Quizás el nombre de Vince Gilligan os suene a algunos, pero no acabéis de situarlo en el plano televisivo pues, aunque este hombre guionizó bastantes episodios memorables de la serie Expediente-X, fue sin duda su creador, Chris Carter, el que se llevó todo el reconocimiento.
Pues bien, Breaking Bad, cuyas posibles definiciones serían algo así como: un desafío a la autoridad o armar un gran follón... son definiciones que sirven como advertencia hacia lo que nos vamos a encontrar ya desde un principio. Una historia de marcado enfoque tortuoso y lleno de claroscuros, comprobando tal y como va avanzando la trama, el que sin duda nos encontramos ante uno de los creadores de mente más retorcida y tenebrosa (junto a Kurt Sutter, el creador de Sons of Anarchy) de los que trabajan actualmente en una serie de ficción televisiva.
Ya desde un principio, desde los primeros minutos del primer capítulo, se nos presenta como una escritura trasladada a la pequeña pantalla que no va a dejar indiferente a nadie. Son cuatro minutos para enmarcar. Un hipnótico comienzo que revela el final del capítulo inicial, dejando a continuación paso al desarrollo de la trama: la de un cincuentón y aburrido profesor de instituto poco valorado que, aún teniendo grandes conocimientos químicos, nunca ha conseguido pasar de dicho rol de mediocridad, haciendo todo esto sentirse como un completo perdedor. Un curro de mierda o, mejor dicho, dos curros de mierda y un clima familiar que cuando llega a casa lo deja aprisionado: mujer embarazada e hijo con parálisis cerebral. Pero, de repente, le diagnostican un cáncer inoperable, dando paso a un panorama todavía más desolador si cabe. Normalmente un destino caprichoso como éste suele dejar paso a una huida que sirve como refugio ante una realidad fatídica y desorientadora. Pero el destino vuelve a jugar su papel en la trama, produciéndose un giro argumental que hace que nuestro protagonista, Walter White (Bryan Cranston), decida afrontar su cruel destino y acabe por dedicarse a la fabricación de drogas sintéticas junto a un antiguo alumno suyo bastante zoquete, para así poderles dejar un futuro mejor a su embarazada mujer e hijo. Y no solo consigue cocinar droga, sino que consigue hacer la mejor metanfetamina de todo el sur de los EE.UU. (más concretamente en el estado de Nuevo México), construyendo un relato que ayudado por un ambiente desértico y un tanto sofocante, típicos de esa zona sureña (Albuquerque y alrededores), lleva de la mano a nuestro protagonista, junto a Jesse (Aaron Paul), su desastroso ayudante, a un ritmo frenético y a la vez hipnótico que fuerza a que todo siempre esté envuelto en una especie de huida hacia adelante, sin apenas dejar tiempo para respirar, sin apenas poder mirar hacia atrás.
Una historia que trata sobre la desesperación y la esperanza, salpicado de unas cuantas mentiras y unas buenas dosis de humor negro, tirando a negrisimo, que sirve como base, como cimientos a ese desarrollo tan surrealista por momentos. Pero sobretodo trata sobre el cambio. Ya desde un principio todo apunta a grandes cambios. Solución y disolución. Así es la vida. Es como un ciclo, una y otra vez. Crecer, caer y transformarse. Vamos, como algo fascinantemente químico. Algo con lo que ya apunta claramente al desarrollo de toda la serie, marcada por el cambio contínuo de unos personajes, forzados por las situaciones que le rodean y que, en algunos casos, son bastante perturbadoras: incluso el trozo de un plato roto puede servir como detonante de algo realmente oscuro, muy oscuro... ¿Puede el alma de alguien oscurecerse cada vez más y más como consecuencia de ciertas acciones y reacciones? ¿o es simplemente todo cuestión de química? Con todo esto, avisar que estamos ante un relato pleno de situaciones duras y a la carrera, pero fascinantemente hipnóticas, de las que vician y no puedes dejar de seguirlas, de sufrirlas y disfrutarlas, con todo lo que ello implica.
Y, si hablamos del reparto, debemos destacar sobretodo las dos grandes actuaciones con que nos deleitan en cada episodio esos dos pedazo de actores que son Bryan Cranston y Aaron Paul, acaparadores de los últimos premios de la televisión. Personajes creíbles y simétricos en su papel, complementándose a la perfección, aunque para nada lo parezca. Siempre en constante evolución, algo que en definitiva acabará forzando una asimetría sin retorno. Y todo esto hace que nuestros protagonistas pidan a gritos la salvación, para poder salir de ese lado en el que están, sin apenas esperanza y dependiendo únicamente de la fe. Son como los dos lados de una misma moneda. Una moneda que gira y gira, y no sabes sobre qué lado finalmente caerá: luces o sombras. También hay que valorar a todos y cada uno de los secundarios de la serie. Actores y actrices que hacen un trabajo realmente sobresaliente en todo momento: bien definidos, tanto en el aspecto individual, evolucionando en todo momento, como en la floreciente coralidad que impregna la historia, compactándola y engarzando cualquier detalle con el buen hacer de los guionistas.
Por otra parte, a uno le sigue dando la sensación que, por muy puteado que esté nuestro alterado profesor, éste aprovecha su desafortunada situación para arremeter contra todo lo que no le gusta de la sociedad y de su enfermo sistema. Jugando con una especie de doble fondo y pasando por encima de quien haga falta si es necesario. Total, solo hace falta tener la desesperación como escusa, dejarse llevar y utilizar dicha desesperación para un fin, por muy negro que éste sea.
Tampoco hay que olvidarse de la utilización acertadísima de los flashfordward en algunas ocasiones, siempre antes de la cabecera y utilizado como recurso narrativo. Enriqueciendo, en este caso, a la trama por llegar y no como en algunas series que parece que es utilizado sin medida y sin ninguna lógica, simplemente por el hecho que parezca que está de moda y lo único que se consigue realmente es liar más la trama e incluso conseguir hacer un horrible montaje.
En definitiva, una historia que poco a poco va llevando a nuestro profesor hacia una metamorfosis de la que no se sabe muy bien como acabará y que demuestra que las tintas en los relatos se gastan sobretodo con el lado más oscuro de la gente.
Para mí unas de las mejores series del momento, la trama te hipnotiza, la psicología de los personajes es bastante profunda y los actores... grandiosos. Vamos a ver cómo va evolucionando y si la cuarta está al nivel de las anteriores.
ResponderEliminarAunque cada vez va a ser más difícil mantener ese alto nivel, hay que tener toda la confianza del mundo. Y más, teniendo en cuenta como acabó la anterior temporada y el tiempo extra que se han tomado hasta el estreno de la cuarta temporada (Domingo 17 de julio).
ResponderEliminarEsta es mi serie favorita, y sin duda una de las mejores del momento, junto a Game of Thrones, Boardwalk Empire, Treme o Mad Men.
Gracias por tus comentarios.