los nocturnos, los ghouls y los moradores de la niebla, los grandes cazadores y los sabuesos de dios-, cómo pedir ayuda en todos los idiomas posibles, incluido el de los ángeles descarnados de la noche…
Nad había contado desde el principio con la protección de la Dama de Gris, esa hermosa dama con la que todos hemos de encontrarnos al final de nuestros días, consiguiendo con ello la aceptación de todos los que residían en aquel recinto considerado como una reserva natural en la que no se enterraba a nadie desde hacía años y en la que convivían muertos de diferentes épocas y condición: desde panteones y mausoleos hasta el trozo de mármol cubierto de musgo que era lo único que quedaba de la lápida de época romana que antaño señalaba la sepultura del más antiguo de sus moradores, Cayo Pompeyo. Pero también una antigua capilla gótica con un modesto campanario y una cripta en la que guarecerse y un túmulo excavado en la parte más alta de la colina, que ya era antiguo en época de los romanos y de los celtas, la tumba del Hombre Índigo, el lugar en el que El Sanguinario aguarda el regreso de su dueño.
En el camposanto cada uno tiene su lugar, estableciéndose límites entre el cementerio propiamente dicho y la tierra sin consagrar, el erial donde se encuentra la fosa común -en donde está enterrada Liza, la niña bruja, sin una lápida con su nombre grabado-, la de los suicidas, al otro lado del espino, y la de los ajusticiados, junto a las zarzas.
Nadie aprendió a leer en las letras grabadas en las tumbas, a cantar antiguas canciones populares inglesas, a soñar con visitar esos lugares remotos de los que el viajero Alonso Tomás García Jones solía hablarle, a vivir conforme a las reglas impuestas y a sufrir las consecuencias cuando se las saltaba, o a bailar el “Macabré” con la Dama de Gris para olvidarlo después, como hacen todos los que están vivos y han bailado esa Danza Macabra alguna vez. Sin embargo, conforme iba creciendo, crecía en él el anhelo de salir al exterior, de conocer qué había más allá de la verja del antiguo cementerio, de convivir con los que eran como él, ir al colegio, tener amigos, pero, también, de encontrarse en el exterior con el peligro que le acechaba desde niño y con el hombre Jack que no había dejado de buscarle durante todos estos años.
Como bien explica Neil Gaiman al final del libro, en esa parte imprescindible en todo libro que sirve para resolver los enigmas que se nos plantean, los “Agradecimientos”, El libro del cementerio (The Graveyard Book) le debe mucho a El libro de la Selva (The Jungle Book), de Rudyard Kipling, algo más que la semejanza del título, el guiño de los plátanos que nos recuerda la película de Disney o los paralelismos entre niños huérfanos criados por familias atípicas, en ambientes distintos a los suyos y junto a seres marcadamente diferentes que no sólo les ayudarán a hacerse mayores, sino a descubrir que existe una vida más allá de los límites que tienen marcados y que para crecer deben enfrentarse a aquello que desde niños les ha estado persiguiendo.
No estaría de más que los que se decidan a leer la novela releyeran también los relatos que conforman El libro de las Tierras Vírgenes, aunque sólo sea para identificar a los personajes que protagonizan ambas historias, convertidos bajo el prisma de Gaiman en míticas figuras del imaginario de terror. En su novela transforma la selva en un cementerio, pero no en uno cualquiera, ya que la imagen recurrente es la que el propio autor nos invita a utilizar, la del cementerio londinense de Highgate, declarado de interés cultural y natural, con su hiedra cubriendo las tumbas, la vegetación ocultando los mausoleos y los panteones, la niebla escondiendo las estatuas funerarias y las criptas que franquean los senderos que ascienden hasta la cumbre de la colina iluminadas por la luz de la luna, su celebre avenida de Egipto (el Paseo de Egipto en la novela) o las referencias a la asociación de los “Amigos del Cementerio”.
No podía el autor haber encontrado un escenario más ideal para desarrollar su historia y estimular la imaginación infantil: un ambiente victoriano y neogótico un tanto siniestro y misterioso quizás, pero lleno de una “vitalidad” asombrosa.
es un libro fantasioso y ficticio pero al mismo tienpo estriste e inspirador a la vez que increible es el mejor libro que e leeido en mucho tiempo me encata
ResponderEliminarBueno, es ficción, como todas las novelas. Lo bueno que tiene es su capacidad para recrear un mundo fantástico en el que los lectores podemos perdernos. De hecho, es de agradecer toda la literatura que como ésta consigue activar nuestra imaginación y nos permite vivir otras vidas imposibles.
ResponderEliminarEl libro está muy bien, pero la traducción es pésima desde la primera palabra. Leí 40 páginas de la traducción y ya habia encontrado 4 errores, asi que terminé leyendolo en ingles. Quien tenga oportunidad que haga lo mismo. No se quien ha contratado a esa tia traductora pero es muy mediocre.
ResponderEliminarcreeme yo tengo esa oprtunidad lo hare,gracias
ResponderEliminar"Esa tía traductora" ha sido la primera en protestar. El proceso de edición de un libro es largo e implica a muchas personas, aunque el único nombre que aparezca en la contraportada sea el de el traductor. Podéis hacer llegar vuestras quejas a la editorial http://www.rocaeditorial.com/contacto/
ResponderEliminarUn libro lejos excelente, transporta a un mundo terrorifico y a la vez maravilloso, donde se unen todos nuestros miedos y seguridades. Nadie representa los sueños de todos alguna vez, ser invisibles, desaparecer, desplazarse, ver en la noche, visitar mundos increibles... pero lejos, Silas es EL personaje, un monstruo encantador. Un "grande" que todos quisieramos tener.
ResponderEliminarGracias, una gran novela!
Nada mejor que la imaginación de Neil Gaiman para mostrarnos esos otros mundos en los que, con toda seguridad, nos gustaría haber vivido y personajes con los que compartir la experiencia, al menos en nuestros sueños.
ResponderEliminarpero como se acaba???
ResponderEliminares un gran libro ,mi hija de 11 años lo leyo y yo tambien,se lo recomiendo a los amantes d la literatura es una obra mas de las fantastics novelas d neil giman.es maravilloso .nadie el catire,buen protagonista!xoxoxo
ResponderEliminarme encanta este libro es uno de mis 7 libros favoritos!!!! a mi me encantan los libros de misterio.
ResponderEliminarTiene buen desenlase buen final y ovbiamente un muy buen principio.
Atte:la mas hermosa anonima que existe en el mundo.