Aunque David Muñoz es un prolífico guionista de cómics, cine y televisión, venía suficientemente avalado por el excelente resultado de su participación en El espinazo del diablo, dirigida y co-escrita por Guillermo del Toro, una película que sigue impresionándome cada vez que la veo, tantos años después. Tirso Cons, “uno al que un buen día le dio por ponerse a dibujar y ahora no es capaz de dejarlo” y Javi Montes, que se ha encargado de colorear e iluminar esos magníficos dibujos, grandes dibujantes que trabajan tanto para el mercado francés como para el americano, conforman un tándem que funciona a la perfección y que ya me había sorprendido con El Ojo del Diablo (podéis leer la reseña que hice en su momento sobre esta obra pinchando aquí), con guión de Wander Antunes (qué lástima que no haya una segunda parte), publicado por Recerca Editorial, así que ya sabía que no iba a quedar defraudada. Y puestos a citarlos a todos, sólo nos queda Félix Ruiz, que ha tenido “el honor de participar haciendo el logo y la rotulación”, según sus propias palabras.
Con todos esos precedentes, no había duda de que Le Manoir pasaría a encabezar esa larga lista de cómics que una se muere por leer, aunque sea en francés y se lo pongan difícil, como viene siendo habitual cuando sólo el mercado francés puede beneficiarse de la lectura de trabajos de artistas españoles y nos tenemos que resignar a comprar por Internet o buscar a alguien que de tanto en tanto haga una escapadita allende los Pirineos.
Menos mal que siempre hay amigos con los que hacer un trueque interesante (gracias Juanmi), lo que nos permitió hacernos con el preciado tesoro y leerlo con avidez en cuanto llegó a nuestras manos. Y esa primera lectura, aunque rápida, ya satisfizo con creces las expectativas que habíamos puesto en ella, sensación que se confirmó con las siguientes relecturas, mucho más pausadas, que, hechas con mayor detenimiento, evidenciaron que la historia de la inocente niña pelirroja de cabellos rizados y sonrisa angelical era mucho más emocionante y misteriosa de lo que habíamos podido imaginar en un principio, lo que deberíamos haber deducido con los antecedentes de los propios autores, pero también con los de los pin-ups de José Luis Munuera y Tim Sale (ambos con colores de Javi Martín), Man Arenas, Dani Acuña, Thomas Von Hummant y Enrique Fernández que aparecen en el portafolios final del álbum. Un auténtico regalo.
Sarah es el primero de una miniserie de tres álbumes (con la posibilidad de continuar), en el que se nos presentan los personajes y se nos pone en antecedentes una historia con el nivel de intriga idóneo para mantenernos pegados a la silla mientras la leemos.
Aunque se desarrolla en 1949, la historia tiene su origen siglos antes en una abadía situada en un bosque próximo a Praga, en el momento concreto en que niños y jóvenes son perseguidos y masacrados por caballeros de una orden militar religiosa de un medioevo imaginario, que actúan bajo el mando de uno cuyo rostro tendremos ocasión de reconocer en más de una ocasión a medida que avanza la lectura (al igual que ocurre con cierto símbolo que aparece en la sobrevesta). Al flash back de ritmo trepidante y frenético con que se inicia, le sucede una calma sólo aparente. El ritmo no es lo único que va cambiando, también lo hace el color, que aparece ahora dando una pequeña tregua a la oscuridad que se nos avecina, presagiada por esos puntos rojos que nos miran desde detrás de la reja de un siniestro habitáculo. Junto a las ruinas de la antigua abadía se ha construido un nuevo edificio, custodiado por soldados armados, que alberga la Fundación Broemel, un orfanato en el que se recluye, según la versión oficial, a niños huérfanos que han sobrevivido a un extraño virus inoculado por la resistencia nazi seis meses antes a través de un ser terrorífico, el mismo virus que ha acabado con la vida de sus padres y que es capaz de volver locos a los que infecta y de transformarlos en monstruos. A fin de controlar el avance de la enfermedad, un grupo de médicos, encabezados por el enigmático doctor Simón (en constante lucha contra el siniestro Demian), ejerce un férreo control sobre los niños, pero especialmente sobre Sarah, que acaba de llegar al centro y está constantemente vigilada por dos médicos (Ralph y Dagmar, una mujer con una gran cicatriz en el rostro), ya que en ella parecen cumplirse los más oscuros presagios que podían haberse imaginado.
Precisamente por ser la “nueva”, llama la atención de los demás internos. Milos aparece una noche en su habitación y, a través de los pasadizos secretos que existen dentro de los muros y que comunican las diferentes habitaciones y dependencias, la lleva con los otros niños, Jan y Marketa, quienes le dan la bienvenida a Le Manoir des Murmures y le hablan de las voces y gritos que se oyen por las noches cuando acercan sus oídos a los muros, las mismas voces que ellos no pueden entender pero que Sarah puede escuchar perfectamente porque se dirigen a ella, marcándole las pautas a seguir para descubrir los secretos que encierra la Fundación y conocer la verdadera razón por la que están recluidos.
Y es que la pequeña Sarah es diferente. Lo sabemos desde el principio, desde el momento (y éste es uno de los que más me han gustado) en que casi notamos la brisa que llega del jardín a través de la ventana abierta trayendo consigo “algo” que la hace despertar, sin que ella sea realmente consciente de ello, del letargo en el que se encontraba sumida; cuando vemos que la medicación que le suministran no tiene en ella los efectos esperados por los médicos; cuando se recupera con una rapidez pasmosa de sus graves heridas; cuando vemos la reacción de los animales ante su presencia; cuando siente en su cuerpo la evidencia de la transformación, mucho más rápida que en los demás, pero, sobre todo, cuando se plantea las contradicciones en las que vive y duda, porque quizás lo hagan para protegerla, pero ¿en quién confiar, en los médicos que sabe que le mienten o en las voces que hasta ahora le han dicho la verdad?
Un guión muy ágil y absorbente, un dibujo adaptado plenamente al relato, narrado gráficamente con un lenguaje muy cinematográfico y con una paleta de colores muy oscura que juega con los fuertes contrastes de luces y sombras, ideal para iluminar un relato como éste -de corte fantástico, lleno de entresijos de épocas históricas pasadas y extraños seres mezcla de licántropos y vampiros- y necesaria para procurar al relato el toque tenebroso y terrorífico que requiere y que se va agudizando a medida que nos adentramos en la historia y presenciamos la progresiva transformación de la protagonista.
Si algunos de los momentos más especiales del verano han sido aquéllos en los que he disfrutado como una enana leyendo tebeos, ni que decir tiene que la lectura de Le Manoir des Murmures me procuró uno de los mejores. Igual que ocurrirá con toda seguridad estas navidades, cuando ya tenga en mis manos el segundo tomo, Demian, que la editorial francesa tiene previsto poner a la venta el próximo 12 de noviembre.
Claro que si alguna editorial se decidiera a publicarlos en castellano...
No hay comentarios:
Publicar un comentario