jueves, marzo 06, 2008

LO QUE EL VIENTO TRAE de Jaime Martín

Cuando una lee “tanto la editorial como la imprenta han hecho un trabajo espectacular (...). Si os cruzáis con él en una librería, al margen de si pensáis comprarlo o no, echadle un vistazo porque ha quedado bonito de verdad”, no puede menos que preguntarse qué codiciado tesoro habrá escondido Jaime Martín dentro de ese cofre tan preciado que es Lo que el viento trae y que no se descubre sólo con hojearlo.

No es por rendirse a la evidencia de las apariencias, sino al hecho de que ese tesoro, la historia que se nos cuenta, “es lo primero y fundamental. Si no hay un mínimo de interés en la historia, no servirá de mucho esforzarse en el dibujo (...)”. Eso no soy yo quien lo dice, evidentemente, sino el propio autor al explicar en su web la importancia del guión en el proceso de creación de una página de cómic.

Y es que dentro de ese envoltorio de cuidada edición encontramos una historia fascinante, de esas de trasfondo terrible y connotaciones dramáticas, cuya lectura angustiosa avanza veloz mientras se hace evidente que solo dos ojos son pocos para leer el texto y al mismo tiempo desmenuzar el dibujo de tal manera que seamos capaces de encontrar en él esa sombra que cruza rauda entre los árboles y que apenas se vislumbra y cuyas laceradas manos claman venganza con la llegada de las primeras ráfagas del viento del invierno.

Publicado primero en Francia por la Editorial Dupuis dentro de la Colección Aire Libre (“le lieu où le roman se dessine”) y ahora en España por Norma Editorial, Lo que el viento trae, con guión y dibujo de Jaime Martín se desarrolla en Rusia, en los albores de la Revolución de Octubre. Es el año 1916. Valentín Ivanov, médico destinado en un remoto lugar de los Urales Septentrionales fallece en extrañas circunstancias. Aleksandr, un joven estudiante de medicina será el encargado de sustituirle. Así lo ha decidido uno de sus profesores de la facultad a fin de alejarlo de posibles represalias después de que, en una de las manifestaciones que reivindican el fin de la guerra y “Pan, Paz y Libertad” en la que el estudiante participa, se viera obligado a golpear a un cosaco del Zar. Su destino queda entonces unido, hasta que se olviden los hechos, a ese territorio inhóspito de paisaje gris cuajado de ventisca tan distinto al de Moscú. No solo echará de menos la ópera y las comodidades de la ciudad. Llegado a la aldea en la que los habitantes desconfían del joven doctor que viene a utilizarlos como cobayas, deberá enfrentarse a los miedos generados por su propia inexperiencia para dirigir un hospital y a la cruel realidad -“tan espantosa como el peor de los sueños”- de los terrores que comparten los habitantes de aquel lugar ignoto en el que reinan las supersticiones y las desgracias traídas por el viento que dejan a menudo un rastro de sangre en la nieve.

Tras un viaje de tres días en trineo desde que fuera recogido en la estación por un cochero que apenas abre la boca para decir lo imprescindible, llega al hospital donde se encuentra con Csenia, ama de llaves y cocinera, y con los enfermeros, Irina Nikolaievna y Sviatoslav. Cada uno de ellos guarda un secreto: Csenia, a escondidas del doctor, ayuda a los aldeanos con los remedios de curandera que aprendió de su madre. Con un pasado que nadie recuerda, destruye los montoncitos de piedras con “tesoros” ocultos que alguien que sólo ella conoce dispone en la entrada del hospital, mientras, con lágrimas en los ojos, dirige miradas furtivas hacia el bosque. Irina, a pesar de sus contradicciones (no quiere creer en las supercherías, pero, por si acaso, lleva colgada del cuello una ramita de espino), supone la única nota de racionalidad en este mundo de sombras. Sviatoslav, siempre indispuesto y forzando a su cuerpo a huir de la prisión en la que indefectiblemente está encerrado, sin alternativa posible, con la única vía de escape que tiene a su alcance.

Ellos y Marina, Galina, Yegor, Sveta, Vitali, el pequeño Gosha, los forasteros que llegaron acompañados de un fuerte viento..., son los protagonistas de esta historia convincente que Jaime Martín ha sabido impregnar de ciertas dosis de realismo al circunscribirla a un período histórico concreto y al dotarla de la ambientación necesaria para hacerla creíble: la revolución de 1905, la de Octubre, la prehistoria de la cirugía (Alensandr se identifica con el Doctor McDowell, de Kentucky, en sus peores pesadillas), la abolición de la servidumbre, la I Guerra Mundial, las revueltas antigubernamentales y la represión zarista.... También lo son la forma de vida y las costumbres rurales, las creencias y leyendas populares (la Bruja Yaga, los Leshii, Strigoi, Vurdalak, Stribog...), nacidas como tantos otros mitos de la imaginación colectiva en las largas noches de invierno alrededor del fuego como explicación plausible a lo que no se sabe explicar... y los contrastes (la modernidad y el progreso de la ciudad frente al retrógrado y supersticioso mundo rural), el dinamismo de las escenas, la composición de la página con la disposición de viñetas panorámicas que le confieren un aire cinematográfico, el predominio tan significativo de determinados colores utilizados según el tiempo atmosférico, las estaciones metereológicas o la ubicación espacial o temporal de determinadas escenas: esos lilas azulados apenas acentuados por cálidos reflejos luminosos, contrastando con la crueldad del rojo de las páginas en las que el lector descubre horrorizado qué fue lo que trajo el viento...

Qué lleva al autor a plantearse ese guión, a buscar determinados modelos para sus personajes, a recrear ese ambiente en concreto, las referencias documentales, así como las técnicas que emplea o cómo pasa el dibujo de ser un mero boceto a acabar convirtiéndose en eso que nos abstrae hasta el infinito y más allá, haciéndonos olvidar lo que teníamos entre manos, podemos verlo en los extras, esos que no sólo te muestran el camino del proceso creativo del cómic, sino que responden sin más a los porqués que inevitablemente sueles hacerte cada vez que inicias una lectura.

Aunque no había leído nada de Jaime Martín con anterioridad, tengo que reconocer que me ha sorprendido gratamente descubrir su último trabajo publicado. Francamente recomendable.

3 comentarios:

Javier Santonja dijo...

Estoy contigo.
Un trabajo francamente recomendable.

Enhorabuena por el blog.

Susana dijo...

Muy buena, la historia. La primera lectura me dejó impresionada. En las siguientes, el dibujo ya hablaba por sí mismo.

Gracias por visitar nuestro blog; me alegro de que te guste.

Ismael dijo...

¡Excelente reseña! Me acabáis de curar, justo venía de caer en la nota municipal que le dedicaron en zona negativoidea.