El primer capítulo es ya
suficientemente intrigante para seguir la lectura. En un páramo
muerto, al norte, un viejo ermitaño, de vuelta de todo, recibe la
visita de un monje que quiere expiar sus culpas. El ambiente, seco,
desolado, triste, sin vida alguna, está muy bien compuesto. También
el carácter de los dos personajes: uno resignado a su muerte y el
otro, joven con ansias de superarse. Pero es la realidad, dura y
cruel, la que abarca todo: es el fin de las tierras conocidas y han
surgido los viejos fantasmas. Seres malignos, de pesadilla, han
reaparecido para matar, solo matar.
Mapa del Norte
Así arranca la acción y continúa enlazada con el anterior tomo. La historia continúa en la guerra desarrollada por el norte, en la Orden de Vanair, en los pasillos del Lévvokan, en los druidas y su visión del mundo. Pero sobre todo, y eso es lo mejor, en los personajes. Personajes como el príncipe Browen Levvo que se nos presenta como un guerrero con dudas sobre la política, la legitimidad de toda guerra, la hipocresía. Llevar el peso de la lealtad a su padre y a su reino, pero también la maldición de la traición en su familia. Él es leal y valora cumplir su misión, su deber, pero ahora se debate entre lo que su familia espera de él y lo que se teme de él: la traición a su padre, como éste hizo con el suyo. Además se ha enamorado de quien debía ser su esposa de conveniencia y eso sabe que le acarreará problemas a su prometida.
Su hermana Anja se ha convertido en una
pieza importante para la política, digamos interna de su madre: la
educa y prepara para que tome el poder detrás de su esposo. Pero la
princesa Anja es algo más: quiere conocer el poder de los antiguos,
convertirse en verdadera bruja, ya iniciada por el desaparecido
Rághalak. Toma una evolución diferente a la organizada por su
madre, no se conforma con ser una pieza más. En este punto coinciden
los hermanos Levvo: son distintos de lo esperado en ellos y acciones
no previstas cambiaran el desarrollo de la historia y de la guerra. Y
Guillem nos lleva paso a paso a ver esta diferencia, esa evolución
de unos príncipes educados para un fin, una misión, que se debaten
entre el deber con su familia y sus propios deseos y conciencia.
Los razaelitas, Kali, la muchacha, y
Eadgar, el chico, son parte esencial en la historia. Ambos poseen
gran poder y ambos son buscados. A Kali la quiere proteger ella,
Adjiri de Rondeinn, por eso envía a Trisha. Siempre ha sido una
solitaria, su padre se ha encargado de ello al huir constantemente
para protegerla, al tiempo que la considera maldita. Kali no entiende
el por qué de su poder, ni por qué le pasa a ella. Cree que su
poder es maldito y por lo tanto ella misma, no confía, no cree en
ella misma. Intenta ayudar, hacer el bien. Trisha y los demás la
intentan proteger pero el contacto con los monjes de Vanair le llevan
a pensar que dios tiene una misión para ella, que está marcada.
Esta situación le lleva a un desenlace inesperado: “Es mi destino,
dios lo quiere”.
Eadgar ha huido lleno de rencor, todos
se han aprovechado de él, de su poder. También es buscado pero a él
no le importa usar su poder para protegerse y hacer daño a quienes
le presionan o contradicen sus opiniones. A lo largo de toda la
historia, Eadgar ha cambiado a un joven déspota, cruel y sin
remordimientos, con un carácter agrio, cínico, desesperado que le
da igual la guerra o la paz. Siempre recuerda su niñez y cómo todo
el bien que hacía con su don era atribuido a otros o bien se
beneficiaba gente sin escrúpulos. Sigue su camino, sin rumbo ni
ideales. Quiere que le dejen en paz y no quiere la protección que se
le ofrece. Mardha, la bruja enfrentada a los druidas, lo quiere
atraer para luchar contra ellos y lo acaba de corromper.
Las Casas de Misinia, Aukana y Bremmaner
Guillem trata la psicología de estos jóvenes con gran maestría porque comprendemos sus dudas, sus reparos, sus miedos, entendemos la rabia y el odio de Eadgar, la indecisión y pesar de Kali. No nos gustarán algunas decisiones ni como puedan actuar, pero sí sentimos por ellos todo el dolor pasado, la pena que ambos sienten por ser diferentes. Queremos ayudarles a tomar las decisiones más correctas o cómodas. Pero ellos son los que deben decidir sobre su don, su futuro y su destino.
Los druidas van tomando importancia.
Dagir La ve la destrucción de su mundo, del bosque, pero también de
todo el Mundo. Observa como las alianzas y el apoyo se pierde. El
bosque va muriendo y él lo sabe y sufre con su muerte, con la
irracionalidad del Hombre. Porque todo está unido: el bosque y el
mundo, los seres que los habitan. Sabe que debería haber actuado
antes para ayudar a los “diferentes”, para evitar toda esta
destrucción. Ahora su intervención deberá ser directa y cuenta con
los otros druidas y la protección y colaboración de Ela Adjiri.
Pero viejos miedos y leyendas se hacen realidad y Mardha, la bruja
del bosque, también está en su contra.
En cuanto a los monjes siguen las
intrigas por tomar el poder: de las dos facciones, una bajo las
órdenes del rey y la otra con el deseo de recuperar su prestigio e
influencia. Unos declaran herejes a los otros, las influencias
políticas se agudizan, la Inquisición sigue actuando. Pero también
en la Orden de Vanair la lealtad y la traición se separan con un
fino hilo. Son monjes guerreros que acatan órdenes y por eso no
sienten escrúpulos ante la masacre de todo un pueblo, ante la orden
de matar a traición, eso sí, todo en nombre de su dios. Anair se ha
separado de la Orden y forma los llamados “perros de Vanair”.
