miércoles, mayo 13, 2009

RECORDANDO A: MARVIN EL DETECTIVE de Milazzo & Berardi


Marvin el detective
Dibujo: Ivo Milazzo
Guión: Giancarlo Berardi
Blanco y negro, tapa blanda
Norma Editorial
Descatalogado

Seguimos con la serie de posts dedicada a Milazzo y Berardi, hoy:

Publicado por entregas en la revista CIMOC, entre los números 31 y 36, fue recopilado posteriormente en la colección El Muro (nº 6), donde se recogían historias en blanco y negro que por su extensión (normalmente 48 páginas) no encuadraban en la colección BN.

En el Hollywood de 1928, Marvin acepta su primer caso: averiguar el paradero de Marion Colman, una de las muchas jóvenes que trata de entrar en el mundo del cine.
En el preámbulo de la historia, encontramos a nuestro protagonista viendo una de sus antiguas películas mudas, en tres geniales páginas que nos enseñan el pasado como actor de un hombre que ha debido reciclarse a detective privado. Explico lo de la genialidad: Milazzo (con unos grises que ya no volveremos a encontrar en el resto del cómic) resume en unos pocos dibujos la esencia del cine mudo: las exageraciones del maquillaje, la sobreactuación de poses y gestos, los disparos acompañados de gran profusión de humo… para que el espectador -privado del sonido y la palabra de los personajes- pueda hacerse una rápida composición de lugar y hechos y, sobre todo, entender qué está pasando en el film.
Todo ello con una disposición de viñetas en la página que persigue imitar las imágenes de una cinta de cinematógrafo.

Sería imperdonable no incluir la imagen con el cameo de un famoso personaje del western, eso sí en esta ocasión en un papel algo distinto del habitual en él. ¿Sabéis quién, verdad?
Pero, ¿qué tipo de detective nos proponen Milazzo y Berardi? Si le aplicamos el Test de Hammett, rápidamente descubrimos que es un investigador algo fuera de los cánones convencionales en los protagonistas de novela negra:
  • Por el momento no lleva pistola; está pendiente de que le concedan el permiso de armas.
  • No puede decirse que sea un tipo duro, no es un fornido matón de puño fácil -de hecho recibe más puñetazos que los que reparte-. Tiene además un punto débil: “la nariz, me sangra por nada”.
  • Resulta imprescindible para un buen detective ir a todas horas con el cigarrillo en los labios. En este apartado Marvin obtendría la máxima puntuación.
  • No es de mucho comer; únicamente le veremos tomar café (ya se sabe que el tabaco alimenta un montón).

  • Un cuchitril por oficina, con un escritorio polvoriento, un par de sillas y un gran archivador para tener bien ordenaditos los expedientes de sus clientes.
  • No recuerdo ningún investigador que sea un buen padre de familia. Parece que para obtener la licencia es requisito imprescindible estar soltero, divorciado o viudo. Se permite tener descendencia, pero es preferible que no forme parte de la vida del ínclito.
  • Sin vehículo propio, utiliza el transporte público. No entra en el baremo por encontrarnos a las puertas de la Gran Depresión, unas fechas en las que los automóviles no eran tan habituales como lo serían en décadas posteriores.

  • Sin el encanto de Sam Spade o Philip Marlowe, no tiene suerte con las mujeres. Todo lo más se llevará algún tortazo.
  • La afición a bebidas espiritosas y otras sustancias es optativa para obtener el carnet, pero Marvin, que parece haber salido de un infierno de alcohol y drogas, prefiere mantenerse en una etapa de abstinencia.

Con todo esto ya nos hemos hecho una composición de la personalidad de Marvin, un hombre con un pasado de cierta fama y éxito profesional que ha terminado en la cuneta y que ahora trata de encontrarse consigo mismo. En el camino además ha perdido el amor de su mujer y prácticamente no sabe nada de su hija de 12 años.

Estamos ante una buena historia de novela negra, con sus componentes más o menos habituales: la Meca del cine no se libra de tener una trastienda que no huele muy bien, un asunto aparentemente fácil que se va complicando, dobles juegos y engaños, premisas que dejan de ser ciertas, alguna ración de puños y balas, algún muerto y un desenlace más o menos sorprendente. Aunque de frágil nariz, al final Marvin demostrará tener un buen olfato.

Gráficamente, destacar la estructura cinematográfica del cómic, con la narración en dos planos: el presente, en donde se desarrolla la investigación, y a base de flash-back -argumentalmente sin relación con el caso-, en los que se cuentan los momentos esenciales del pasado del protagonista hasta llegar a su situación actual.

En varias páginas podemos comprobar una vez más el gusto de los autores por la música.

De los lápices de Milazzo, poco más que añadir a lo ya dicho en los dos post anteriores (El hombre de las Filipinas y Historias cortas en Cimoc), si bien en esta ocasión no encontramos los difuminados a carboncillo, sino un blanco y negro con más espacios limpios de sombras.

Y como es habitual en él, con unos pocos elementos en el escenario -un teléfono de baquelita, un sombrero femenino estilo belle époque, una máquina de escribir Remington o una cámara fotográfica de fuelle- nos mete perfectamente en el momento temporal en el que transcurre el cómic.

Si no me equivoco ésta sería la única aventura del personaje.

2 comentarios:

Patrick Fodéré dijo...

Diria que el cameo es el Ken Parker haciendo de malo?
hubiese jurado que tenia el cómic, supongo que lo leeria en Cimoc.
que bueno...
Milazzo, Micheluzzi, de lo mejorcito de la escuela italiana.

saludos

Giuseppe dijo...

En el album a tamaño más grande se ve un poco mejor, incluso el arma que dispara es un fusil de cañon largo. Blanco y en botella...
Eso si, no he visto en ningun sitio la confirmación de su identidad.