TIM BRADSTREET se reconoce a si mismo como friki del trabajo de Derek Riggs y relata haber pasado toda su estancia en el instituto haciendo dibujos de la mascota de Iron Maiden, Eddie, por lo que no es difícil imaginar la ilusión que debió sentir cuando le propusieron dar vida a este icono del rock en la cubierta de A Matter of Life and Death. Si además consideramos el concepto que envuelve el álbum, pocos nombres se me antojan más apropiados para tal empresa que el del responsable de numerosas portadas de Punisher y otras obras de bélico contenido, curtido como pocos en el arte de ilustrar armas, uniformes y demás parafernalia militar.
Fruto de todo ello es que la ilustración de Tim Bradstreet no solo es estupenda sino que además ha sido aclamada de manera casi unánime como la mejor portada de IM no creada por el ilustrador original, lo que no es moco de pavo siendo tan fundamentalistas como lo somos los fans de la Doncella.
Ciertamente hay que reconocerle a Tim el mérito de haber conseguido imponer su estilo sin dejar de ser respetuoso con la larga tradición de la banda. De hecho y pese a que en la ilustración en cuestión Eddie ocupa un segundo plano, el artwork nos remite automáticamente a un trabajo clásico de Riggs como lo es el que ocupó la portada del 12” Two Minutes to Midnight en 1984.
Es una pena que la relación banda-artista no llegara a más. Bradstreet relató haber hecho propuestas para las portadas de los singles del álbum que no llegaron a fructificar, y a la vista de las que finalmente se utilizaron –pasable la de The Reincarnation of Benjamin Breeg y cutrísima la de Different World- estoy convencido de que cualquiera que fuera la alternativa ofrecida por nuestro portadista hubiera merecido más la pena. Por lo menos le queda la satisfacción de haber visto su trabajo cobrar vida en los montajes escénicos de la banda, además de en todo tipo de merchandising.
Durante la promoción de A MATTER OF LIFE AND DEATH (2006) el disco fue presentado por sus autores como uno de los mejores trabajos que jamás hubieran creado. En mi opinión cuando decían estas cosas pecaban no poco de exagerados, lo que no quita reconocer al grupo el palpable esfuerzo por ofrecer un disco complejo y de calidad, la valentía de interpretarlo en vivo de manera íntegra, y sobre todo la ilusión depositada en ello después de tantos años en la música. Desde luego no comparto en absoluto las feroces críticas por parte de un sector del fandom incapaz de asumir que, aunque se trata de las mismas personas, no estamos ante la misma banda que a mediados de los ’80. Personalmente AMOLAD me parece un muy buen disco que no estaría por encima de ninguno de los otros dos que han confeccionado esta década, lo que no es en absoluto negativo siendo que Brave New World (2000) y Dance of Death (2003) me parecen sobresalientes, y pienso superan largamente cualquier cosa que hayan hecho desde 1988 (a ver si con esto conseguimos abrir un apasionante y civilizado debate).
Entrando en AMOLAD, estamos ante un trabajo que aunque no es conceptual sí gira alrededor de una serie de conceptos cuales son la guerra, la vida, la muerte y la religión. La producción, como viene siendo costumbre, por cuenta de Kevin Shirley.
El disco arranca con una predecible Different World que corrobora una vez más la tendencia de IM de abrir sus discos con un tema corto y de potente pegada destinado a convertirse en sencillo. La verdad es que Different World suena a cosa ya oída, no aporta nada con respecto a piezas anteriores de idénticas características como The Wickerman, Rainmaker o incluso Man On The Edge, y desde luego no es en absoluto representativo de lo que sigue a continuación.
La cosa va poniéndose emocionante con These Colours Don´t Run. La letra de esta canción podría malinterpretarse en clave del más rancio nacionalismo, pero más bien se trata de una contraposición entre los ideales equivocados o no que mueven a un joven e ingenuo soldado, y la cruda realidad de lo que finalmente encuentra en el campo de batalla.
