Ya hace unos pocos meses que terminó de emitirse Terriers en la cadena de cable básico FX, y no es la primera vez que una serie que ha recibido buenas críticas ya desde un buen principio, además de que éstas le han ido acompañando de una manera bastante complaciente durante su emisión, acabe sufriendo un estrepitoso fracaso en los datos de audiencia. Esto, es principalmente debido a que no solo no ha sido capaz de captar la audiencia, sino que tampoco ha conseguido poder mantener la que tenía. Y el que últimamente la calidad no vaya siempre cogida de la mano de una buena cantidad de tele-espectadores (aunque hay que tener claro que las buenas audiencias no implica para nada que se trate de un producto de calidad), empieza a ser preocupante. Dato preocupante, más que nada, debido a que uno empezaba a pensar que el buen momento que atraviesa la ficción televisiva seriada es en parte un reflejo de que el espectador es cada vez más exigente a la hora de elegir en la cada vez más difícil y variada parrilla televisiva americana, y ahí es donde podían tener cabida cierto tipo de series. Pues bien, algo está pasando últimamente, siendo incomprensible el que series como Terriers o Rubicon (AMC) no renovasen, Lone Star (Fox) no duró ni tres episodios en Prime Time, y uno de los mejores dramas del momento, como es Lights Out (FX), una serie inmersa en el mundo del boxeo, esté contra las cuerdas, nunca mejor dicho, su posible continuación.
Pero realmente, ¿dónde ha estado el problema de Terriers? Quizás en la elección de un título y unos avances poco definitorios sobre lo que realmente pretendía ser. En una fallida promoción que suele ser de suma importancia en la siempre complicada captación de audiencia. El no haber sido capaz de atrapar al espectador ya desde un buen principio, debido entre otras cosas a lo poco atractiva que se mostraba la presentación de la trama. También puede haber sido por el uso de un ritmo más bien pausado y quizás demasiado especulativo hacia el espectador. O quizás por definir a sus protagonistas tan reales como la vida misma, pero que, por lo que parece, poco funcionales para un medio como es el televisivo. Sin olvidarnos de una trama que se va cociendo sin prisa, pero sin pausa, y sin necesidad de usar ingredientes exóticos con los que enriquecerla y hacerla más atractiva al espectador.
Si bien en un principio parecía que esta historia apuntaba al consiguiente procedimental protagonizado por dos detectives privados sin licencia, normalmente envueltos en una serie de casos autoconclusivos de poca relevancia (infidelidades de pareja con toques masoquistas, falsificadores de poca monta, perros robados o pequeñas estafas), rápidamente uno se va dando cuenta que es mucho más que todo eso y lo que realmente cobra protagonismo es el día a día en las relaciones personales de estos dos detectives privados, de pasado un tanto turbio. Con el paso de los capítulos, estos pequeños casos empiezan a perder rápidamente importancia en la serie, en favor de un continuará reflejado en una trama principal de mucho más calado, centrada en la especulación de unos terrenos, todo salpicado de amenazas, trafico de influencias y algún que otro asesinato, y convirtiéndose en algo que fácilmente parece que les pueda superar. La única pena es que lo que podía haber sido una buena historia de género negro, con pequeños toques de comedia, acabe por convertirse en una historia de género un tanto esterilizada, a la que solo el paso de los capítulos le va dando forma. Esto no implica que no posea una buena cantidad de elementos a favor que hagan que sea una serie más que recomendable, aunque con un estilo distinto al esperado.
Situándonos geográficamente, la serie se desarrolla principalmente en la ciudad de San Diego (California) y su principal carta de presentación que tiene se encuentra en la fuerza interpretativa de sus dos actores principales que forman el casting. Mientras que el detective Hank Dolworth (Donal Logue) es un ex-policía con un pasado envuelto en alcohol, actualmente más o menos ya superado, en el otro extremo de la ley está Brick Pollack (Michael Raymond-James), el cual en ese mismo pasado ejercía, por llamarlo de alguna forma, la profesión de ladrón, tarea que por lo que parece desempeñaba de una forma más que eficiente. Todo sigue su curso hasta el momento en que se cruzan sus caminos y a partir de entonces sus vidas empiezan a dar un giro que acabará por plasmarse en una asociación asentada en una buena amistad que tantos buenos momentos nos van a hacer pasar y que tanto cambiará la vida de los dos. Desde luego que no son un par de detectives en los que mirarse en el espejo, pues ninguno de los dos dudará en utilizar, si hace falta, todo tipo de acciones de dudosa moralidad para llegar a un resultado provechoso a sus intereses. De todas formas, a veces es importante ver las cosas desde todos los ángulos posibles debido a que hacer algo ilegal no tiene porque implicar obligatoriamente algo inmoral.
