Tengo que decir que nunca he leído Wendel, comic que lleva publicando Howard Cruse desde hace ya muchísimos años, y que sólo dejó de publicarse durante unos cuatro años, cuando se estaba gestando la obra de la que estamos hablando. Recordaba vagamente que hace tiempo apareció bajo el sello Paradox Press, sello editado por DC Comics, por lo que mis expectativas partían únicamente de los premios y críticas positivas que tenía acumuladas, y la interesante temática que trataba, eso sin contar el tiempo que hace que debía haber salido, y que como si del Supreme de Alan Moore se tratara, parecía que nunca acabaría por publicarse.
Stuck Rubber Baby, titulo de intraducible juego de palabras y multitud de sentidos, es ante todo la historia de Toland Polk, un gay que no quiere salir del armario, y que hace todo lo posible para cambiar esa tendencia que tanto parece que le avergüence. Como condimento para enriquecer esta historia, el autor construye un entorno realmente interesante, cimentándose sobre una época como son los años 60 en plena era Kennedy, época bastante vertiginosa y cambiante, como si de una montaña rusa se tratara, y situándolo en el sur de Estados Unidos, en una ciudad inventada para la ocasión, pero que puede ser fácilmente reconocible como muchas de las típicas ciudades sureñas.
Toland ya desde su juventud se siente como un marica -como él muy bien dice-, experimentando sensaciones ya de tendencia homosexual, pero en cambio, está decidido en acabar con esa homosexualidad con la que no se siente cómodo. A partir de aquí veremos una especie de tira y afloja con su parte homosexual, reflexionando sobre sus desventajas, viendo cómo va buscando su identidad en una sociedad durante un periodo de fuertes cambios tanto morales, como éticos, y sintiéndose fuera de lugar, como un idiota que está en el sitio equivocado haciendo siempre algo equivocado. También seremos testigos de sus dudas sobre la existencia de Dios, de cómo se va involucrando en las diferentes luchas sociales, de carácter sobretodo integracionista, del descubrimiento de los distintos garitos de ambiente de la ciudad, de manipulaciones políticas, de intolerancias raciales, incluso se tocan temas, aunque sea de pasada y que últimamente han estado muy en boga, como son los matrimonios homosexuales o la adopción de un niño por un homosexual.
Por otra parte, el reparto coral que acompaña a nuestro protagonista principal es inmensamente rico, personajes que cobran vida propia, transmitiendo sensaciones y sentimientos, dudas y convicciones, amores y odios, alegrías y penas, vamos, que desprenden vida por los cuatro costados. Curiosamente el mismo Howard Cruse cuenta que hay algún hecho autobiográfico, pero sobretodo son historias y anécdotas que le contaban personas de su entorno o que iba conociendo sobre la marcha, y que sin duda hacía que la historia adquiriera un grado de realismo impresionante.
Aunque normalmente suelo centrarme sobretodo en el contenido, esta vez no quiero pasar la oportunidad de remarcar la excelente y cuidada edición que se ha llevado a cabo por parte de Dolmen, con una edición en tapa dura y con un ajustado precio, con una elección de papel ideal, a lo que hay que añadir una serie de artículos que sirven para completar su lectura, con detalles y diversas curiosidades, y donde sobretodo es sobresaliente la traducción de un Diego García que demuestra una vez más su grandísima profesionalidad.
En resumen, una historia sobre la intolerancia tanto interna como externa, que hará las delicias a los que les interesen sobretodo los temas sociales, para que reflexionemos detenidamente sobre las relaciones humanas.
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