Con la bomba atómica y la mezcla vanidad/afán destructivo del ser humano como temática, Brighter Than a Thousand Suns es para mi una de las mejores piezas del disco. Genial riff, genial solo y genial Dickinson cantando ese out of the darkness….
Una apertura típica Maiden da lugar al tema más rápido del álbum, The Pilgrim. Las influencias orientales en la parte que sigue al estribillo y la corrosiva letra sobre la religión hacen de esta pieza otra estupenda canción.
Se ha debatido bastante en torno a si estamos ante un disco calificable como progresivo. Pienso que en casi todos los discos de IM, este último inclusive, es fácil encontrar uno o varios temas con toques prog, pero de ahí a hacer la etiqueta extensiva al álbum entero… Diría más bien que en AMOLAD concurre un conjunto de canciones de estructura tal, que arrancan lentamente y van cogiendo fuelle poco a poco hasta que por fin estallan, lo que unido a desarrollos más o menos complejos en las partes instrumentales puede producir esa sensación de “progresividad”. Este sería el caso, entre otras, de The Longest Day, versión Maiden del día-D.
Out of the Shadows puede remitirnos a la vertiente más sosegada del trabajo de Bruce Dickinson en solitario, lo que para mí resulta enriquecedor de un sonido que muchos tildan de excesivamente conservador. Buen tema.
La canción que fuera single adelanto, The Reincarnation of Benjamin Breeg, me gusta a pesar de su discutible aptitud como tal. Al menos hay que reconocerles lo arriesgado de su elección.
In The Greater Good of God es otra pieza de larga duración con varios cambios de ritmo y el inevitable punto céltico en la parte final del solo.
Dedicada al Maligno, de Lord Of Light, destacaría esas cabalgadas marca de la casa y la dureza de una parte central que me vuelve a recordar al trabajo en solitario del vocalista, pero esta vez en su lado más heavy.
Finalmente The Legacy, que acaba confirmándonos que aunque tal vez no estemos ante una sucesión de obras maestras, al menos tampoco hay espacio para temas de relleno en este disco, lo que da lugar a un todo que supera con creces a la suma de sus partes haciendo que la nota final suba muchos enteros.
¡Ah!, ya que todos los críticos lo han hecho voy a destacar la calidad del trabajo de Nicko a las baquetas, apreciable hasta para un tío como yo que no sabe distinguir entre un bombo y una pandereta.
lunes, septiembre 22, 2008
DISCOS QUE MERECEN SER JUZGADOS POR SU PORTADA (IV): Iron Maiden/Tim Bradstreet
lunes, mayo 19, 2008
DISCOS QUE MERECEN SER JUZGADOS POR SU PORTADA (III): Throwing Muses/Beto Hernández
Para mucha gente, entre la que me encuentro, la expresión rock independiente nos remite de manera automática al gafapastismo de la peor especie, el último fiasco aparecido en la portada del NME o a cualquier grupejo de tres al cuarto cuya única ambición es tocar en el festival de Benicásim y desaparecer. Sin embargo, bajo tal etiqueta también han tenido cobijo auténticas bandas de gran calidad y diversos estilos musicales cuyo nexo común sería el de operar con tenacidad y esfuerzo al margen del mainstream a la espera de ser recompensadas con un éxito que pocas veces termina llegando. Ese sería el caso de Throwing Muses.
Definir musicalmente a TM no es tarea fácil, y hasta se podría decir que cada uno de sus álbumes es un mundo como lo son también cada una de las canciones que los conforman. En casi todos sus trabajos podemos encontrar elementos rock, country, folk y blues mezclados con contenida experimentación y ocasionales ramalazos de rabia. Su música oscila entre los temas acústicos más básicos y las canciones de estructura compleja con diversos cambios de ritmo. Dulzura e ira, hipnóticos pasajes acústicos y cruda distorsión, pegadizas melodías y momentos de difícil asimilación para el oyente medio, todo tiene cabida en una banda en la que destaca por encima de todo la estremecedora voz de Kristin Hersh.
