jueves, septiembre 07, 2006

CRÍTICA: LOKI de Robert Rodi & Esad Ribic

Aprovechando que Esad Ribic ha sido uno de los invitados de este año en Viñetas desde o Atlántico, haré un breve comentario sobre su novela gráfica, Loki, guionizada por Robert Rodi y publicada en nuestro país por la Editorial Panini.





La sensación que me produjo esta obra cuando la leí en su momento fue muy positiva.

El tratamiento dado por Rodi al protagonista fue de carácter intimista, buscando la carga psicológica del personaje, un dios de la mitología escandinava con todos sus temores, de inferioridad respecto a su hermanastro Thor, de rechazo por parte de Lady Sif, de sentir cierta indiferencia de su padre adoptivo Odín, de intentar hallar su ubicación en el reino de Asgard, pero manteniendo, eso sí, siempre ese egoísmo egocéntrico que le convertía en señor del engaño.

Vemos el sufrimiento de un ser mitológico que engaña y se siente engañado, que odia y se siente odiado, que intenta ser superior y se siente inferior. Teniendo ahora todo el poder en sus manos y al mismo tiempo sintiendo que carece de él.

Un tratamiento del dios, donde Rodi intenta mostrarnos todas sus pesadillas, todas sus dudas, toda su amargura hacia unos seres que son como él, que lo rechazan, ahora y siempre, como una plaga ponzoñosa que es.

Ni obteniendo el poder deseado es capaz de conseguir la felicidad, su sentido de la felicidad, anhelada.

Rodi, quitándole al personaje su halo de superhéroe mitológico que todo buen aficionado Marvel conoce, nos desnuda a un dios en toda su humanidad, con todos sus defectos, con todo su sufrimiento, equiparándolo con un simple mortal.

Y, a todo esto, añadamos el impresionante trabajo de Ribic a los lápices, con ese tratamiento hiperrealista que le da a los personajes, con ese aire tenebroso, sombrío, de cárceles piranesianas, con un tratamiento del claroscuro y de los colores apagados y sucios impresionante, de escenarios y exteriores wagnerianos, que nos permite ver la agonía del dios en su máxima expresión y la cárcel que él mismo se ha construido.

Porque los escenarios recreados en esta obra son de lo más absorbentes, de lo más siniestros y agobiantes. Como el mismo artista admite, por sus influencias, bien parece que estemos contemplando una epopeya wagneriana in crescendo.

Una obra, que a pesar de salirse de los cánones Marvel de superhéroes al uso, vale la pena leerla, ya que es un soplo de aire fresco en esa visión tan “superheroica” del personaje que estamos acostumbrados a ver.

Un cordial saludo.

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