miércoles, mayo 07, 2008

CRÓNICA: 26è SALÓ DEL CÒMIC DE BARCELONA (III): Las exposiciones (II)

Uno de los aspectos más interesantes del Saló Internacional del Còmic de Barcelona son siempre las exposiciones: desde la de El Laberinto de DDT, que por sí misma mereció una reseña aparte, a las dedicadas a los premiados en la anterior edición del Saló, pasando por aquéllas que comentaremos en este post.

Una de las que más apetecía ver, por eso de la morriña, era la de Mortadelo y Filemón. En cuanto entrabas al Saló, los muñecos hinchables de los célebres personajes de Francisco Ibáñez te recibían desde el centro de la exposición que conmemoraba el 50 aniversario de su primera historieta, Mortadelo y Filemón, agencia de información, que apareció el 20 de enero de 1958, en el nº 1394 de Pulgarcito.

A través de originales en tinta china y páginas impresas a color dispuestos en los distintos paneles podíamos hacer un recorrido por la evolución de los personajes que vieron la luz como una parodia surrealista de historias de detectives privados con muchos enredos, gags complementarios y batacazos espectaculares. Podíamos ver cómo el aspecto de los primitivos personajes había ido cambiando, conservando sus trazos característicos, más reconocibles en Mortadelo, quien remarca la comicidad de su aspecto con su característica predisposición a disfrazarse ante cualquier eventualidad: podía convertirse en cualquier cosa, pero su nariz, sus gafas y sus ojos le delataban siempre. Con su paso como agentes secretos a la T.I.A. aparecen nuevos personajes como el Superintendente Vicente, incapaz de controlar los desmanes de sus subordinados; las peculiares secretarias Ofelia e Irma; el profesor Bacterio y sus famosos inventos o un montón de villanos y malhechores a los que enfrentarse para salvar al mundo, sin dejar de lado aspectos concretos relacionados intrínsecamente con el mundo del espionaje al que parodian: como la manera de enfrentarse a los continuos cambios de ubicación de la T.I.A., sus inaccesibles escondites y sus misteriosos accesos, o con la falta de presupuesto de la organización para invertir en virguerías tecnológicas, lo que les obligaba a utilizar para sus desplazamientos medios de transporte públicos poco ortodoxos o privados más bien considerados piezas de museo. Ha resultado interesante ver cómo, a través de las páginas expuestas, se ha hecho hincapié en los momentos clave de la progresiva adaptación a los cambios históricos que habían ido viviendo los personajes y que se reflejaban en las historias largas, tratando en ellas temas de “rabiosa” actualidad política, mostrando la problemática social del momento, acorde con los tiempos que les ha tocado vivir (la ecología, la vivienda, la prensa del corazón, el tráfico de influencias, las olimpiadas....) o a personajes mediáticos perfectamente reconocibles.

Junto a la entrada y con una temática totalmente distinta se encontraba, fruto de la colaboración del canal Sci-Fi con Ficomic, la exposición de los originales de las ilustraciones que Tim Sale, dibujante de cómics de superhéroes, realizó para la primera y segunda temporadas de la famosa serie televisiva de ciencia ficción creada por Tim Kring, Héroes, y que le han dado una gran popularidad.

Si bien al principio sólo iba a hacer las ilustraciones de acompañamiento para el guión original y el episodio piloto de la serie, al final se encontró dibujando visiones apocalípticas en tonos grises que, tras ser coloreadas digitalmente, acabarían convirtiéndose en los cuadros que el personaje Isaac Méndez pinta en la serie y que son el resultado de su extraordinaria habilidad para predecir el futuro.

En la zona central del Saló encontrábamos los espacios expositivos dedicados a los diferentes concursos organizados por iniciativa institucional buscando el fomento de la creación de historietas.

Con una muestra de los trabajos premiados en el Creacómic, de la CAM, del certamen Creación INJUVE 2007, del Concurso de Cómic “Ciutat de Cornellà”, del Premio “Tira Còmica més Jove”, promovido por el Carnet Jove de la Agència Catalana de la Juventud, el certamen “Blasillos” (2007), una iniciativa de Forges en beneficio del Instituto María Zambrano, y la exposición “Castilla y León de leyenda”, organizada por la Dirección General de Juventud de la Junta de Castilla y León, que recoge las páginas originales de jóvenes autores de esta comunidad autónoma que han resultado galardonados, con una temática centrada en las leyendas de la comunidad.

Una de las más esperadas era la visita a la de la comunidad autónoma invitada este año por el Saló, las Islas Baleares, por eso de curiosear qué se hace en la casa del vecino.

Lo mejor ha sido darse una vuelta por los paneles y redescubrir a Benejam, a Nené Estivill y a Joan Escandell, después de tantos años leyendo el TBO y las Joyas Literarias Juveniles; “conocer” a Pere Joan, Tomeu Seguí o Marcos Mateu; “tropezarme” con Max o Gabi Beltrán, como cada fin de semana con El País; reencontrarme con “viejos conocidos” como Guillem March y Bart Torres o sorprenderme con los trabajos de tantos autores noveles que surgen de entre las aguas de los que desconocía la existencia, o con el de las editoriales y publicaciones promovidas por el Institut d’Estudis Baleàrics para difundir cualquier manifestación cultural, entre ellas, el cómic. Al final, hacernos con un ejemplar de la novela gráfica colectiva “Cada dibuixant és una illa” fue todo un acierto.

También por aquello de la morriña, acercarme a la exposición de Massagran era una de las cosas que más me apetecía. Ramón Folch adaptó al cómic la idea original del personaje creado por su padre, Josep M. Folch i Torres, e ilustrado por Junceda y creó nuevas aventuras para este clásico de la literatura infantil que entre 1982 y 2002 fue dibujado por Joseph M. Madorell.