Parece mentira que TM no alcanzaran al menos el reconocimiento que sí tuvieron sus vecinos los Pixies, y siempre me ha dado la impresión de que ello se ha debido en parte al que es uno de los rasgos característicos de su música, la crudeza de las muy particulares letras de Kristin, mezcla de surrealismo, locura y cotidianeidad. Tal vez exorcizar tus demonios internos a través de la música y pretender además que la gente se lance masivamente a comprar tus discos es demasiado pedir, pero el menos en este caso la experiencia vale la pena.
Haciendo un poco de historia, el album de debut de la banda de Rhode Island (sin título) data de 1986 y se debe a Kristin Hersh (voz y guitarras), Tanya Donnelly (idem), Leslie Langstom (bajo) y Dave Narcizo (batería), formación así mismo responsable de las tres entregas siguientes. Este disco de presentación tiene el encanto de lo primerizo pero sin renunciar por ello a cierta complejidad musical ya reveladora de lo que las Musas tenían para ofrecer al mundo.
A tan prometedor comienzo siguió un LP de corte más introspectivo como lo es House Tornado (1988). En aras a la brevedad –a no enrollarme más todavía, quiero decir- omito referirme a los varios eps que editaron, aunque no puedo dejar de mencionar The Fat Skier (1987), minilp de siete canciones, algunas de las cuales son imprescindibles.
Tras el deliberado giro hacia la comercialidad bien entendida que significó la edición de Hunkpapa (1989) y The Real Ramona (1991), Tanya dejó el grupo para continuar su carrera primero en The Breeders y luego en Belly, lo que supuso para la banda la absoluta preeminencia de la voz y la música de la Hersh. Red Heaven (1992) demostró que el grupo salió crecido de ese trance, y del disco siguiente, University (1995), ya con Bernard Georges a las cuatro cuerdas, solo puedo decir que es mi favorito junto con este Limbo (1996). Después vendría un homónimo, Throwing Muses (2003) que marcó el regreso de Tanya, y que sin ser un mal trabajo no estuvo a la altura del broche oro que fue aquel.
Entrando por fin en materia, Limbo comienza con el eléctrico riff que introduce Buzz, buena demostración de la habilidad de TM para hacer temas de corte tranquilo que terminan estallando en el estribillo. La que fuera segundo single, Ruthie´s Knocking, es una de esas canciones con aptitud para alcanzar lo más alto de cualquier lista de éxitos, cosa que obviamente no ocurrió. Igualmente pegadiza pero más inquietante es Freeloader (tercer sencillo). La más optimista The Field deja paso al envolvente tema-título, que se ve seguido por uno de los momentos más tortuosos del disco, la rápida Tar Kissers. La cara B se abre con la oscura e intensa Tango. Sigue la bella Serene, arreglos de cuerda incluidos. Más claroscuros en Mr. Bones que dan paso a la melancolía Night Driving, y ya casi para acabar Cowbirds y Shark, potente pieza escogida como primer y, en mi opinión, mejor single. El tema que efectivamente cierra Limbo es una no acreditada White Bikini Sand, luminosa despedida para un álbum en el que predomina lo sombrío. En definitiva, un trabajo para disfrutar sin prejuicios que a casi doce años de su edición sigue teniendo plena vigencia, lo que constituye para mí la materia de que están hechos los buenos discos.
Por lo que se refiere al trabajo de Beto, su presencia supuso una ruptura en la trayectoria de la banda que, hasta la fecha y siguiendo la práctica habitual del sello 4AD, había venido contando con el exquisito trabajo de v23. Tal vez por ello la ilustración bicolor del rostro de un curtido anciano que nos contempla con penetrante mirada, hace de este álbum algo tan especial. La funda interior del LP cuenta con otro dibujo de Beto que representa un autobús dejando una pequeña población sola en la inmensidad del desierto bajo un cielo oscuro. Juraría que esta directamente sacada de alguna historia de Luba.
