Estamos ante una de esas obras de las denominadas de autor, de esas que normalmente tratan de la realidad de la vida, de la realidad de la situación de cada uno, queramos o no. A veces son ligeras o cotidianas, y otras veces tocan historias que parecen sacadas de las entrañas de alguien. Historias que se te clavan bien adentro, te rasgan por dentro, se retuercen y no te dejan respirar mientras las estas leyendo. Y es en este último caso donde entra este comic de Paul Hornschemeier, el cual fue ya publicado hace más de dos añitos en nuestro país. Ahora, tras la reciente publicación de Las tres paradojas, de la cual ya hablaremos en un próximo post, siempre es un buen momento para recordarlo aprovechando, como quien dice, la confusión del momento.
Con un estilo marcadamente intimista, de ritmo pausado y relajado. A modo de seis viñetas iguales por página, ya, desde un principio, comprobaremos lo bien construida que está la historia. Partiendo desde un perfecto asentamiento en forma de prólogo, con el que marcará la pauta que dominará la historia, y situando al lector en un contexto directamente emparentado a un planteamiento donde primaran las emociones, pero también su deseada ausencia. Un planteamiento inicial para nada truculento, y que no pretende otra cosa que invitarnos a asomarnos a una historia que ya nos avisa de su posible dificultad en digerirla, intuyendo rápidamente hacia donde pueden ir los tiros.
Madre, vuelve a casa nos muestra la búsqueda del dolor, nos muestra el reflejo de una mente que ha sufrido la pérdida de un ser querido, de un ser que ha dejado un vacío en su vida que, curiosamente, se vuelve como una pesada losa de la que no es capaz de sobreponerse. Pero ésta, pese a ser la historia de una pérdida, también es la historia de la obsesión de un padre por perderse y olvidar, y de un hijo por encontrarse a sí mismo, por encontrar su lugar en ese pequeño rincón creado por su padre, ese pequeño universo con el que tiene que convivir forzosamente, y en el que hay una pretendida ausencia de sentimientos. Un hijo que se siente culpable por haber fallado a su padre y no haber sido capaz de comprenderlo, de protegerlo y ayudarlo en esos momentos difíciles, pese a que todo ello había pasado cuando tenía tan solo siete años.
Dicen que no hay peor infierno que el que está en el interior de uno mismo, que no hay peor ausencia que el sentirse ausente de uno mismo, y que no hay peor locura que ser consciente de ella y no importarle a uno el que se corte o no ese fino hilo que todavía lo une a la realidad. Locura en forma de fantasía que sirve como evasión a una vida que ha perdido todo sentido y que, incapaz de sobreponerse a la realidad existente, sirve como ancla con la que poder aferrarse a la idea que todo sigue igual, y que, quizás, simplemente hay que seguir buscando ese deseo al que poder aferrarse para que nada cambie.
Y es quizás esa búsqueda la que marque principalmente el camino de nuestros protagonistas en esta historia. Una búsqueda que comienza en el mismo momento en que el hijo se pone una máscara de león que le había regalado su madre. Y aunque es cierto que sirve como una especie de escudo, como una especie de refuerzo, ante la temida aceptación de la realidad, también sirve como recordatorio de su madre y, a la vez, nexo de unión con ese pequeño escondite que se ha creado el padre, en su búsqueda hacia una huida, hacia una urgencia de irrealidad.
Y es quizás esa búsqueda la que marque principalmente el camino de nuestros protagonistas en esta historia. Una búsqueda que comienza en el mismo momento en que el hijo se pone una máscara de león que le había regalado su madre. Y aunque es cierto que sirve como una especie de escudo, como una especie de refuerzo, ante la temida aceptación de la realidad, también sirve como recordatorio de su madre y, a la vez, nexo de unión con ese pequeño escondite que se ha creado el padre, en su búsqueda hacia una huida, hacia una urgencia de irrealidad.
Una obra cimentada a partir de los más profundos sentimientos, y construida a partir de un dibujo simple y sin distracciones que refuerza, más si cabe, el marcado tono de esta obra. También la aplicación de unos colores de tonos apagados vienen como anillo al dedo a la ambientación pretendida para la historia.
En definitiva, un buen cómic que vale la pena de recuperar si te se pasó por alto en su momento y, además, te atraen este tipo de historias. Si no eres demasiado amigo del dolor y el sufrimiento, mejor abstenerse. Por cierto, la edición de Astiberri es exquisita.
En definitiva, un buen cómic que vale la pena de recuperar si te se pasó por alto en su momento y, además, te atraen este tipo de historias. Si no eres demasiado amigo del dolor y el sufrimiento, mejor abstenerse. Por cierto, la edición de Astiberri es exquisita.
4 comentarios:
Hace poco leí esta novela gráfica y me hace gracia, que la comentéis ya que la adquirí en la biblioteca. Vale la pena saborearlam de nuevo.
US
JA
Muy buenas José Andrés,
Desde luego que es un comic de buen paladar y muy recomendable. Tengo ganas de leer su nueva obra, veremos que tal está.
Y que bueno es tener a mano un buena biblioteca como las que deben haber en Barnacity. Por no hablar de la cantidad de conciertos que hacen por ahí, una auténtica gozada ... y que envidia.
Un saludo
A mi me vino tan recomendada esta obra que fue una pequeña decepción, pero desde luego que merece la pena.
Besitos
Sin duda Mar, lo de las recomendaciones siempre juega un papel un tanto expectante y peligroso, pero bueno, es la historia de siempre y pequeñas decepciones te encuentras y te seguirás encontrando. De todas formas es una obra que, si te encuentras con ánimos de leer este tipo de historias, vale muy la pena de leer.
Besicos.
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