Su dibujo era simple, casi esquemático, adaptado a la comicidad de los guiones. Muchos de sus personajes eran originales, pero en otros quedaban claras las influencias de maestros como Hergé o Junceda. Massagran es un amante del mar y un viajero impenitente que recorría países exóticos en los que vivía mil aventuras. Recrearme en las páginas en blanco y negro, en los dibujos originales reproducidos como cubiertas, contracubiertas y guardas fue como volver atrás en el tiempo, aunque sólo fuera por un momento.

Con una puesta en escena que incluye vallas metálicas móviles y alambradas, la exposición Viñetas Censuradas ofreció una interesante visión de las restricciones político-religiosas a la libertad de expresión ejercidas sobre publicaciones de índole satírica o dirigidas a un público infantil y juvenil, desde principios del siglo pasado hasta la actualidad.

Es decir, desde el cierre de la revista Cu-Cut! en 1905, durante el reinado de Alfonso XIII, a la retirada de los quioscos del número 1573 de la revista El Jueves por injurias a la Corona, pasando por la censura impuesta por la dictadura de Primo de Rivera a la revista la Esquella de la Torratxa, el cierre de la revista El Papus tras el atentado sufrido en 1975 o por la prohibición de difundir el álbum Hitler=SS, del dibujante francés Philippe Vuillemin.

Me llamó especialmente la atención la censura que se ejerció sobre Flash Gordon, el personaje de Alex Raymond, ya desde la Segunda República. El material gráfico procedente de las agencias de prensa norteamericana fue alterado para eliminar cualquier vestigio de erotismo excesivo o ataque a la moral tradicional. Con el franquismo, no sólo se reforzaron estos aspectos, sino que se trató de velar cualquier proclama específica a favor de la libertad. De hecho la censura suprimió las aventuras de Flash Gordon en la que él retorna a la tierra para luchar contra un ejército semejante al alemán que había declarado la guerra a los EE.UU. Será durante este largo período en el que el control sobre las publicaciones es más evidente. Durante los años 40 y 50, se trataba no sólo de eliminar, sino de inculcar determinados valores más acordes con la ideología dominante.

A partir de los 60, en los originales expuestos se ve claramente que el censor, dependiente entonces del Ministerio de Información y Turismo, recomendaba, a golpe de lápiz rojo y borrados con “tipex”, la corrección no sólo de lo dibujado, sino también de lo escrito. Textos que debían corregirse porque “son una catalanada” o porque incluyen insultos o actitudes agresivas, e imágenes que debían sustituirse porque eran excesivamente violentas y podían dañar la sensibilidad de los menores, como las de los garrotes con los que siempre acaban persiguiendo a Agamenon, desaguisados que sufrieron también las reediciones realizadas a partir de estos años de tebeos publicados después de la Guerra Civil. Una visión desconcertante para los que habían conocido ambas versiones y los que se aficionaron a la lectura de tebeos sin ser conscientes de la censura previa que habían sufrido las viñetas.

Frente a la anterior, un panel colectivo recogía, por una parte, sendas exposiciones dedicadas al trabajo de dos representantes del cómic italiano en activo que acudieron como invitados al Saló, Milo Manara y Vittorio Giardino. La exposición Manara-Fellini, realizada en colaboración con la Comicon de Nápoles, reunía ilustraciones y páginas de cómic nacidas de la colaboración entre Milo Manara y el director de cine Federico Fellini, la conjunción más que notable entre el noveno y el séptimo arte.

La de Vittorio Giardino, con sacos de arena sacados de las trincheras como atrezzo y las figuras recortadas sobre el tapiz azul que parecían sacadas de las páginas de su trilogía sobre la guerra civil española, presentaba varias páginas de su “No Pasarán”, protagonizada por Max Fridman, y cuyo tercer álbum, “Sin ilusión”, sobre los últimos días de la guerra civil en la ciudad de Barcelona, se presentó precisamente en el Saló. Fue increíble ver a este incombustible artista pasarse horas firmando ejemplares de su obra en el stand de Norma y pasearse por el Saló con su inconfundible gabardina y su bufanda al cuello.

Entre ambas, girando de derecha a izquierda quedaba un pequeño habitáculo sobre cuyo fondo negro sobresalían los recargados marcos dorados que acogían las ilustraciones, con predominio de la tinta negra e impactantes toques de color rojo, de la particular versión que Luis Scafati ha hecho del mito de Drácula, publicada por la Editorial Libros del Zorro Rojo, en cuyo stand estuvo firmando ejemplares de su obra.

A continuación tuvimos la oportunidad de apreciar las ilustraciones originales, en tinta china sobre papel, de las portadas y algunas de las páginas de la primera novela gráfica publicada (“El Capitán Alatriste”) y de la segunda (“Limpieza de sangre”), aún en proceso de elaboración, realizadas por Joan Mundet para la adaptación al cómic de las novelas de Arturo Pérez-Reverte, como resultado de un proyecto conjunto en el que también participa Carlos Giménez y que edita Debolsillo Random House Mondadori. Una propuesta a tener en cuenta para las que ya hemos leído las novelas.

Finalizamos esta tanda de exposiciones con la dedicada a Michael Golden y a ese particular grafismo suyo que engancha. Los originales en color de las portadas, las páginas en blanco y negro y la pintura sobre celuloide de obras como The ‘Nam, Return to Jurassic Park, Micronautas, Dr. Strange, G.I. Joe... muestran ese cuidado en los detalles, la escenografía, la iluminación... ya se trate de soldados en la Guerra de Vietnam, superhéroes o dinosaurios.

Como EduXavi ya se encargó de la exposición sobre DDT, en un próximo post os hablaré de mis impresiones sobre las exposiciones de los premiados en la pasada edición del Saló.

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