Añadir a lo dicho que en un ejercicio de coherencia estilística digno de mención, las portadas de los singles a que dio lugar Limbo también cuentan con dibujos de Beto que, una vez más, nada desentonan con su trabajo en Love And Rockets.
En cinco palabras, gran disco y gran portada.
lunes, diciembre 17, 2007
RUN FOR COVER: THE ART OF DEREK RIGGS (II)
Ver la primera parte de este post
Nunca Digas “Nunca Jamás”
No Prayer For The Dying (1990) es un buen dibujo que no estuvo a la altura de las obras pretéritas del autor. La cuestión es que a partir de este trabajo las colaboraciones entre Derek Riggs y Iron Maiden dejarían de desarrollarse en un marco de exclusividad.
La razón: problemas de falta de entendimiento con la banda motivados por la portada del que iba a ser su siguiente trabajo. Precisamente en RFC se reproducen las propuestas de Riggs para ese LP (Fear Of The Dark, de 1992), finalmente desechadas en favor de una ilustración de Melvin Grant. Aun admitiendo que Grant es un grandísimo ilustrador, que el concepto de la portada es estupendo, y que la calidad de su trabajo final está fuera de duda, tengo que decir que la ausencia de Derek Riggs me ocasionó en su día una profunda decepción.
El hecho es que el divorcio con Riggs -amen de la institución del CD como formato mayoritario, con la consecuente reducción del tamaño de las portadas de los álbumes- supuso cierto menoscabo para Maiden a nivel estético, un aspecto muy importante tratándose de la banda de que se trata. Al fin y al cabo no podemos olvidar que sus espectaculares montajes escénicos siempre han partido de la premisa de dotar de vida a Eddie, llevando a las tres dimensiones las cubiertas de los discos.
Pero nada dura para siempre, de modo que pese a las iniciales reticencias del autor ambas partes retomarían posteriormente la relación, eso sí, de forma esporádica y sin igualar la grandeza de tiempos pasados. A Real Live One (1993), A Real Dead One (1993), The Best Of The Beast (1996) y 12” varios son prueba de ello.
A finales de los ’90 Riggs realizó otras ilustraciones para Maiden, algunas de ellas bastante chulas como las de The Angel And The Gambler (1998) o The Clansman (1998), pero algo era diferente: el autor había sustituido sus pinceles por el diseño infográfico. A la vista de los resultados finales este hecho parecía incomprensible, pero detrás del cambio resultó haber una razón de peso: Derek padecía problemas de salud motivados en parte por los materiales de pintura que utilizaba originalmente.
Los trabajos de esta última etapa siguen siendo buenos, algunos mucho, aunque es una pena no poder disfrutar más de esos cielos enigmáticos, o del efecto de la luz de las farolas relejada en la niebla como solo Riggs sabe pintarla.
Nuevos problemas entre el ilustrador y la banda se suscitaron al hilo de la portada de Brave New Word (2000), el álbum de retorno a la grandeza de los británicos. No voy a reproducir toda la historia, baste decir que de la finalmente publicada sólo la parte de las nubes que sobresalen por encima del Londres futurista conformando la cara de Eddie se deben a Riggs. Esta nueva controversia se zanjó con el bueno de Derek jurando una vez más no volver a trabajar con Iron Maiden.
El hecho de que la estupenda portada del libro que estamos comentando sea obra suya nos indica que, afortunadamente para nosotros, no es una persona de palabra.
Otras Obras
Como he apuntado anteriormente, ya desde antes de comenzar a trabajar con Maiden DR venía realizando portadas para diversas bandas, alguna de ellas realmente buena como la que pintó para el álbum Nightflight (1981) de los galeses Budgie.
De su primerísima época data una portada para la revista francesa Heavy Metal/Metal Hurtland, que destaca por la enorme influencia de Jack Kirby en el dibujo de Riggs, algo impensable a la vista de sus creaciones posteriores.
