miércoles, abril 28, 2010

COURTNEY CRUMRIN de Ted Naifeh

Podría decirse que abril ha sido un mes monotemático, dedicado a la lectura de historias escritas y dibujadas por Ted Naifeh, un autor que, como otros, había empezado con el diseño gráfico de videojuegos y había acabado haciendo lo que más le gustaba: Cómics.

Había terminado de leer Polly y los Piratas, el integral editado por Dibbuks que recopila las seis historias protagonizadas por Polly Ann Pringle, el personaje creado por Naifeh a la estela de la película Los Piratas del Caribe. Aunque estaba en casa desde noviembre pasado, había dejado para una ocasión más propicia embarcarme en las entretenidas aventuras de esta jovencita de 13 años, modosita e inocente, cuya monótona vida en el tedioso internado para niñas bien en donde la ha recluido su padre se ve alterada repentinamente cuando unos caballeros de fortuna que han tenido a bien secuestrarla de la escuela de la señorita Lovejoy le descubren que su madre no era quien el Sr. Pringle le había hecho creer, una dama respetable y decente que murió en el parto, sino Meg Malloy, la Reina de los Piratas, la dama más valiente que había navegado los mares; unos “caballeros” que, a pesar de tener otras prioridades, como evitar que les ahorquen por piratería, habían ido a buscarla porque sólo alguien de la estirpe de los Malloy podía ser capaz de encontrar el mapa del tesoro perdido de la reina de los piratas y convertirse en la mejor capitana para El Titania.

Me había gustado el estilo utilizado para este género por este autor norteamericano nacido en 1971, pero sentía curiosidad por el mundo que mostraba en su otro trabajo como autor completo –dirigido a un público infantil y protagonizado por una niña, Courtney Crumrin- en el que había estado trabajando intermitentemente desde 2002 y cuyo primera miniserie, publicada por la editorial independiente Oni Press, fue nominada al Premio Eisner a la Mejor Serie Limitada en 2003.

A aumentar mi interés por estos relatos góticos que transcurren en antiguas mansiones victorianas y en bosques llenos de trasgos devoradores de niños y horrendas y oscuras criaturas, contribuyó sin duda la publicación por Norma Editorial de Las monstruosas vacaciones de Courtney Crumrin, el último de los volúmenes tras Courtney Crumrin y las Criaturas de la Noche, Courtney Crumrin y la Asamblea de los Místicos y Courtney Crumrin en el Reino del Crepúsculo, publicadas por Norma Editorial entre noviembre de 2007 y mayo de 2008, con cuatro capítulos en cada uno de ellos, excepto en el último, en el que sólo hay dos, La Leyenda del Ladrón del Fuego y El príncipe de ninguna parte. Apenas hojearlo una ya se convence de lo interesante que será conocer las peripecias de esta niña tan peculiar.

Mi manía de empezar por el principio coincidió con la publicación del artículo de Aurora Intxausti titulado El cuento de las hadas y los hados en El País del pasado 10 de abril y que ahora saco de su contexto. En él la autora cita a Pilar Pérez, propietaria de la librería madrileña El Dragón Lector, cuando habla de su experiencia con lectores de entre 10 y 12 años y de las diferencias existentes entre las lecturas elegidas en esta etapa por chicos y chicas, ya que "los chicos tienden a descolgarse de la lectura porque les atrae mucho más el mundo de los videojuegos y las chicas se lanzan a los vampiros y fantasmas. Lo que sí he comprobado es que bajo ese trasfondo fantasmal ellas buscan historias de amor". El artículo me animó a curiosear sobre el tipo de amor que buscaba la pequeña Courtney.

Por último, la entrevista que Jack Croker le hizo a Nayfeh con motivo de su asistencia al I Festival Gótico y de Terror de Málaga –y su estancia en Madrid-, publicada el pasado 26 de marzo en El Blog de Cómics de Norma Editorial, sirvió para constatar la influencia literaria que la saga Crepúsculo, Harry Potter o Matilda, de Roald Dahl, habían tenido sobre la singular personalidad de esta niña de ficción -que reflejaba sin duda la forma de ser de otras muchas niñas reales de su misma edad-, y para conocer determinados aspectos de este personaje pensado “específicamente para esos niños con el corazón roto”, protagonista de historias que van “sobre la pérdida de la niñez”, esa edad en la que desgraciadamente nos damos cuenta de lo terrible e hipócrita que es mundo que nos espera.

