lunes, diciembre 15, 2008

CRÓNICA: XI EXPOCÓMIC (II): Las Exposiciones

Tras la crónica general del último Expocómic, toca ahora hablar de las exposiciones, una de las opciones que ofrece el Salón Internacional del Tebeo de Madrid y que todo buen aficionado a los cómics no debería perderse. Este año han sido seis y las ha habido para todos los gustos, una en la Fnac Callao, con motivo de las III Jornadas Comiqueras FNAC/SD, y cinco en el Pabellón de Convenciones de la Casa de Campo.

Empecemos con la dedicada a "Arrugas", que pudo visitarse en la Galería de la Fnac desde el 20 de noviembre al 4 de diciembre y que dará paso a una exposición itinerante que tiene prevista su exhibición en la Fnac de Valencia, Barcelona, Alicante y Bilbao.


La obra de Paco Roca, publicada por Editorial Astiberri, ha resultado ser la más premiada del año: Premio Dolmen de la Crítica al mejor guionista y a la mejor obra nacional, Premio a la mejor historieta española del Diario de Avisos de Tenerife, a la mejor obra y al mejor guión en el Salón del Cómic de Barcelona, Premio Nacional del Cómic otorgado por el Ministerio de Cultura, Premio Gran Guinigi a la mejor historia larga del Festival Internacional del Cómic de Lucca y Premio Expocómic a la mejor obra española.


El porqué de tanto premio pudo verse a través de los diferentes originales expuestos, con los que tuvimos la oportunidad de conocer parte del proceso de creación del cómic: desde cómo surgió la idea de hablar del alzheimer y de la vejez, sin saber todavía que se acabaría hablando de la soledad, a cómo Paco Roca le fue dando forma a las notas que tomó en las residencias que visitó para informarse sobre las peculiaridades que depara esta dura etapa de la vida; desde cómo fue recopilando historias y anécdotas de “modelos” conocidos (su propio padre o el de su amigo Diego, entre ellos), a cómo se fue conformando la personalidad de los protagonistas de una de las historias más conmovedoras y emotivas que se ha leído en mucho tiempo; desde cómo se modificaba el guión a medida que el autor se iba documentando hasta llegar a la estructura del guión definitivo, a cuál ha sido su forma de trabajar, presentando conjuntamente en las láminas las mismas páginas, primero como bocetos a lápiz, luego a tinta, y finalmente a color.


Todos los expositores presentaban post-it estratégicamente colocados que el propio autor había llenado de anotaciones e indicaciones para facilitar al lector la comprensión del proceso, al tiempo que introducía comentarios sobre lo que aparecía plasmado en las páginas (referencias a Cien años de soledad y las etiquetas que atan a los objetos para recordar su nombres cuando todos en Macondo pierden la memoria), la cita de Buda (“la nube no desaparece, se convierte en lluvia”), las pautas para afrancesar la versión española (los horarios de comidas, el crucifijo, el mapa de Francia...), los recursos para no hacer demasiado sensiblero el álbum, permitiendo al lector la posibilidad de llenar con sus propios sentimientos las escenas mudas y las temibles páginas en blanco. De esas exposiciones que no te importaría volver a ver más de una vez.

Si la de “Arrugas” resultó amena y didáctica, no menos lo fue Kaito Ken, la exposición que Expocómic organizó sobre la obra de Kenny Ruiz. Aquí no había post-it, pero tampoco eran necesarios, porque el autor se encargó de añadir en las cartelas de cada uno de los paneles explicaciones pormenorizadas sobre sus originales: bocetos, portadas, páginas boceto, páginas “experimento”, páginas a lápiz, entintadas, a color, inéditas y descartadas, con indicaciones sobre su manera de trabajar, los cambios que ha tenido que adoptar para mejorar su método de trabajo o los recursos utilizados para resolver problemas surgidos en determinadas escenas, la utilización de acuarelas líquidas o del Photoshop para ir más rápido y corregir en caso de error, las anécdotas que ha compartido con Maz!, las influencias a la hora de crear personajes, o la satisfacción de disfrutar de su trabajo haciendo lo que realmente le gusta.