Realmente llama la atención que un autor cuyo estilo tiene tantos vínculos con el mundo del cómic no se haya lanzado nunca al campo de lo propiamente secuencial. La respuesta nos la da el mismo DR, quien dice haber recibido una oferta de DC Comics que rechazó alegando que se sentía incapaz de dibujar tantas veces seguidas al mismo personaje.
En los '90 Riggs se centró en crear música -nada que ver con el Metal, estilo que no parece atraerle demasiado- y en la realización de más portadas para CDs.
De entre las bandas con las que trabajó destacan dos iconos del Power Metal como lo son Stratovarius y Gamma Ray.
De su trabajo con los primeros destaca la cubierta de Infinite (2000), y muy especialmente la serie de cuatro que hizo para las dos partes de Elements (2003) y sus correspondientes singles. A la vista del resultado, y siendo que la huella del surrealismo pictórico con toques new age ya estaba presente en las portadas de algunos de los trabajos anteriores de los fineses, podemos afirmar que el fichaje de Riggs por su parte no fue en absoluto descabellado
Lo de Gamma Ray fue más curioso, ya que el ilustrador había manifestado en varias ocasiones su hartazgo de dibujar a Eddie, y lo que hizo con el grupo teutón fue rescatar a un sucedáneo del anterior que tuvo su origen en las cubiertas de los primeros trabajos de Helloween. Con todo, y a pesar de que el artista se permite poner en entredicho con cierta sorna los conocimientos de ciencia ficción de Kai Hansen y sus muchachos, el concepto futurista que envuelve las canciones de Gamma Ray encajó a la perfección con el trabajo de Riggs, brindándonos unos estupendos trabajos tanto en las portadas como en el interior de los libretos de Powerplant (1999) y Blast From The Past (2000).
Citar por último otros servicios prestados por Riggs para otras bandas menos populares, entre las que se encuentran Gillman, Chris Impellitteri, o los españoles Valhalla.
Y con esto terminamos nuestro recorrido por RFC, no sin antes recomendar una vez más este libro tanto a fieles como a profanos. Para los primeros, entre los que me incluyo, es un sueño hecho realidad, y para los segundos una oportunidad de adentrarse en el universo de un autor que merece ser tan popular como lo es su obra.
miércoles, noviembre 21, 2007
RUN FOR COVER: THE ART OF DEREK RIGGS (I)
Run For Cover: The Art Of Derek Riggs, publicado el año pasado por Aardvark Global Publishing, nos ofrece un recorrido visual a lo largo de la extensa obra de Riggs, aderezado con los comentarios del propio ilustrador hilvanados en forma de entrevista por Martin Popoff (todo en inglés). De esta forma vamos a poder adentrarnos en la personalidad del artista, a la vez que nos recreamos con su obra.
Todo lo que los fans siempre quisieron saber sobre este particular dibujante está en el libro: los materiales que usa, sus fuentes de inspiración, los numerosos detalles que salpican sus dibujos -algunos de ellos encargos que ha tenido que realizar en tiempo record-, sus desencuentros con Maiden, etc.
A nivel de edición, RFC se nos presenta en 180 páginas de buen papel encuadernadas en rústica o cartoné, y se puede adquirir a través de www.derekriggs.com. Existen también ediciones limitadas, numeradas y firmadas en ambos formatos, así como una más exclusiva que incluye un boceto de Eddie personalizado y dedicado por el autor .
Vamos a comentar algo sobre lo que encontraremos dentro de RFC a la vez que repasamos la carrera de Riggs, no sin antes destacar la oportunidad que el libro nos brinda de disfrutar a gran tamaño de algunas obras que solo resulta posible encontrar en el limitado formato CD.
The Maiden Years
Aunque RFC compila prácticamente todo el material publicado del ilustrador -y bastantes cosas no publicadas-, es de imaginar que el grueso del mismo se centra en sus trabajos con la banda de Steve Harris.