Así que el revulsivo que me decidió a enfrascarme en la lectura de todas estos relatos fue la propia Courtney, alguien que solo quiere que la quieran tal y como es y no como a los demás les gustaría que fuera; un personaje solitario y desarraigado que no encuentra su lugar en el mundo y que, como ella misma dice, no le gusta a la gente, es grosera y tiene mal genio, de ahí que no tenga demasiados amigos, al menos reales. Si hacemos, además, que la protagonista viva sus historias en un mundo en blanco y negro de fantasía gótica y ambientes medievales y victorianos, llenos de magia, extraños sortilegios, peligrosas invocaciones, arriesgados hechizos, fantasmas, vampiros, infaustos demonios, hombres lobo, monstruos siniestros, ángeles negros, arpías, cambiantes que secuestran y sustituyen a los bebés por monigotes perversos, gatos parlantes, extravagantes criaturas del inframundo paralelo al mundo de arriba en el que vivimos, hombres del saco (Tommy Rawhead and Bloody Bones, que vive en los charcos en los que ahoga a los niños malos), seres espeluznantes, pesadillas vivientes y demás frutos de la nunca bien loada imaginación de los dibujantes y guionistas de tebeos, el éxito está más que asegurado.

Butterworm, el residente más antiguo del vecindario de Hillsborough en el que se encuentra la Casa Crumrin, un trasgo que cae pronto en las males artes de Courtney, es el mejor narrador que podía encontrarse para contarnos fielmente las historias de la benjamina de la familia Crumrin en su nuevo hogar, un lugar frío que tendrá que compartir con el viejo tío Aloysius y las criaturas nocturnas que lo habitan, y, lo que es peor, con esos idiotas egoístas que son sus padres, encantados de mudarse a un barrio elegante y pijo y de mezclarse -eso querrían ellos- con sus privilegiados vecinos. Pero si el viejo Aloysius no resulta ser tan terrible como aparenta – es más, conocerle es lo mejor que le había pasado nunca-, no puede decirse lo mismo de sus horribles compañeros de colegio -que la consideran un bicho raro-, entre los que destacan ciertos hijos de papá que se dedican a extorsionar a los demás alumnos, robándoles el dinero del almuerzo y golpeándoles si no les entregan la paga semanal. Claro que, en el fondo, cualquier paseo por el bosque es mejor que enfrentarse a esos descerebrados, a menos que una aprenda a controlar tanto a los monstruos del bosque como a los que acuden con ella al colegio, gracias, eso sí, a los conocimientos de brujería que ha ido adquiriendo desde que llegó. Y es que Courtney no tarda en descubrir que su llegada a Hillsborough forma parte del plan urdido por su anciano tío para adoctrinarla en las artes de la magia que él conoce tan bien con la intención de convertirla en la perfecta heredera de su linaje. Para ello contará con la inestimable ayuda de la señorita Crisp y de sus compañeros de la Escuela del sábado en Radley Hall, con los que vivirá alguna de sus trepidantes aventuras.

Sin embargo, Courtney, que no acata las normas en ningún sentido, prefiere aprender por su cuenta y experimentar con hechizos e invocaciones que, a veces, no consiguen los resultados deseados, lo que obliga a Aloysius –que pretende mantenerla alejada de ciertos libros no demasiado adecuados para una joven aprendiz de bruja y de ciertos lugares, como Villa Trasgo, a los que mejor no ir nunca- a hacer lo imposible para solucionar los problemas que la pequeña va ocasionando a la comunidad de hechiceros con su comportamiento irresponsable. La situación provoca serias diferencias entre tío y sobrina, diferencias que irán aumentando durante el viaje que ambos hacen a Europa, visitando a viejos amigos en Rumanía (¿No veis en la que Courtney fotografía la loba capitolina de Alba Iulia?) o buscando sus orígenes en Krumrhein, encontrando en cada lugar seres tan temibles como los que se esconden en el bosque cercano a la mansión Crumrin.

Historias amenas, cuya narración Naifeh ha ido mejorando con el tiempo. Esperemos que Norma Editorial no tarde en publicar en castellano el resto de volúmenes que ya han aparecido en USA.

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