En la pasada primavera, con el buen tiempo, las flores y nuevas ilusiones, Laura Gallego publicó su último libro: “Todas las hadas del reino” de la Editorial Montena. Ya la portada nos atrae. Laura Gallego cuida mucho las portadas de sus obras pues son bonitas, atrayentes y al mismo tiempo, te introducen en la historia, te dan pistas de su interior. Esta vez la portada ha sido realizada por el Equipo Escletxa/Sebastià Martí.
En ella vemos una hermosa hada, con sus transparentes alas y su varita mágica sobre un fondo iluminado y delicado. Pero a su alrededor se presenta una enramada de espino, algo inquietante para una sutil hada. ¿Por qué este espino? Entremos en la historia.
Camelia es un hada, pero no un hada cualquiera: es hada madrina, una de las siete a las que la reina de la hadas dio permiso para relacionarse con los humanos, guiarles, aconsejarles y facilitarles la vida. Es trabajadora, minuciosa. Tiene muchos ahijados, se preocupa por concederles sus deseos y cumplir sus sueños. Todo marcha bien hasta que acepta encargarse de un nuevo ahijado, Simón, para quien su propia hada madrina, Orquídea, no ve solución a sus deseos de conquistar a una bella princesa. A partir de este momento la vida de Camelia cambia.
De las siete hadas madrinas solo quedan cinco y se suelen reunir cada vez en casa de una de ellas. Esta vez toca en casa Camelia, una humilde cabaña de bosque, muy acorde con su personalidad. En estas reuniones ponen en común sus progresos, sus ideas, los avances de sus ahijados. Pero el hada Dalia pone de manifiesto su decisión de retirarse y volver al país de las hadas. Esta decisión removerá sus bases, sus ideales y se preguntarán si su decisión de ayudar a los mortales es lo adecuado. En esta reunión, con la pertinente merienda de chocolate, Laura Gallego nos presenta a las hadas madrinas, su aspecto físico, su carácter y sus ideales. Las características generales son sus alas transparentes, sus brillantes melenas, la varita mágica y su juventud. Porque, a pesar de haber venido a este mundo hace más de 300 años, conservan su aspecto juvenil y radiante. Excepto el hada Gardenia que se parece más a una dulce ancianita. Esto incomoda al hada Orquídea, de melena rubia, hermoso vestido dorado y de carácter extrovertido y mandón, que opina que el aspecto y la puesta en escena del hada, es muy importante en su trabajo para ofuscar a los humanos y que hagan lo que ella cree adecuado. Lila, en cambio, es casi demasiado juvenil pues no representa ni quince años, de carácter tímido, deseosa de agradar y con pocos ahijados.
Entre estos dos extremos, tenemos a Camelia, la protagonista. Es de aspecto joven, con hermosa cabellera castaña que lleva recogida en un eficiente moño y va vestida con un cómodo y sencillo traje verde. Trabajadora y eficaz, se preocupa de sus ahijados, llevando todo lo que necesitan, acudiendo a su llamada y cumpliendo sus deseos.
El encargo del hada Orquídea sobre su ahijado Simón, marcará un punto de inflexión en la vida de Camelia. Quiere ayudarle con sensatez y justicia, honradez y perseverancia. Pero las cosas se tuercen: los mensajes se cruzan, se olvidan las citas, la presión aumenta y llega a descolocarla. Pues Simón le pide casi lo imposible: quiere conocer a la princesa heredera Asteria, de la que está enamorado. Se une la dictadura de sus jóvenes ahijados gemelos, la impaciencia de Verena encerrada en la torre esperando su destino, la dejadez de Alteo por elegir esposa y otras circunstancias que nos llevan a pensar en la estupidez y tontería de los humanos por resolver sus problemas: le exigen a Camelia lo que ellos no quieren resolver y además no ponen de su parte ni aceptan consejos ni la confianza de Camelia. La situación se degrada hasta extremos que nos llevan a no reconocer el carácter de Camelia.
Cuenta con la ayuda de un Ancestral, el zorro Ren, un ser antiguo, más antiguo que las hadas que dominaban el mundo y la naturaleza antes que ellas. Posee el poder de transformarse en humano pero mantiene su carácter burlón, astuto y un tanto retorcido. Conoce a Camelia y quiere hacerle ver que sus esfuerzos en mejorar las situaciones no dan frutos. La figura del zorro Ren, me recuerda al Coyote de “Sueños y Sombras” de C. Robert Cargill, más amigable y sencilla pero igual de astuta y con doble fondo. Será el elemento aglutinador que redondeará la historia y vida de Camelia.
Llega un punto en el que Camelia se siente excluida por sus ahijados y traicionada por sus amigos. Pero otra vez la situación da un vuelco tremendo que nos lleva al desenlace. Laura Gallego ha sabido mantenernos en vilo por el desenlace y nos ha sorprendido por el rumbo tomado en la trama.
A pesar de tener todos los elementos clásicos de un cuento de hadas, princesas y plebeyos, cómo son las hadas (jóvenes, radiantes, con su varita mágica, incluso sus nombres son de flores) no es un clásico cuento de hadas, dulce y lleno de aventuras. Vemos como los esfuerzos de Camelia no mejoran las situaciones de sus ahijados, incluso parece que éstos se esfuerzan por ponerle trabas y van surgiendo distintas zancadillas para alterar a Camelia. Su carácter y personalidad van variando, degradándose incluso: ya no es un hada madrina es un ser resentido que solo ve sus fracasos. También vemos la actitud egoísta del hada Orquídea pues en lugar de esforzarse y tratar de conseguir los deseos de Simón, se lava las manos y se lo pasa a Camelia. Ésta lo acepta porque cree firmemente en su misión: ayudar a los mortales. Pero la actitud de Simón es de ingratitud, inconsciente de las situaciones de peligro en las que pone al hada. Da rabia ver como los esfuerzos de Camelia fracasan, tanto más por la actitud de sus ahijados y el Destino que tuerce sus planes.
No me ha resultado un cuento de hadas feliz. Poco a poco Laura Gallego me ha ido llevando a cierto malestar por las injusticias y trabas que ponen a Camelia. Siempre se han considerado a las hadas como omnipotentes y aquí vemos que no, que tanto la Humanidad como la “humanización” de las hadas son terribles para las hadas madrinas. Los humanos ya no creen en ellas, las rechazan y las ignoran. Las hadas madrinas no pueden subsistir ante el despego y la incredulidad de los humanos. Tal vez mi edad me ha llevado a ver claramente este desencanto con un regusto amargo: los cuentos de hadas ya no son lo que eran, no hay un final feliz pero sí encuentro un final esperanzador: los seres mágicos, a pesar de todo, sobreviven pues siempre hay mortales que creemos en ellos.
Novela con transfondo poco infantil que Laura Gallego nos presenta con su creatividad habitual. Ya me diréis que opináis. Saludos y hasta pronto.
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