Un cóctel explosivo, con un cierto aire a Little Nemo in Slumberland, es lo que nos trae Tony Millionaire con su nueva obra publicada en nuestro país: un mono de trapo hecho de calcetines y un tanto ladronzuelo, de inquietudes bastante traviesas y repleto de un gran espíritu aventurero; un cuervo de juguete bastante teatrero y atolondrado que no sabe volar, pero que no cesará en su empeño de intentarlo, aunque en teoría le sea imposible por sus limitaciones físicas. A simple vista, son dos personajes que pueden resultar un tanto chocantes para el lector que se encuentra por primera vez frente a un cómic de este autor. Para los que ya lo conozcan de su anterior obra, Billy Avellanas (podéis leer pinchando aquí la reseña que hice en este blog), editada magníficamente por La Cúpula, ésta sigue los mismos parámetros que han convertido a este autor en uno de los más interesantes del panorama independiente americano. No olvidemos que su tira de prensa Maakies es una de las tiras más aclamadas dentro de círculo que forma la crítica americana. Teniendo incluso varios cortos de animación en su haber. Por otra parte, estamos ante el mismo caso de autor que, al igual que Alison Bechdel, da el salto a la novela gráfica aunque, por supuesto, sin dejar su faceta en las tiras.
Es obvio que a Tony Millionaire le encantan los seres artificiales para construir sus historias. En este caso envueltas de ese espíritu de los cuentos tradicionales, con una muy conseguida sensación de improvisación, al igual que los cuentos contados oralmente desde sus orígenes, pasados de boca en boca, con todo lo que ello conlleva. Es como si se dejase llevar por sus historias, como si las situaciones fueran fluyendo por sí solas. Nunca sabes lo que va a pasar, pues la lógica brilla por su ausencia. Lo importante es llegar a ese final realmente inquietante con el que absorber al lector, sin que con ello pierda esa sensación de sorpresa que puede abordarte en cada momento, aunque éste acabe de forma desastrosa. Pudiendo ser ventajoso si uno sabe conectar con ello pero, si no lo hace, puede llevar a una cierta confusión y distanciamiento.
Y, a todo esto, hay que sumar ese estilo tan detallista y a la vez retro que tiene el autor, con un dominio perfecto en el sombreado y en la planificación de página. Consiguiendo además una gran sensación de equilibrio narrativo, con una plasmación de todo tipo de objetos y arquitecturas que sirven como complemento perfecto al deambular de unos personajes que consiguen fluir fácilmente con todo ello. Estamos ante una obra bastante atractiva para todo el que guste de este tipo de historias. Interesante para todo el que quiera probar, aunque no sea en un principio el estilo que más le atraiga. Y muy recomendable, pues va mejorando con cada nueva lectura.
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