La muestra, exhibía páginas de los tres tomos de El Cazador de rayos (Esperanza, Responsabilidad, La Verdad), una historia de ciencia ficción que la Editorial Dolmen ha publicado en un volumen único con motivo del Expocómic; del primer tomo de Dos Espadas (La escuela Unicornia), en el que realizaba el guión y el dibujo de los personajes, mientras que Maz! diseñaba y dibujaba los escenarios y Alfonso Salazar se encargaba del color, uno de sus proyectos favoritos cuya publicación desgraciadamente ha sido cancelada por Éditions Soleil; del primer tomo de La isla misteriosa, una versión de la obra original de Julio Verne realizada por Mathieu Gabella, en la que también participa Maz!; de Héctor, el Goleador, un proyecto de manga que permanece aparcado de momento, sobre jóvenes que juegan al fútbol y forman un equipo, y de Vacaciones de Verano, un hentai que realizó en 2007 y que el propio autor propuso publicar en Eros Cómics.


Visto lo visto, la curiosidad no es poca, sobre todo, por ver el resultado de la adaptación al cómic de una mis novelas favoritas, La Isla Misteriosa, que Éditions Delcourt publicará próximamente dentro de su colección Ex libris.

La muestra dedicada a Howard Chaykin, autor norteamericano nacido en 1950, cuya trayectoria profesional abarca desde ilustraciones publicitarias a caricaturas políticas, pasando por historias de corte erótico (Black Kiss), guiones para televisión (The Sentinel, Human Target, The Flash...), diseños para personajes de películas de animación (Heavy Metal, en 1981), se centraba, sobre todo, en su faceta de dibujante y guionista de cómics.


Chaykin, que aprendió dibujo en Chicago y en Nueva York y empezó como asistente de reconocidos dibujantes de superhéroes como Gil Kane o Neal Adams, pronto se desmarcó dando muestras de una gran creatividad que renovarían el lenguaje gráfico y narrativo del cómic norteamericano y que pondría de manifiesto en sus adaptaciones al cómic novelas de fantasía y ciencia ficción o en sus trabajos para DC y Marvel, con un estilo propio, provocador y controvertido, y, sobre todo, muy politizado.


La exposición ofrece la posibilidad de apreciar de cerca los originales de algunos de sus trabajos más conocidos y también de los más polémicos. Páginas a color y en blanco en negro, en las que podían verse las rectificaciones que Chaykin había realizado, o portadas de American Century, Stars, My destination (adaptación al cómic de la obra homónina de Alfred Bester), Batman: Dark Allegiances, Superman, American Flagg, Black Kiss, Wolverine, New Avengers, Catwoman, Batman: Turning Points, Hawkgirl, Guy Gardner, Vampirella, The Magdalena y Witchblade, American Century, Sail on sailor o Bite Club. Teniéndolos tan cerca sólo quedaba rendirse a la evidencia de su merecida fama.

Nunca se cansa una de ver a sus personajes favoritos, por eso una de las exposiciones que más me apetecía visitar era la dedicada a The Spirit, el antihéroe que el maestro Will Eisner comenzó a dibujar en 1940. Iba disfrazado, como los héroes al uso, pero de una manera peculiar: con traje azul, sombrero, guantes y antifaz. En sus orígenes se llamaba Denny Colt y era criminólogo y detective privado. Intentando capturar al Dr. Cobramuere” y es enterrado en el cementerio de Wildwood. Colt había muerto, pero el que sale de la tumba horas más tarde es un hombre renovado que decide permanecer oculto para luchar en la sombra contra los criminales a los que la policía no consigue detener y cuya identidad secreta sólo conoce el comisario Dolan.

Yo solía leer los pequeños comic-books y lo que más me gustaba de ellos eran sus portadas, las splash page, en realidad la primera página de la historieta, con las letras del nombre de The Spirit insertadas dentro del dibujo de la viñeta, con la que ya Eisner te introducía en la historia que contaría a continuación. Algunas de éstas, publicadas en entre 1940 y 1949, aparecen en la muestra, junto a páginas originales en blanco y negro con frecuentes correcciones en tipex. Una oportunidad para disfrutar del lenguaje narrativo de Eisner: puestas en escena cinematográficas, perspectivas poco corrientes con encuadres inusuales, contrapicados, claroscuros y juegos de luces y sombras, viñetas que prescinden de los recuadros ...

No puede hablarse de la exposición sin sacar a colación, evidentemente, el renacimiento del personaje gracias a la iniciativa de DC de hacer una nueva serie regular que seguiría las pautas marcadas por su creador, dibujada y guionizada ahora por autores como Darwyn Cooke, Jordi Bernet, Jimmy Palmiotti o Sergio Aragonés, y, sobre todo, con esa moda de llevar el cómic al cine, la adaptación que Frank Miller ha hecho del personaje de Eisner en la película que él mismo dirige y que se estrenará las próximas navidades, protagonizada por Gabriel Macht, Samuel L. Jackson y Eva Mendes, Scarlett Johansson y Paz Vega, interpretando el papel de las impresionantes y malvadas mujeres que siempre rodean a The Spirit.

