miércoles, febrero 23, 2011

CRÍTICA: ASILO ARKHAM: LOCURA de Sam Kieth

Uno de los edificios más conocidos del Universo DC, por no decir el que más, del que se han escrito ríos y ríos de tinta de manera directa o indirecta, es el Asilo Arkham, centro-penitenciaría-manicomio donde son confinados los mayores villanos de la ciudad de Gotham y, por ende, los archienemigos más temibles de Batman, lugar donde supuestamente se intenta curar y recuperar para la sociedad a superpoderes locos de atar capaces de infligir el más intenso de los dolores y el mayor de los terrores a sus conciudadanos… es decir, curarlos pero, sobre todo, tenerlos a muy buen recaudo bajo llave.

Una de las mejores obras que trató como ninguna este tétrico y carismático edificio fue, como muy bien nos indica su título, el Batman: Arkham Asylum de Grant Morrison y Dave McKean (pinchad aquí para leer la reseña que escribí en su momento sobre esta novela gráfica). Morrison definió como nadie la podredumbre y los secretos que esconde un edificio de tal magnitud y cometido en una historia que nos hablaba sobre la locura y quién está verdaderamente al otro lado de la finísima línea que separa a ésta de la cordura, y donde nos encontramos con un verdadero tour de force entre Batman y el Joker. Y todo ello magníficamente reflejado por la paleta gráfica y rica en cromatismos de McKean, uno de los dibujantes-ilustradores más capacitados para acometer tan ardua tarea de transmitirnos e insuflarnos con sus imágenes el horror que nos muestra la estructura misma de este edificio, tanto exterior como interiormente, y la negrura malvada que impregna de oscuridad más absoluta en cada uno de sus recovecos.

Asilo Arkham: Locura (Planeta DeAgostini), como si de un viejo reloj de cuerda de precisión suizo fuera (o casi), nos cuenta lentamente pero sin pausa un día del personal que trabaja en este vetusto lugar. Desde las 08:00 en que comienza el turno diurno, todos los empleados de tan “venerable” institución solo cuentan las horas, los minutos y los segundos para que sean las 19:00 y acabar su turno antes que la inhóspita y temible oscuridad inunde esta casa de locos… pero, ¿y si hay que hacer horas extras? ¿y si hay que hacer doble turno? ¿y si te toca hacer el turno de noche?... entonces todo un mundo inhóspito y misterio surge ante ti y nunca sabes si podrás ver llegar un nuevo día...

Médicos, enfermeras, guardias, celadores… todos ellos nos van enseñando un día cualquiera de trabajo en Arkham. Un lugar de pesadilla del que querrían huir pero no pueden, lo necesitan para subsistir aunque los pueda consumir muy lentamente. La verdadera prueba de trabajar en un lugar como éste es no morir en el intento o, lo que es lo mismo, no transformarse en uno más de los famosos reclusos que habitan este lugar que parece dejado de la mano de Dios… y para lograrlo buscan cualquier resquicio, cualquier oportunidad, cualquier rincón por insignificante que sea donde poder dejar de respirar ese hedor insano que pulula por el interior y el exterior de las paredes del asilo más famoso, muy a su pesar, seguro, del noveno arte.

Y es curioso como una simple bañera oxidada bajo un techo desvencijado bajo un viejo árbol en los terrenos que circundan Arkham, puede ser la perfecta vía de escape que te permita desconectar de tan terrible realidad… como apunta nuestra protagonista principal, Sabine Robbins, es el auténtico nirvana.

Pero, hacia la mitad de la obra, el que ya adquiriendo protagonismo principal es el Joker y, durante lo que es el temible por todos turno de noche en el asilo, comprobamos la relación causa-efecto de los actos del Joker sobre los empleados del centro, personas normales y corrientes que entran en una vorágine sin fin donde el terror y el miedo adquieren protagonismo y carta de naturaleza a causa de las “crueles” bromas de nuestro villano psicópata por antonomasia, utilizando para conseguirlo su particular colección de artículos de broma clásicos, un Joker que se asemeja más al prototipo de desequilibrado de los últimos años (y que tan bien caracterizó, por ejemplo, Heath Ledger en la última adaptación del personaje en la gran pantalla, Batman: The Dark Knight) que el más hilarante y caricaturesco bromista de antaño, lo que consigue que su nuevo rol infunda mucho más terror y pánico sobre la gente corriente que le rodea y que tiene la mala suerte de cruzarse en su camino.