La relación entre el artista y el grupo se remonta a finales de los ´70, cuando los del East End se hallaban en proceso de búsqueda de una ilustración para la portada de su primer trabajo. En esa época Derek ya había realizado varias cubiertas para discos de distintos estilos y seguía ofertando su trabajo a discográficas varias. Era el tiempo del punk, y entre las ilustraciones que llenaban su portafolio había una de una especie de zombi con los pelos de punta, que esperaba poder vender a alguna de las numerosas bandas que se movían por el Londres de aquel entonces.
Precisamente, esa ilustración cayó en manos del manager de Maiden Rod Smallwood, quien dijo al dibujante que si añadía más pelo al terrorífico personaje se quedaban con ella.
Ese encuentro marcó el nacimiento de Eddie y dio lugar a una relación de exclusividad que se prolongaría durante más de una década. Es más, el encargo no se iba a limitar únicamente a los álbumes y singles sino también a toda clase de ilustraciones para programas de gira, carteles, camisetas, tarjetas navideñas, etc., la mayoría de las cuales recopila este RFC. Por motivos de espacio voy a referirme mayormente a las portadas de los álbumes, aunque es de justicia reconocer la gran calidad de algunas de las que se usaron para los 7” y 12”, convertidas así mismo en auténticos clásicos.
Las primerísimas ilustraciones de Eddie –en la mayoría de las cuales predominan los tonos amarillos y grises-, están ambientadas en callejones y otros oscuros escenarios urbanos, reflejo de ese East End de pesadilla que tan bien evocan los temas del grupo. Dos de ellas, Sanctuary (1980) y Woman in Uniform (1981), cuentan con la presencia de Margaret Thatcher, lo que ocasionó cierta polémica que se convirtió automáticamente en publicidad gratuita para la banda.
En lo que podríamos describir como una segunda etapa, Riggs introduce en sus dibujos a un demonio que comparte sus rasgos faciales con los de Salvador Dalí, una muestra más de que a la hora de buscar inspiración el artista británico no conocía de límites.
Estos dibujos con paisajes infernales como telón de fondo –las dos versiones de The Number Of The Beast (1982), Run To The Hills (1982) o Flight Of Icarus (1983)- se prolongarían hasta ese mismo 1983, año del que datan Piece Of Mind y The Trooper, dos de mis debilidades personales.
A partir de esta fecha las portadas de Derek Riggs se tornan más ambiciosas. Así la de Powerslave (1984), una ilustración en la que el detalle se lleva casi al paroxismo con Eddie convertido en monolítica estatua egipcia como principal protagonista. Frente a lo que alguna gente piensa, el álbum no es un disco conceptual sobre el antiguo Egipto, pero sí es cierto que el trabajo artístico de su cubierta casa a la perfección con la letra del tema-título, escrito por un Bruce Dickinson que comenzaba a sentirse abrumado por el éxito masivo cosechado por la banda, y que se sirve de la imaginería egipcia a modo de metáfora de la magnitud de todo cuanto les rodeaba.
Live Afther Death (1985) es otra gran portada, y con Somewhere In Time (1986) Riggs alcanza la cima del barroquismo en una obra llena de detalles autoreferenciales de ese universo Maiden que ha cautivado a varias generaciones de fans, y a cuya creación él mismo ha contribuido en enorme medida.
El autor da un giro hacia la sobriedad y se aleja del estilo de sus obras pretéritas en lo que sería su último gran trabajo para el grupo, la portada de 7th Son Of a 7th Son (1988), una estupenda ilustración influenciada tanto por la pintura surrealista como por las cubiertas de los álbumes de rock progresivo de los `70.
Por cierto, si algún fan se ha planteado si estas primeras siete portadas (más las de los correspondientes 7”/12”) siguen algún tipo de secuencia conformando una historia, RFC contiene la respuesta.