Tengo que reconocer que desconocía quién era Rodolfo Guzmán Huerta hasta que visité la exposición dedicada a El Santo, el Enmascarado de Plata. Actor y luchador profesional, se convirtió en toda una leyenda de la lucha libre mexicana que traspasó los límites de los cuadriláteros para vincularse a otros medios que le harían ganarse el favor del público, sobre todo niños y jóvenes: primero, en los años 50, gracias al tebeo (“una revista atómica” que inundaba los kioscos) que el dibujante y editor José Guadalupe Cruz imprimía semanalmente en papel sepia, al estilo fotomontaje, con las aventuras de El Santo transformado en superhéroe que luchaba contra temibles rivales, y posteriormente, gracias al cine. Las más de cincuenta películas que filmó, de bajo presupuesto, pero con una gran aceptación entre el público mexicano hicieron crecer su popularidad hasta límites insospechados (sólo hace falta ver su multitudinario entierro). Con el rostro cubierto por una máscara los luchadores eran reconocidos como campeones de la justicia muy próximos a los superhéroes americanos, cuyo referente principal había sido Phantom, de Lee Falk, en los años 30. El Santo hizo de la máscara todo un símbolo. Tras su muerte en 1984, recogió el relevo su hijo Jorge, El Hijo del Santo, quien sigue la estela de su padre.

En la exposición pudo verse toda la trayectoria de este símbolo que ahora es también un personaje de dibujos animados en la película que ha producido Cartoon Network. Junto a los paneles con las portadas a color y páginas interiores en blanco y negro y color de las historietas, se habían dispuesto varias vitrinas en las que se exponían el traje de El Santo donado por su hijo en su primera visita a Madrid en 2007, la célebre máscara plateada que nunca se quitó en público, videos y dvd's con sus películas (con títulos tan sugerentes como Las lobas, Santo contra los jinetes del terror, Santo contra los zombis, La venganza de las mujeres vampiras, Las momias de Guanajuato, La venganza de la momia o, Santo y Blue Demon contra el Dr. Frankenstein), o los tebeos originales editados por JGC.

Más intimista resultó ser la realizada en colaboración con la Casa Sefarad-Israel, sobre la novela gráfica Por nuestra cuenta: Memorias de Miriam Katin. Katin, nacida en Budapest durante la Segunda Guerra Mundial, ha vivido en Israel y en Estados Unidos y ha trabajado como artista gráfica, en animación, como ilustradora de libros infantiles y como dibujante de cómics.

Con toda la experiencia adquirida por el paso de los años, ha sido ahora cuando ha sido capaz de plasmar en el medio que mejor conoce una parte de su vida que sus padres tuvieron especial cuidado en ocultarle cuando era niña y de la que sólo pudo tener una imagen real y “entender el miedo y la confusión de esos tiempos con la lectura de las últimas cartas y postales que mi madre escribió a mi padre” y que sobrevivieron con él a la guerra. La exposición mostraba veinticuatro páginas del libro, con texto en inglés y dibujos originales a lápiz, en blanco y negro (apenas manchados con el rojo de la bandera de la Alemania nazi primero y la de la Unión Soviética después) y en color, a través de las cuales la autora nos hablaba de la odisea vivida por una mujer, Esther Levy, y su hija, Lisa, tratando de escapar del terrible destino que su condición de judías les deparaba en una ciudad, Budapest, sometida a la Alemania nazi.

Un relato autobiográfico (puesto que Lisa y Esther no son sino la propia Katin y su madre) que se desarrolla paralelamente en dos momentos distintos: un pasado remoto, en blanco y negro, su vida como fugitivas entre 1944 y 1945 (su huida de Budapest, ocultando su verdadera identidad, y su recorrido por diferentes pueblos húngaros en los que la madre trabajó como campesina y costurera, huyendo de los alemanes primero y de los rusos después, un camino que su esposo recorría tras la guerra para encontrarlas), y un pasado más próximo, en color, cuando vemos a una Lisa adulta con su esposo y su hijo en Nueva York a principios de los años 70, consciente ya de las secuelas que el terror vivido que aquel tiempo han dejado en su madre y en ella misma, y que le han hecho cuestionarse su fe. Una de esas exposiciones que, sin duda, te motivan a leer la obra de esta autora que fue una de las invitadas al Expocómic de este año.

Éstas han sido las exposiciones que han podido visitarse en esta edición de Expocómic. Esperemos que las del año próximo nos permitan disfrutar de tan buenos momentos como las de éste.

No hay comentarios: