Aquí vemos a un Trillo y un Giménez con un carácter totalmente crítico y reivindicativo, de una manera, digamos, indirecta que a la vez es fácilmente y claramente entendible.
La historia transcurre en un futuro lejano de nuestro planeta, donde la inconsciencia de la humanidad, con sus guerras y su total falta de respeto hacia la conservación del medio ambiente, la ha llevado a convertir a la Tierra en un gigantesco vertedero de basura.
Basura, basura y basura por todas partes. Una sociedad totalmente postapocalíptica que después de haber sufrido la incompetencia de sus antepasados, se convierte una especie de Mad Max, visión muy de moda en los años 80 tanto en el cómic, como en el cine o la literatura.
Trillo cuenta cómo la humanidad ha degenerado hasta tal punto que la gente se ha acostumbrado a vivir entre escombros, inmundicia y basura, con un peligro constante de estar expuestos a la contaminación radioactiva. Continuamos viendo como las clases perduran, tanto entre los mismos habitantes de ese gigante estercolero, donde nos encontramos al Pueblo de las Cuevas y, digamos, a los que están en un escalafón superior, los Altos, como en los que se consideran superiores y diferentes a los que viven abajo, los habitantes de la Ciudad Blanca, viniendo todos, en el fondo, del mismo lugar y de los mismos antepasados, pero siendo rechazados los habitantes de las Cuevas por la gente que vive más arriba, los Altos, y estos a su vez rechazados por los que viven más arriba todavía, los habitantes de la Ciudad Blanca, los cuales se consideran superiores, más limpios y más puros. Una jerarquización en toda regla. Una diferencia de clases clásica.
Leemos entre líneas la constante dualidad que caracteriza a la raza humana, ricos/pobres, dominadores/dominados, élite/parias, superiores/inferiores y en este caso concreto, gente que vive elevada procurando no mantener ningún contacto con los que viven en la miseria más absoluta, un poco más abajo, en contacto directo con la tierra, una Tierra que ha sido totalmente esquilmada por la avaricia desmedida de los “animales racionales”.
Viven tan en la miseria, en un mundo que carece totalmente de recursos para poder mantener una mínima calidad de vida para toda la población, que incluso ellos mismos se disputan los desechos que los de arriba arrojan al tremendo basurero de abajo.
Un canto para evitar la locura más desmedida de nuestra sociedad actual y un aviso serio para navegantes, cuya moraleja nos quiere enseñar que, si continuamos a este ritmo de destrucción de todas las bellezas que nos rodean, por puro afán consumista, sin intentar mantener un cierto y necesario equilibrio, y no procurar racionalizar y preservar lo que, sin esfuerzo, tenemos a nuestro alcance, seguramente, aunque parezca una exageración, podríamos acabar viviendo en un planeta totalmente árido y estéril.
Quién mejor para plasmar esta visión apocalíptica de Trillo que un Juan Giménez es sus inicios, ya consolidándose como un excelente ilustrador, con esa capacidad para mostrarnos mundos futuristas al borde de la destrucción más absoluta, con tremendo realismo, casi permitiéndonos palpar lo que el guión nos quiere transmitir, y con ese uso de una acuarela sucia, ideal para ilustrar la podredumbre y la herrumbre que rodea a los protagonistas, la cual produce un gran impacto visual al lector.
Este discurso que nos transmitieron en su momento los autores, lamentablemente, mantiene su vigencia en la actualidad. Aunque se realicen más Cumbres de la Tierra en un futuro o se alcancen Protocolos como el de Kioto, si los países no cumplen más estrictamente sus compromisos firmados, no se responsabilizan de lo que han acordado y no ejecutan una política rigurosa y estricta en sus respectivos ámbitos de aplicación, siempre anteponiendo los intereses colectivos a los particulares, lloverá sobre mojado y la solución no llegará, o llegará a cuentagotas, siendo posiblemente ya demasiado tarde para reaccionar por parte de las generaciones venideras que son las que sufrirán el desastre ecológico.
Y como mínima y factible esperanza a un panorama tan desalentador, la capacidad innata y constante de rebeldía y de inconformismo que caracteriza al hombre, donde siempre se levantarán voces discordantes por muy negro que el panorama se vea. La lucha por la supervivencia del ser humano, que siempre termina tropezando más de dos veces con la misma piedra pero que es capaz de levantarse para luchar por lo que es justo, comenzando, de este modo, otra vez el ciclo.
Veremos qué legado dejaremos a las generaciones futuras que aún están por venir.
Un saludo cordial.
1 comentario:
En este tebeo fue donde vi por primera vez los colores de Juan Giménez. Una pasada, no sé cuantas veces puede releerlo (eso sí, por entregas, en el Zona 84). El recuerdo que tengo es tan bueno que no me atrevo a leerlo hoy en día, prefiero quedarme con la idea que pervive en mi cabeza. Jo, viendo las imágnees que has puesto, me he dado cuenta de que tengo cada viñeta tatuada en el cerebro.
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