Continuará en breve…
lunes, noviembre 12, 2007
DISCOS QUE MERECEN SER JUZGADOS POR SU PORTADA (II): Judas Priest/Patrick Woodroffe
Poco se sabe de la magnífica ilustración que sirve de portada al álbum de Judas Priest Sad Wings Of Destiny (1976), de la forma en que Woodroffe recibió el encargo por parte de la banda, o de si el concepto se debió a uno u otra. De lo que sí podemos hablar es de su trascendencia, toda vez que la cruz del colgante que porta el ángel que la protagoniza terminaría convirtiéndose en el símbolo que el grupo ha venido utilizando durante décadas. Por otra parte, y según han admitido los músicos en algunas entrevistas, la portada del disco de su reunión, Angel Of Retribution (2005), no es sino una versión modernizada (¿”ultimatizada”?) de la de este Sad Wings.
Sea como fuere, lo cierto es que la paradójica idea del ángel caído en el infierno no deja de ser apropiada para una banda cuyo nombre es Sacerdote Judas, y en cuya discografía se pueden encontrar canciones con títulos como Sinner o Saints In Hell.
Entrando en el álbum en cuestión, segundo de los de Birmingham, cuando SWOD fue concebido Priest todavía no habían acabado de definir el concepto de heavy metal como harían posteriormente tanto a nivel musical como estético, lo que se traduce en un disco que estilísticamente se podría calificar más bien como proto-metal, o simplemente hard rock. En esas circunstancias puede parecer extraño que el álbum siga estando entre los favoritos de los fans -y lo es en mi caso-, pero es que estamos ante un trabajo plagado de buenas canciones convertidas ya en clásicos imperecederos.
Sad Wings comienza de manera inmejorable con la inmortal Victim Of Changes, siempre presente en el repertorio en directo de la banda. Victim arranca suavemente con un estremecedor doblete de guitarras que desemboca en un oscuro y demoledor riff. El tema se ve sesgado por dos interludios instrumentales majestuosos, después del segundo de los cuales la música fluye pausadamente al ritmo de las espectrales palabras de Rob Halford (once she was wonderful… once she was fine…) hasta que acaba estallando en un apoteósico final. Una auténtica obra maestra que nos brinda a los Priest más progresivos, más meritoria todavía si consideramos la juventud de sus creadores.
Sigue The Ripper, otro clásico marcado por unas guitarras que suenan tan afiladas como los cuchillos del asesino al que va dedicada. Después de la tempestad viene la calma en la forma de Dreamer Deceiver, una de las canciones más bellas que jamás compusieran Priest. De este tema se podría decir que comienza como una balada si no fuera porque el surrealimo fantástico de su letra poco tiene que ver con la temática propia de una canción de amor. Dreamer Deceiver nos conduce poco a poco hasta un emocionante final que entronca con Deceiver, canción que de algún modo avanza la fórmula rapidez/melodía que los Judas convertirían en marca de la casa en años venideros.
Una intro de piano, Prelude, abre la cara B del disco y da paso a la siguiente joya: Tyrant. El tema se basa en un pegadizo riff, genial en su propia sencillez, aderezado con sendos solos, el segundo de los cuales concluye en un climax de guitarras dobladas. Glenn Tipton y K.K. Downing ya van dando muestras de su buen gusto y mejor hacer.
Genocide es otro gran tema plagado de cambios de ritmo en el que el disco alcanza las mayores cotas de dureza.
Sin ser precisamente uno de los menores momentos del vinilo, Epitaph no deja de ser una buena muestra de la versatilidad de la banda, ademas de hacer las veces de puente entre el sonido de este álbum y el de su predecesor, Rocka Rolla (1974). Island Of Domination es en todo caso un buen cierre para un estupendo trabajo.
Si instrumentalmente el disco es imponente, la temática y las letras de las canciones no lo son menos: El poder absoluto impuesto por la fuerza, lo absurdo y terrible de la guerra, el paso del tiempo en su vertiente más cruel o la figura de Jack el destripador son algunas de las cosas de las que se habla en SWOD, y es que el melancólico título del álbum ya anticipa que su interior poco tiene que ver con aquel trinomio sex-drugs-rock´n roll tan propio de los ´70.
lunes, octubre 29, 2007
DISCOS QUE MERECEN SER JUZGADOS POR SU PORTADA (I): Dream Theater /Dave McKean
Con anterioridad a este trabajo los neoyorquinos habían publicado Falling Into Infinity (1997), un disco de gran calidad pero fruto de un giro hacia lo comercial que terminó dejando a la banda sumida en una crisis de identidad. Afortunadamente James La Brie, John Petrucci, John Myung, Mike Portnoy y un recién incorporado Jordan Rudess fueron capaces de crecerse en la adversidad, ofreciéndonos el que sigue siendo su álbum más ambicioso.