Tiene un carácter ladino, “inquisidor” y tremendamente astuto.
Conspira, promete lealtades y busca en los antiguos textos prohibidos
el origen de la Orden, de su religión a un dios guerrero. Sus
estudios le llevarán a una gran sorpresa y sus maquinaciones a un
desenlace, totalmente inesperado y poco previsible por el lector.
Guillem nos lleva de la mano por las sinuosidades de su carácter, de
sus reflexiones y actos porque muchas veces no sabemos si este
inquisidor quiere proteger o quemar en la hoguera a la joven Kali.
Un gran tema que desarrolla Guillem es
la lealtad/traición. El aukano Kregar de Kjionna traiciona a su rey
en favor de los misinios para obtener una corona, pero traiciona a
los humanos en una alianza mortal con los ogros, desterrados al norte
hace siglos por los druidas. En la capital aukana, Kivala, la reina
viuda Ikaris se siente traicionada por la huida de su hija, por la
acción de los nobles pero, ante todo, por la poca lealtad que
sienten los aukanos por su patria, por sus tierras: las casas nobles
solo quieren poder medrar y confabulan con Kregar y entre ellas
mismas. Las duras palabras de Ikaris sobre la miseria de estos nobles
(un gran alegato por la dignidad y lealtad) acaban siendo realidad:
ella y su hermano Majal son traicionados. Esta situación la trata
muy bien Guillem: nos da todas las visiones posibles, de la reina, de
su hermano, de los nobles, de los consejeros, de la princesa huida y,
cuando ha unido todas las piezas, nos da un resultado inesperado y
sorprendente.
La lealtad prevalece en la actitud de
Earric de Bruswic. Está declarado hereje y proscrito pero vuelve a
su casa familiar por sentir ese deber hacia ella. En su persona se
refleja de nuevo el peso familiar, la herencia que todos llevamos
dentro. Siente que les ha fallado y quiere remediar la situación al
ponerse en manos de su hermano. Ha aceptado su responsabilidad y
deber para con Dios y su familia. La unión de los dos hermanos ante
circunstancias tan adversas la muestra Guillem con una gran
naturalidad, sin dramas, pero con un profundo sentimiento que te hace
sentir la satisfacción de estar allí, con ellos.
Los Campos Aukos y el sur de Aukana
En la presentación del libro Guillem nos dijo sin arrogancia, con naturalidad, que creía haber mejorado como escritor. Y es verdad, ha crecido en sus descripciones, ambientaciones, metáforas, en general, en todo el uso del lenguaje. La descripción de batallas y combates son de forma realista pero no truculenta, no se complace en explicaciones morbosas ni macabras. Las descripciones de los personajes, sobre todo si aparecen por primera vez, son claras, concretas y te da todos los rasgos tanto físicos como morales justos para que te puedas hacer una composición real del personaje. Capta la psicología de los personajes, tanto reyes y nobles como gente del pueblo porque planea muy bien sus estados de ánimo, sus meditaciones, positivas o negativas, sus inseguridades, sus vacilaciones morales o políticas, los problemas de lealtad o deber.
Consigue unas ambientaciones muy
logradas: la rudeza de un campamento de guerra, la belleza de una
ciudad al atardecer, el horror de las celdas de castigo. Una que me
gusta mucho es la que logra en el condado de Bruswic con una
situación de pre-guerra con empalizada, sacos de provisiones,
acarreo de agua, la quietud y el quehacer diario de un pueblo que se
rompe con la llegada de noticias y la aparición de Earric.
Tiene una gran habilidad para mezclar
lo heroico con lo familiar, lo tétrico con lo ridículo (como la
entrada “triunfal” del bardo Pykewell en una posada), el terror
con tiernos sentimientos. Atrae al lector hacia la acción y a los
personajes con metáforas poéticas (“Las hojas de los arbustos
cercanos se contoneaban con un susurro y sus hojas reflejaban la
momentánea caricia de la luna, como un silencioso beso de plata”),
aterradora (“En sus labios, la advertencia se volvió amenaza,
sutil, de la misma forma que el hielo se quiebra bajo los pies del
incauto que cruza un río empujado por las obligaciones de la
lealtad”) o bien totalmente realista: “Un centenar de tiendas
salpicaban los verdes campos, cubiertos de cicatrices sangrantes de
barro oscuro”. ¿Qué mejor manera para describirnos con pocas
palabras la devastación que provoca un campamento de guerra?
Y también es verdad que los capítulos,
su estructuración interna y su organización total hacen que la
lectura sea rápida, ávida, atraiga la atención, “te quite horas
de sueño”, porque te metes tanto en la historia que no sabes, ni
quieres, cortar.
Yo había pretendido un comentario de
una obra de un amigo, que me ha gustado mucho y que quería compartir
con vosotros. Pero me he extendido entusiasmada y ahora me doy cuenta
que, tal vez, me he quedado corta porque hay detalles, escenas, que
hubiera podido comentar más. Así que resumiendo: Guillem López sí
ha mejorado... “Dueños del destino” es una gran novela y no os
la podéis perder. Y ya está bien: a leer y hasta pronto.
1 comentario:
Lo estoy buscando y no lo encuentro en ninguna parte. ¿Lo venderías?
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