Primero firmó unos pocos libros y pasó enseguida a una amena conversación hablando de su vocación y su obra. Mientras se acababa de preparar el escenario y “esto no es la presentación, sólo una toma de contacto”, nos dijo que no necesitaría micrófono porque de joven se dedicó a la natación, ha hecho teatro, sabe impostar la voz y sabe cómo tenernos a todos escuchando. Confiesa que es muy habladora y de niña ya le llamaban la atención en el colegio y que gracias a su padre pudo desarrollar “sus dotes” para estudiar idiomas y educarse de otra manera que la académica.
Y con esta introducción pasa a hablarnos de su obra y de su última novela. De gran vitalidad, Toti no se sienta, nos habla de pie, gesticula, “teatraliza” lo que nos cuenta, nos hace vibrar con su entusiasmo.
Y con esta introducción pasa a hablarnos de su obra y de su última novela. De gran vitalidad, Toti no se sienta, nos habla de pie, gesticula, “teatraliza” lo que nos cuenta, nos hace vibrar con su entusiasmo.



Toti nos explica que una novela es histórica cuando se conoce una época y en ella situamos una historia y vemos cómo unos hechos reales influyen en nuestros personajes, cómo les afectan personalmente. Crea personajes ficticios para darles mayor posibilidad de movimiento y de actuación. Pero para ello debe conocer cómo vestían, cómo se desplazaban, las rutas que seguían, lo que comían y cómo lo preparaban, dónde se hospedaban, que sueldos recibían, cómo trabajaban: o sea, situarlos en un entorno que no chirríe.

Y, por supuesto, pasa a hablarnos de su última novela: “El jardín de la Oca”. Ya a mediados del siglo XIII se conoce el juego de la oca y de forma histórica fue López de Mendoza en el siglo XVI quien lo trajo a España desde Italia. Existiendo el ajedrez y el juego de damas, que son competitivos, la oca es un juego bastante soso, de niños, y por eso debe de haber algo más en él. En Egipto antiguo existía un juego que era una serpiente enroscada dividida en casillas y se encontró en Creta un disco con 33 casillas por un lado y 34 por el otro, dispuestas en espiral. Hay distintas explicaciones: tablero de adivinación, por el distinto valor de los números y su situación en el tablero; el Camino de Santiago; un plano de las encomiendas templarias a lo largo del propio Camino, que en realidad sí existen (Puente la Reina, Santo Domingo de la Calzada, Ponferrada); incluso una explicación del Apocalipsis por la numerología. Con toda esta base se pregunta quiénes van a Santiago de Compostela: peregrinos, comerciantes más o menos situados, pobres que son acogidos en los hospitales donde tienen pan y cama y sí van subsistiendo arriba y abajo del Camino, ricos y nobles que se alojan en posadas, mercenarios a sueldo, ladrones y “mangantes”, inmigrantes que huyen de pestes, persecuciones o guerras. Se crean villas o barrios con ciertos privilegios para las gentes que se queden a repoblar la zona, los llamados francos. Se necesitan constructores y artesanos que introducen nuevas ideas y distintas visiones del mundo. Se llega a cierta armonía entre judíos, musulmanes y cristianos, todos se entienden o se soportan, por lo menos. Existen documentadas juderías y morerías a lo largo del Camino y en León una comunidad bastante numerosa de cátaros.
En esta novela el único personaje real es Robert LePetit, inquisidor dominico expulsado de la orden por brutalidad y posteriormente excomulgado. Personaje real que actuó en Francia y cuyo final se desconoce: fue ejecutado, encerrado hasta su muerte o, simplemente, huyó. Toti se aprovecha de la situación creíble y plausible de su huida para hacerlo aparecer en el Camino de Santiago y construir su novela. El Camino es un lugar ideal para pasar desapercibido. Así que reúne a sus personajes en el Camino: el judío de Nájera (con una judería muy importante), que es médico; el herbolario musulmán de Burgos (judería documentada también) que se necesitan mutuamente y llegan a entenderse más por la edad y la experiencia que por otra cosa. Se les une Robert LePetit que ha tomado el tablero de la oca como explicación del Apocalipsis y lo interpreta como que debe venir un segundo mesías. Si el primero aparece en Jerusalén y fue muerto, el segundo no volverá allí. Pero, ¿dónde? Pues en Santiago. Así que Robert decide ir a Santiago a defenderlo y protegerlo, porque en el pórtico de Santiago está plasmado el Apocalipsis. “Y si queréis saber más, leedlo”.
Nos dice que siente una gran satisfacción en leer, estudiar, averiguar y pasar a escribir la novela. No tiene un guión definitivo de escritura, pues muchas veces a lo largo de la escritura sus personajes cambian, evolucionan y por eso la acción puede cambiar. Es enorme el placer de crear personajes, darles vida, una fisonomía, unas acciones, hacerles sentir las cosas, moldear su personalidad. Es una creación tan intensa que una se cree Dios, con poder sobre sus criaturas. Y lo dice con tanto apasionamiento y entusiasmo que nos toca el corazón a todos los presentes. Se le hacen algunas preguntas sobre su próxima obra. Ha escrito un cuento infantil dedicado a su nieta Nur, está escribiendo sobre reyes y su vida sexual y conyugal. Le apetecería mucho escribir sobre amores apasionados y locos, dramáticos y muy intensos pero aún lo tiene en mantillas.
Termina la charla y nos firma ejemplares de sus novelas. Pero no sólo lo firma, sino que nos dedica uno por uno cada libro y todas las dedicatorias son diferentes, sin dejar de charlar, explicando la novela, puntualizando algún detalle, explicando su creación o incluso hablarnos de su familia, todo ello sin cansarse, con muchas ganas y eso que ha hablado casi dos horas. Por cierto, la portada y el juego de la oca son de su hijo.
Y aquí digo que el mundo “friki” no sólo está en la fantasía y los mangas, está en todos lados, porque una señora entusiasta de las novelas de Toti le llevó para firmar toda su obra, unos ¡doce libros! Y otra joven, como le gustó la primera novela que leyó hace unos días para conocer su obra, en una semana los ha comprado todos. Yo no llego a tanto, pero reconozco que me gustan sus novelas, por ser históricas, bien escritas, por sus personajes y porque las sitúa en el País Vasco o Navarra, lugares fantásticos. Y ahora al conocer personalmente a Toti Martínez de Lezea, comprendo mejor su obra, y como me parece una mujer encantadora y estupenda, voy a hacerme “friki” de sus novelas.
Con un par de besos y un “Hasta la próxima” se despidió de todos nosotros con una vitalidad envidiable. Hasta pronto, Toti, y hasta pronto a todos vosotros.
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