Muchas claves tiene Terriers que reivindican su calidad, aunque para ello necesites ver unos cuantos capítulos primero. Razones: para empezar, el tener unos guiones bastante inteligentes y unos diálogos dinámicos, aportándole una gran vitalidad a la trama y a sus personajes. Luego, el conseguir que la historia respire de ese estilo tan realista, con el que poder desatascarse poco a poco de esos registros un tanto tópicos del género, para así conseguir que vaya adquiriendo rápidamente personalidad propia. Otro punto a favor es que sin ser realmente un serie coral pura y dura, ha sabido complementarse con un reparto sólido en cuanto a los secundarios que tiene, dotándole de una mayor densidad. Secundarios que son, sin duda, la causa principal que implica un importante alejamiento del género negro que ya viene atribuido por defecto. Un género que sirve más que nada como base estructural de lo que se nos quiere contar a través de los casos, pero que en definitiva perderá importancia en favor de lo que se nos quiere transmitir a través de los seres humanos, sus relaciones y sus conflictos. Y es que lo destacable en esta serie es que consigue retratar el día a día de una forma realmente brillante, sin artificio alguno, y tocando muy distintos temas como: la amistad; la confianza; la responsabilidad; el autocontrol; o la obsesión por recuperar o alejarse del pasado.
A todo esto, hay que añadir que la creación de Ted Griffin viene muy bien rematada por un guionista tan talentoso como es Shawn Ryan (The Shield, The Chicago Code), aportando, además de algún que otro guión, su buen trabajo como productor ejecutivo (shownrunner), consiguiendo un magnífico ensamblado en el resultado final.
Referente a tu comentario en la introducción del post, yo solo puedo hablar de Rubicon, y estoy contigo en que me parece incomprensible que una serie de esta calidad desaparezca de la parrilla y no merezca una segunda temporada (hay cabos que atar que se han quedado en el aire), pero teniendo siempre presente que para gustos, colores, y nunca hay que esperar que lo que le gusta a uno pueda gustarle a la mayoría... y si con esto prima siempre las audiencias y las recaudaciones publicitarias que van ligadas a ellas, pues, en fin, que la llevamos clara, porque al final de la película tengamos en cuenta que esto es un negocio más :-(
ResponderEliminarPues sí, el cierre de Rubicon dolió bastante, pues era una serie única que además prometía mucho. Lo cierto es que cualquier serie es en realidad una inversión y como tal, tiene que aportar un beneficio: principalmente en la audiencia que es capaz de conseguir (en cantidad o en calidad demográfica por edad) para vender los espacios publicitarios, aunque también puede medirse el beneficio a través del prestigio que pueda dar a la cadena, aunque esto es mucho menos habitual.
ResponderEliminarEn las renovaciones también pueden entrar otros parametros más o menos medibles. A favor puede tener una posible sindicación que suele aportar muchísimo dinero. También están las posibles ventas de dvds (Héroes sobrevivió sobretodo gracias a esto) o los derechos al extranjero. En contra tiene los costes que se disparan según avanzan las temporadas (normalmente a partir de la tercera o cuarta temporada) o los elevados gastos que supone su producción por el estilo de la serie. Fringe, por ejemplo, es una serie bastante cara y por eso está en serio peligro, aunque tenga un número decente de seguidores fieles. Además, siempre están los intereses o margenes que pueden estar barajándose entre la cadena, la productora y el estudio que la realiza, pudiendo afectar a todo lo dicho anteriormente.
Y por supuesto, todo esto no afecta por igual a las cadenas generalistas (Networks), a las de cable Básico o las de cable Premium.
A mi TERRIERS me gustó desde el primer momento, pero poco a poco fue cogiendo fuerza hasta llegar al punto de ser mi favorita de la nueva hornada de series (RUBICÓN costó más de entrar, aunque cuando más interesante se pone, la cancelan)
ResponderEliminarTenía unas tramas que episodio a episodio componían una madeja que te enganchaba y la química entre los dos protas era cojonuda.
Una lástima.
(y de otros bodrios se hacen 8 y 9 temporadas...)
Bodrios, uff ... cuanta razón tienes Grendel.
ResponderEliminarAl final le empieza a dar a uno la sensación de que ciertas series de calidad solo van a poder sobrevivir en el cable premium (HBO y Showtime principalmente). Después de ésta mala racha de cancelaciones y no renovaciones, estoy temblando ante la posibilidad en que los próximos de la lista sean Fringe, Lights Out y The Chicago Code.
Me pregunto lo que hubiera durado The Wire si llega a estrenarse en otra cadena distinta a HBO.