Sam Kieth por lo que se ha caracterizado a lo largo de su carrera como profesional del medio es por tener un estilo muy marcado y personal, muy reconocible, llegando o rozando muchas veces lo caricaturesco, incluso grotesco, con un sentido del humor muchas veces negro, cínico y circundando lo absurdo. En obras como The Maxx, Epicuro El Sabio, The Sandman, Lobo demuestra que muchas veces para contar una historia, tanto si es autor total como si se dedica solo al apartado gráfico, se puede ser sarcástico y mordaz a la vez que serio y riguroso, fantasioso y surrealista a la vez que realista y creíble. Un autor que claramente prioriza la espontaneidad y la variedad de registros antes que la realidad y la corrección “académica” de los enfoques.

Como muy bien nos comenta Kieth en el apéndice de este volumen, este trabajo tan personal que ha querido aportar en esta obra, ha tenido un resultado final que, visto en perspectiva, tiene sus puntos a favor y su puntos en contra “… respecto a las técnicas que he utilizado (manipulaciones mediante collage, ordenador y fotografía sobre arte pintado a mano), mis sentimientos son encontrados en el mejor de los casos… decidí no ocultar mi estilo cartoon y dibujado a mano, ni mis acuarelas ni mis pinturas manuales, con trucos digitales y fotos manipuladas, mucho más realistas de lo que puedo lograr con ni estilo… el cómic sería un experimento para ver si esos dos estilos pueden fundirse, sin tener que enfrentarse, distraerse o disculparse entre sí… lo considero un valiente fracaso, algo ambicioso, pero en definitiva un buen argumento a favor de lo que dibujaré después de esto: algo hecho a mano que intentará mostrar acuarelas mucho más orgánicas… o algo más abstracto, ya que eso constituye el único territorio inexplorado después de todo ese enfermizo detallismo, excesivo para su propio bien, que he exprimido hasta matar en este cómic”. Una vez oídas las reticencias del autor una vez finalizado su trabajo (y que hay que reconocerle una sincera autocrítica que vislumbra la búsqueda del perfeccionismo como artista), yo solo quisiera apuntar que a mí sí que me ha parecido un buen trabajo de un autor que demuestra tener talento y recursos, que ha intentado mezclar diversas técnicas que, aunque a él le pueda parecer un poco demasiado experimental en su resultado final, dan como resultado una curiosa técnica que no desentona en su visión de conjunto, transmitiendo perfectamente al lector lo que puede significar trabajar en un lugar como éste, un antro de locos y para locos, donde todo puede verse y ocurrir desde diferentes prismas y puntos de vista, en el que la gente intenta como buenamente puede y de la forma que sea desconectar de la realidad palpable para hacer más llevadera la carga que deben de soportar tanto física como mentalmente y sobrevivir en el intento día a día.

En resumen, una novela gráfica más que nos muestra una parte más de la leyenda del hombre murciélago y, aunque éste no haga acto de presencia en ningún momento, la historia que nos cuenta el autor sobre este centro es una más de esas historias paralelas, incluso podríamos calificar sencillas, que rodean al Señor de la Noche, y que son fundamentales y necesarias para definirlo y conseguir darle una identidad muy característica, convirtiéndole en un personaje muy particular dentro del mundillo de los superhéroes y rodeándole de un contexto y un escenario tan peculiar como único como es la propia ciudad de Gotham como verdadero secundario importantísimo que es. Y, como ya han hecho la mayoría de los talentos de esta industria, Kieth ha querido aportar su granito de arena con varias obras, entre ellas ésta, de su particular visión del personaje o, para ser más concreto, de todo aquello que le rodea y que le da su razón de ser.

Un saludo cordial.

2 comentarios:

  1. Muy de acuerdo con tu post. Aunque como bien dices es "otra historia mas", me parece interesante ver Arkham desde la perspectiva de los trabajadores, y la mellea tanto fisica como psiquica que el asilo acaba haciendo en ellos.

    Me quedo con el papel que ejerce Joker en el asilo. Aunque está aislado en su celda, realmente es él quien maneja los hilos del asilo, haciando de Arkham y sus funcionarios "su Arkham".

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  2. Es que uno, puesto a imaginarse como es un lugar como éste, viendo como lo han interpretado tanto McKean y Kieth (entre otros), y teniendo al Joker como maestro de ceremonias del lugar, te entran unas ganas de salir huyendo por piernas por lo asfixiante y opresivo del lugar en sí como ente, parece, con vida propia.

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