En su interior, el texto alterna con un dibujo de trazo muy fino, lleno de detalles caricaturescos y de una pintoresca ornamentación que nos transporta a una época muy próxima a los años veinte del siglo pasado. Las ilustraciones, en blanco y negro, tienen una única concesión al color: los insistentes toques rojos que aparecen indefectiblemente en cada página resaltando aspectos concretos de la misma. Por su apariencia, el libro simula igual un diario que un antiguo cuaderno en el que su metódica e imaginativa propietaria hubiera ido anotando prolijamente todo cuanto le hubiera sorprendido, incorporando, a modo de collage, planos, fotos, anuncios, recortes de periódico y continuas referencias a cosas que han ocurrido antes o a aquéllas que aparecerán más tarde. En cuanto lo abres, te das de bruces con una historia de “detectives aficionados” (una niña pizpireta y su mejor amigo, el Sr. Munroe, un ser pequeño y peludo), ladrones, desapariciones inexplicables, apariciones sorprendentes, paseos nocturnos por callejones oscuros iluminados por farolas estilo art nouveau, timbas de póquer, disfraces a mansalva, animales (perros, gatos y osos) antropomorfos...
El autor, Chris Riddell, nació en Sudáfrica en 1962, aunque a muy temprana edad se trasladó con su familia a Gran Bretaña, en donde sigue en la actualidad, viviendo con su mujer y sus tres hijos en Brighton. Además de ilustrador y escritor de libros infantiles y juveniles, es un famoso caricaturista político que dibuja tiras cómicas desde hace más de doce años para el dominical británico The Observer. Su trazo inconfundible y sus dibujos llenos de destalles le han reportado prestigiosos premios dentro del ámbito de la literatura infantil, como el Kate Creenaway, que se concede anualmente en honor de esta famosa ilustradora de la época victoriana, o el Nestlé Smarties Book Prize, premio anual que se concede a libros para niños escritos por autores británicos o residentes en Gran Bretaña.
Otra Cosa, con guión de Kathryn Cave, de la Editorial Elfos, galardonado con el Premio Unesco, y Más allá del Bosque Profundo y El Cazatormentas, ambos de la serie Las crónicas del Límite, co-escrita con Paul Stewart, editado por Roca Junior, son algunos de sus trabajos publicados en este país que no debéis dejar de leer si tenéis la ocasión.
Ottolina Brown es la protagonista de esta serie de aventuras, de la que Riddell ha publicado ya un segundo volumen titulado Ottoline goes to school. Hasta que ella crezca lo suficiente para poder acompañarles, sus padres, coleccionistas impenitentes de los más extraños enseres, la dejan al cuidado del Sr. Munroe para que vigile las colecciones cada vez que parten de viaje en busca de preciados tesoros. De hecho su hogar, el apartamento nº 243 del Pepperpot Building de Big City (una ciudad en la que los edificios reciben uno u otro nombre con arreglo a sus características “físicas”), decorado en estilo Beidermeyer (un remedo de estilo Biedermeier), está lleno de estanterías con caracolas, máscaras, paraguas, pero también de objetos tan insólitos y chocantes como sombreros de emperador, meteoritos, teteras con cuatro pitorros, lámparas de techo, botellas de rape, botellas de agua caliente, botellas azules, cazamariposas, peceras portátiles, tazas agujereadas o relojes de loro, que sus padres han ido acumulando a lo largo de los años. El mismo Sr. Munroe es fruto de uno de esos hallazgos; lo encontraron en un pantano de Noruega y lo adoptaron de inmediato, transmutándolo en “humano” al vestirlo con una gabardina estilo Hamphrey Bogard y unas enormes gafas de sol.
Ottolina también ha heredado en parte esa divertida afición, aunque en una vertiente mucho más lúdica: su colección de zapatos desparejados es famosa (como desparejados son los que lleva puestos) y no lo es menos su colección de postales, remitidas por sus padres de los más remotos y desconocidos países. A Ottolina, le gusta la lluvia, pisar los charcos, peinar el cabello del Sr. Munroe, escuchar las conversaciones de los vecinos, hacerse peinados diferentes o vestir una bata distinta cada día, resolver problemas complicados e idear los planes necesarios para resolverlos, aficiones estas últimas que comparte con el Sr. Munroe, a quien, por su parte, no le gusta que le peinen y su mayor deseo es convertirse en detective y conseguir un diploma como el de Ottolina.
Ottolina lleva bien eso de estar sola tanto tiempo sin sus padres: lo habitual es que las postales de sus padres lleguen con gran asiduidad y para los momentos de morriña siempre puede recurrir a releer las que ya le enviaron con anterioridad. Cada vez que salen, sus padres lo preparan todo para que ella no tenga que preocuparse de nada. Así que contratan a un montón de empresas especializadas para que se encarguen de las cosas de la casa para que ella pueda dedicarse a otras de las cosas que más le gustan: supervisar a los empleados mientras hacen sus tareas y poner en práctica sus dotes detectivescas para averiguar quién es el peligroso ladrón de guante blanco que está desvalijando a las ricas señoras de Big City y resolver el misterio de los perritos perdidos por los que sus propietarias ofrecen una gran recompensa. Para luchar contra la banda de la terrible Gata Amarilla ejercitará su habilidad con los disfraces, certificada con su diploma de la Academy of Subterfuge, y su capacidad deductiva, contando para ello inestimable colaboración del Sr. Munroe y de un gran oso del Canadá que prefirió quedarse a hibernar junto a las lavadoras del sótano del Pepperpot Building.
Tomando la lectura de Ottolina i la Gata Groga como un juego divertido en el que se nos invita a participar, ni la historia ni el dibujo defraudarán a los pequeños lectores que en más de una ocasión desearán adoptar la identidad de los protagonistas y convertirse como ellos en grandes y reconocidos detectives.
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