"El ser humano es así. Nos gusta escuchar a través de las puertas, mirar por los agujeros de las cerraduras y enterarnos de la vida y milagros de nuestros vecinos. Nacemos con un irrefrenable espíritu voyeurista, siempre presto a poner el oído en el último cotilleo. Lo negaremos, lo rechazaremos y defenderemos su persecución, pero nunca podremos evitar la tentación de mirar anónimamente lo que ocurre tras una ventana. Quizás por esa razón, la viñeta, con esa forma de ventana que da paso a un mundo bidimensional, se convierte en un escenario perfecto para las historias que hablan de la vida cotidiana. Es un medio que nos encarna en una especie de James Stewart presto a asomarse en las vidas ajenas desde la comodidad del sillón de un salón, a sabiendas de que, a diferencia de aquella estimulante intriga de Hitchcock, nosotros nunca seremos descubiertos. Lo cotidiano, esa expresión del género costumbrista, forma parte del cómic desde que a principios del siglo XX Frank King iniciara el largo periplo de Gasoline Alley en el Chicago Tribune, pero es a partir de las últimas décadas de la centuria cuando comienza a tomar entidad como género propio, que llegaría a ser bautizado por el movimiento independiente americano como slices of life, tomando prestadas las Tranches de vie del francés Gerard Lauzier. Un género que, cada vez con mayor importancia, ha ido incluyendo entre sus diversas tendencias la autobiografía, llevando el día a día a un terreno más íntimo. Una elección que es para muchos un símbolo de lo huero y superficial, en una opinión que no deja de tener fundados argumentos, pero que es imposible compartir en sentido generalizado a la vista de los resultados".
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Un saludo cordial.
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