Ya desde los primeros minutos, y tal como comienza esta historia marcada por un primer plano de la cara ensangrentada de su protagonista, Patrick “Lights” Leary, en una escena situada en los vestuarios y junto a su esposa, después de su combate defendiendo su título mundial de los pesos pesados, ya nos da a entender hacia que derroteros van a ser capaz de conseguir llevarnos sus protagonistas: sufrimiento y amor a partes iguales. Después de la escena de arranque y recordatorio, la serie realmente comienza cinco años después de que Patrick pierda su título de campeón, aunque no sin una cierta polémica. Patrick habia dejado el boxeo poco después de la perdida del título debido a que su mujer le da un ultimátum, pues ya no resistía el seguir viendo más sufrimiento dentro de su familia. Todo iba bien durante una larga temporada de prosperidad para él y su familia, hasta que largo tiempo después las deudas se lo comen. El gimnasio es un sumidero de gastos, más la hipoteca de la casa, la matrícula de las niñas y los negocios en los que ha invertido no han salido del todo bien. Mientras tanto, el ex-campeón del mundo tiene que dedicarse a hacer trabajos de poca monta, exprimiendo la poca fama que todavía le queda y así poder sacarse un dinerillo. Ya hace tiempo que todo se viene abajo y lo puede perder absolutamente todo. ¿Qué opciones le quedan a Patrick? Renacer o morir en el intento.
Puestas las bases de esta historia sobre boxeo que son, como no, sobre el enésimo retorno de un héroe intentando volver a la cima, después de una larga y agónica caída. En realidad, lo que define una serie como Lights Out, no es el objetivo a alcanzar por su protagonista, sino que es más bien la forma como lo intenta alcanzar y el camino por el que van a tener que ir pasando cada uno de los personajes directamente implicados o afectados por ello. Desde luego que el boxeo como deporte siempre está presente en este drama en particular, pero suele estar más bien de forma indirecta, aunque vehicular en la trama, y por supuesto generadora de conflictos. Y es que en todo buen conflicto salido de una ficción seriada o no, su complejidad viene marcada por una irresistible necesidad de entrar de cabeza en él, como si ejerciese una cierta atracción gravitatoria que fuera capaz de envolver a su protagonista, al necesitar volver a encontrarse a sí mismo y, aunque en un principio no lo parezca, volver a disfrutar con todo ello: violencia, confianza, éxito, dinero, fama y honor. Por supuesto que todo vendrá tensionado con las habituales consecuencias, tanto físicas como psicológicas. No hay que olvidar que el boxeo siempre ha ejercido una cierta atracción hacia el espectador, gracias al habitual recurso de guión causa-efecto, tan usado en cualquier drama pugilístico, y que se suele vincular más a la psicología del personaje (la pérdida del status, del respeto que se ha ganado, de la fama, del dinero) que a su maltrecho físico (desde las habituales palizas hasta lo que puede llegar a convertirse en demencia pugilística).
Destacar, a lo ya dicho, el tratamiento grandilocuente en torno al boxeo, el cual está siempre puesto al servicio del espectáculo, como es por ejemplo el de sus representantes y los movimientos que estos suelen hacer para concretar peleas, con sus tira y afloja, sus manipulaciones y ases en la manga o sus presentaciones de opereta con los que conseguir una escandalosa primera plana en los medios de comunicación. El boxeo solía ser un deporte de reyes, siempre en alza, estando muy bien considerado, ademas de mover muchísimo dinero. La televisión pública retransmitía muchos combates y era un deporte con bastante fama y seguimiento entre la clase media-baja. Quizás uno de los mayores problemas que ha tenido ha sido la larga sombra de las apuestas, un negocio bastante turbio que siempre ha estado muy ligado a este deporte. Negocios que en algunos casos podían cobrarse un alto precio a pagar, sobretodo si tenemos en cuenta la integridad de cada uno, y, en esta serie, todo esto está bastante bien reflejado.
Por poner algún que otro pero, a las escenas de los combates se le podría haber sacado más partido en el metraje, pues son más bien contenidas e incluso a veces un poco faltas de ritmo, por lo que podrían haber sido mucho mejor aprovechadas. Quizás también no se ha sabido rematar del todo el potencial que tenían algunos de los secundarios que han ido apareciendo ya avanzada la serie. Una pena, aunque no por ello debemos dejar de destacar la aparición de dos actores veteranos y de cierta fama, como son Stacy Keach y David Morse. El primero por protagonizar una mítica serie de televisión como fue Mike Hammer. El segundo por encarnar a un doctor en la primera gran serie de Hospitales que se hizo, como fue St. Elsewhere, de los mismos creadores de la imprescindible Doctor en Alaska (Northern Exposure).
Con todo lo anteriormente dicho y pese a su escaso seguimiento en la parrilla americana en el arranque de este 2011, podemos afirmar que estamos ante una muy buena serie dramática y de continuará, perteneciente al canal de cable básico FX, en la que su creador, Justin Zackham, ha sabido cerrarla de forma satisfactoria para su audiencia que, por desgracia, no fue demasiado numerosa. A los más curiosos, siempre nos abordará la necesidad de conocer como hubiera continuado esta historia que, por lo que parece ser, tenía perfectamente planificada su creador, si tenemos en cuenta sus recientes declaraciones, pues su intención era la de poder continuarla durante algunas temporadas más, supongo que principalmente con nuevas historias y nuevos conflictos, sin olvidarnos de algunas pocas tramas verticales heredadas, como posibles hilos conductores a desarrollar en las que hubieran sido sus siguientes temporadas.
Esperemos que no tarden demasiado en estrenarla en nuestro país, pues ya hace algún tiempo que se confirmó su estreno por parte de la filial española de FOX junto a otras muchas series para la temporada otoñal, pero parece que todavía no ha conseguido hacerse un hueco en la actual parrilla, donde otras como The Killing, Raising Hope o The Chicago Code ya lo han hecho. Solo esperemos que no sea otra Terriers de nuestra parrilla televisiva.
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