En el disco que nos ocupa, Metropolis Part II: Scenes From a Memory (1999), retoman el concepto del tema Metropolis Part I, procedente de su trabajo de 1991, Images And Words, y crean algo que más que un simple álbum conceptual es prácticamente una ópera-rock en toda regla. Todo ello envuelto en una producción de Mike Portnoy, John Petrucci y Terry Brown que está a la altura de la ambición de los compositores.
Conceptualmente, MPII nos presenta una historia que transcurre en la actualidad con flashbacks de 1928, en la que los amores tortuosos, la indidelidad, la muerte y lo que hay más allá de ella son los temas principales.
A grandes rasgos, el protagonista de la obra, Nicholas, se ve abrumado por los recuerdos de una vida pasada que no es la suya. Es a través de la hipnosis que va a saber de Victoria y de su trágica y violenta muerte, iniciando un periplo físico y espiritual en curso del cual y a través de ella va a aprender algunas cosas sobre la propia existencia y lo que acontece después.
Precisamente, en lo musical el disco te sumerge en un intenso viaje paralelo al del propio protagonista, destacando la capacidad de los de NY para adaptar su arte a las exigencias de cada una de las escenas que van conformando el guión. De esta manera y con una banda sonora de auténtico lujo, el oyente acompaña a Nicholas a lo largo de su recorrido interior y exterior, va sabiendo de Victoria y del crimen que terminó con su vida al mismo tiempo que él, y solo consige que las piezas encajen cuando el propio protagonista lo hace.
Scenes se abre la intro acústica Regression y sigue con lo que es propiamente la apertura, Overture 1928. En la tradición del Overture que da inicio el Tommy de los Who, este apoteósico instrumental nos va remitiendo a las piezas que sonarán posteriormente a lo largo del álbum. La voz de James La Brie da paso a Strange Deja Vu, y a esas alturas el oyente ya puede corroborar que no está ante un disco más.
Through My Words es un emotivo receso que precede a uno de los momentos más potentes del disco con Fatal Tragedy. La inquietante Beyond This Life arranca con otro riff demoledor y se dulcifica en su estribillo. Destacar los desarrollos instrumentales que aderezan estos dos temas, que se encuentran en mi opinión entre lo mejor del disco.
Tras la pausada Through Her Eyes con Theresa Thomason como voz invitada, un nuevo momento de gran intensidad con Home, otro estupendo riff y otro estribillo genial en un tema salpicado de arreglos de influencia oriental. Antes de que podamos recuperar el aliento nos golpea la instrumental The Dance Of Eternity y DT nos sumergen una vez más en las profundidades del infierno.
Pasada la tempestad, la calma marca la recta final del disco con One Last Time, la emocionante The Spirit Carries On con la voz de Teresa de nuevo, esta vez acompañada de un coro gospel, y la pieza de (abrupto) cierre, Finally Free.
En definitiva, un trabajo exquisito tanto a nivel creativo como técnico (al igual que todos los de DT), recomendado para escuchar –que no oir- de un tirón, y si se hace siguiendo las letras de las canciones mejor. Además es fácil de encontrar entre las series medias de cualquier gran superficie a un irrisorio precio, o sea que no hay excusa alguna para no disfrutar del álbum y su portada, que también lo fue del DVD que inmortalizó la gira de presentación, además de imagen de camisetas y otro merchandising.
BIen pensado no es extraño que el camino del portadista del Rey de los Sueños acabara teniendo una parada en el Teatro de los Sueños.