Como no pudimos adquirir el preciado volumen hasta el viernes en el stand de Glénat, digamos que vimos cumplir ambos deseos al mismo tiempo, porque esa misma tarde Juanmi, Eduard y yo estábamos dispuestos a todo en la Fnac, con nuestros ejemplares “nous de trinca” de La isla sin sonrisa y de El Mago de Oz de Giuseppe, quien nos había encargado encarecidamente que consiguiéramos una dedicatoria para su pequeña Ana.
Y para la pequeña Ana fue el primer dibujo de Enrique Fernández: el Espantapájaros, uno de los personajes más entrañables de El Mago de Oz. Ahora sólo nos queda conseguir al Hombre de Hojalata, el Leñador, para tener toda la galería completa.
A mí me dedicó una preciosa Eli, siempre acompañada por su fiel gato, el príncipe Yemi, en actitud vigilante, propia de alguien que juró protegerla siempre.
A Juanmi, que llevaba consigo la edición francesa de Glénat (con camisa y todo, con una magnífica ilustración interior de Eli, ya que la editorial celebraba su 40º aniversario), le dibujó a la escalofriante Mamá Kindi, mitad mujer, mitad babosa gigante, la cual acude a las necesidades de los humanos con su poderosa magia a cambio de regalos... pero si el regalo no le satisface, se comerá los dedos de los pies del humano y los sustituirá con conchas y caracolas.
Para Eduard, un enfurruñado Milander Dean, el geólogo que llega a la isla para estudiar sus piedras, con ese gesto tan propio de él, de hombre hosco y duro que se castiga obligándose cada día a renunciar a la felicidad.
Para ambos, algo más que no estaba previsto: Marie, la ganadora del concurso “Papisa por un día”, protagonista de White Cinderella, el relato de Bárbara Canepa que Enrique Fernández ha dibujado para Sky Doll Lacrima Christi Collection/Tome 2, publicado en Francia por Editions Soleil. Una historia terrible que te deja un montón de basurita en el ánimo.
El sábado fue un día de descanso, pero el domingo volvimos a la carga, esta vez dispuestos a agenciarnos nuevos trofeos. En esta ocasión, sería para Daniel, el hijo de mayor de Giuseppe, a quien Enrique dibujó a la pequeña protagonista más sonriente, pletórica de vida e irradiando felicidad, sin temer a lo que pueda suceder porque, también en esta ocasión, cuenta con la inestimable ayuda del príncipe Yemi, que estos momentos parece que no estaba ocupado entrenando lobos.
También Pili tuvo su dedicatoria, un adusto Dean con la mirada huidiza, una de esas que no son capaces de mirar de frente, porque queda demasiado evidente la cobardía.
El lunes revoloteábamos alrededor de la larga cola que, como en días anteriores, acabaron obligándolo a continuar dibujando aún después del horario previsto. A punto estuvimos de incordiarle de nuevo. Leer La isla sin sonrisa significó sentenciarnos a la indecisión, porque, ¿hubiéramos preferido ver trazados con lápiz azul de nuevo a la temible Mamá Kindi o al enorme y viejo oso que la acompaña siempre, al frágil espíritu de la alegría de los niños o a los extraños seres que salen del agua para llevárselos consigo sin miramiento alguno?
Hubiésemos deseado ver surgir del papel en blanco todos los hermosos personajes que Enrique Fernández ha sabido crear y que han hecho posible lo que ya sabíamos: que le ha salido una historia redonda que tiene el dinamismo de la animación, la influencia justa de Miyazaki y la belleza de las historias fantásticas y alimentadas de tragedias que antaño se contaban junto al fuego del invierno o en las noches de verano.
Digo yo que habrá que volver a dar las gracias, no?
ResponderEliminar...y destacar el interés y la dedicación de los "consiguededicatorias" por las colas que les he hecho hacer y saludar a Enrique Fernandez por su santa paciencia.