El arranque de esta colección no dejó de ser paradójico: un guionista reticente a que su personaje –con permiso de sus creadores originales y, sobre todo, de su antiguo colega a los textos, John Byrne- tuviera una serie regular propia, y un dibujante cuyo disgusto por los superhéroes es conocido y reconocido.
Estos iniciales hándicaps se solucionaron de la misma manera. Claremont, poco proclive a revelar demasiado sobre alguien, uno de cuyos mayores valores era su misterioso pasado, toma a Logan y lo sitúa en la imaginaria ciudad asiática de Madripur, un entorno nuevo y hasta ahora desconocido donde va a vivir una serie de situaciones que lo sumergen de lleno en el género aventurero más clásico, desapareciendo prácticamente por completo todo elemento superheróico.
Es precisamente gracias a este planteamiento, que John Buscema va a poder dibujar lo que realmente le gusta, en un tebeo que no se queda corto en cuando a paisajes exóticos, bellas mujeres, espadas mágicas, antros de perdición, etc. Como se ha definido con acierto en alguna ocasión, este Lobezno no es sino un Conan del siglo XX.
Por lo que se refiere al guionista, el patriarca mutante demuestra una vez más su versatilidad y nos hace disfrutar de un estupendo trabajo que no se ve afectado ni por los lastres argumentales y editoriales que sí padecían sus X-Men de la época, ni por el abuso de los rasgos característicos de su propio estilo, como le sucedería con gran parte de su producción posterior.
Lo mejor de Claremont lo podemos encontrar en unas historias que tienen la complejidad justa sin que por ello dejen de fluir con la naturalidad que este tono más aventurero exige. También en la perfecta caracterización del protagonista -un personaje que con los años y la sobreexposición llegaría a la autoparodia-, y, por supuesto, en la inclusión de un elenco de mujeres de armas tomar marca de la casa, que en no pocas ocasiones le roban el protagonismo al canadiense. Así, una inteligentemente reciclada de Unncany Jessan Hoan, o dos viejas conocidas del autor como lo son Lindsay Mc Cabe y Jessica Drew. La auténtica, no la que se ha visto estos últimos años de la mano del pluriempleado Bendis.
La verdad es que en la obra de Claremont no es extraño el recurso al reparto de trabajos pasados, lo que en este caso se traduce también en la presencia de cierto Samurai de plateada armadura, o en la de Karma, de los Nuevos Mutantes.
En cuanto al mayor de los Buscema, el que esperara el tipo de trazo propio de su pretérito trabajo con cierto bárbaro cimmerio, tal vez quedó decepcionado al encontrarse con un estilo más tosco que, de todos modos, no desencaja con el toque negro que tienen estas historias de Madripur. Me da la impresión de que los entintadores tuvieron no poco trabajo a la hora de acabar de dar forma al dibujo del gran John, resultándome más agradable el resultado en el caso de Al Williamson que en el de Klaus Janson.
Esta etapa de la vida de Logan no duraría. Por las páginas de su serie regular propia desfilarían más tarde Peter David con Kevin Nowlan, o John Byrne, quedando finalmente en manos de un Larry Hama que sí se atrevería a profundizar en el pasado, dándonos lo que entonces creíamos desear.
No sé si la trayectoria de Wolverine, el comic-book, en este coleccionable será tan larga, máxime cuando acaban de anunciar su cancelación temporal, pero al menos, y si así lo permite el material americano digitalizado, sí sería deseable otro libro que concluyera el periplo de Claremont y Buscema en la serie.
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