miércoles, abril 02, 2008

CRÍTICA: EL CUADERNO ROJO de Teddy Kristiansen

Me quito el sombrero ante esta obra que acabo de leer. Me parece pura poesía por la forma que tiene de tratar un tema difícil como éste, por la correlación de palabras, frases, diálogos e imágenes, por esa sensibilidad de la representación pictórica de la historia, por la forma de saber transportarnos en el tiempo de manera sencilla y real y, hacernos partícipes, a todos nosotros, de la Historia en sí, esa Historia desconocida que no sabemos porque el tiempo, los hechos o los mismos hombres han querido ocultar. Una obra que combina belleza, tristeza, terror y misterio de una manera certera.

Norma Editorial ha acertado plenamente en la publicación de este título de este autor danés, impecablemente editado en tapa dura en formato álbum BD, cuya primera edición salió en Francia el año pasado, y que ahora se publica al mismo tiempo en Dinamarca y en nuestro país. Y, realmente, una obra que te transmite tantos sentimientos y sensaciones, bellos y terribles al mismo tiempo, se merece una edición como ésta, cuidada y perfecta para que forme parte de la biblioteca personal de uno y, de tanto en tanto, volver a releer sus páginas para encontrar matices que siempre se pierden en las primeras lecturas de cualquier obra.

El Cuaderno Rojo hace referencia a toda una experiencia en busca del conocimiento, de la verdadera historia, el ser capaz, con unas pocas palabras escritas de manera personal por alguien, de descubrirte todo un mundo oculto, desconocido, el cual no forma parte de nuestra historia ni de nuestra cotidianeidad, pero que, por mero azar, es capaz de llegar a descubrirte secretos aunque estos estén muy bien guardados.

Este relato cuenta la historia de William Ackroyd, escritor de fama que se embarca en la investigación, por casualidad, de un artista de principios del XX olvidado por todos, Philip Marnham, hermano de la amante del poeta William Miller, del cual Ackroyd había empezado a escribir su biografía, y que con el tiempo descubre que esconde un secreto que dará pie a que una pequeña parte de la historia sea desmontada y sea descubierta la verdad.

Kristiansen juega constantemente con los flashbacks ayudado por los recuerdos del protagonista a través de diarios, cuadernos, cuadros y cartas, los cuales son utilizados por Ackroyd para comenzar una investigación que le desviará de su tema principal que es la biografía del poeta Miller pero que le llega a apasionar de tal manera la vida de este artista anónimo y le provoca tales reacciones contrapuestas, que le hacen recordar y le hacen reflexionar sobre sucesos que le ocurrieron a él mismo, producidos no hace mucho tiempo, y que tienen un componente trágico para él, como lo son también los que le suceden a Marnham en los hechos acaecidos en París de principios del XX cuando quiere abrirse camino como pintor y aprender de maestros como Picasso, hasta que una serie de sucesos le hacen alistarse en el ejército francés para participar como soldado en la I Guerra Mundial, donde todo cambiará y nada será igual.

Ackroyd y Marnham son, en el fondo, dos almas gemelas, dos personas a los que la vida no les ha tratado todo lo bien que se hubieran merecido, y que unas situaciones y acciones extremas y terribles les provoca reaccionar, reflexionar e intentar plantearse la vida de otra forma, para finalmente intentar conseguir una paz interior que les haga estar a gusto consigo mismo.

Y como fondo la guerra, esa devoradora y destructora de almas y corazones, esa sinrazón eterna que no parece tener fin, que se perpetúa y perpetúa sacando lo más vil y ruin de la condición humana, capaz de destruir lo que les rodea y autodestruirse a ellos mismos como seres humanos, en teoría, “racionales”. Y esa vorágine depredadora es en la que se sumerge Marnham huyendo de su pasado y de su condición, situación de la que parte Ackroyd, a través de unos diarios y cartas del primero, que le ayudan, también a él, huir de un pasado que le causó un gran dolor y que le arrebató aquello que más quería. Dos caras, en definitiva, de la misma moneda. Y, en el transfondo, el intenso dolor que cíclicamente forma parte de la existencia de todo ser humano.

Kristiansen es un autor que me encandiló en su etapa (aquí inconclusa lamentablemente) de La Casa de los Secretos donde, formando pareja con el guionista Steven T. Seagle, hicieron un gran trabajo donde los secretos, los seres del más allá y las vidas de las personas tienen su papel importante en la existencia hasta el último momento; o esa otra obra que hizo el mismo tandem Es un pájaro... donde demostraron que hablar de superhéroes no siempre significa que estos deban de aparecer o interactuar, y donde el estilo pictorico que emplea en esta obra se acerca más a la que podemos ver en este tomo del que aquí hablamos. Un autor que está intentando crear otro manera de hacer cómic a caballo entre los dos mercados más influyentes (si exceptuamos el japonés), el francobelga y el norteamericano.

Kristiansen consigue, en definitiva, una perfecta armonía con un guión profundo, emotivo y lleno de misterio, con unas constantes idas y venidas perfectamente sincronizadas, con un característico y peculiar estilo que cada vez lo vuelve más expresionista, con un uso soberbio de la acuarela y las aguadas rozando unas representaciones casi decimonónicas, donde los espacios y los juegos de luces, con la mezcla de colores fríos y cálidos según el momento representado, componen un fresco que es capaz de ambientar lo de terrible y de misterio tiene este docudrama, porque eso es lo que es, un drama que esconde secretos que nos transportan a momentos concretos de la historia que han pasado a formar parte de la larga e interminable lista de ese contexto que conforman siempre los errores de la humanidad.

La calidad pictórica que nos ofrece Kristiansen es de una exquisitez asombrosa, pareciendo, cada una de las viñetas, pinturas por si solas de finales del XIX o inicios del XX más que simples viñetas conformando un arte secuencial que nos quiere contar una historia que sucede en dos momentos espaciados en el tiempo pero que se superponen entre ellos en muchos momentos. La pintura (porque hay que definirla, realmente, de pintura) nos recuerda mucho a artistas decimonónicos como podían ser los impresionistas (un Monet, un Sisley o un Manet), o incluso un prescursor como era el inglés Turner o, más concretamente, los postimpresionistas como un Gauguín o un Cézanne, tendiendo cada vez más al sintetismo, porque la aplicación del pincel así nos lo demuestra, y el uso de colores saturados también no lo indica, haciendo una utilización magistralmente de la escala de grises en las escenas de las trinchera de la I Guerra Mundial, que dan una sensación creíble con un uso de colores sucios tendiendo al ceniza, provocando la angustia en el lector que es lo que quiere conseguir el autor al transmitirnos los horrores de la guerra, todo ello macerado con un guión que te hace vivir el momento, sentir el terror, como si uno verdaderamente estuviera allí. Y todo esto hablándonos Kristiansen de la obra cumbre de su vida del pintor protagonista de nuestra historia, un cuadro que será admirado hasta la saciedad tanto por el mismo artista como por el escritor investigador que, curiosamente, pertenece a otra época y estilo, de la edad de oro de la pintura holandesa del XVII, donde Vermeer fue su máximo exponente.

Echadle una hojeada a este álbum, y si las bellas pinturas que nos ofrece Teddy producen en vosotros las mismas sensaciones de tristeza a la par que de belleza, os recomiendo que os lo compréis, lo leáis detenidamente, y descubriréis que la historia que nos cuenta está a la altura de las expectativas creadas en un principio, conformando un fresco de una “terrible belleza”.

Un saludo cordial.

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