Aunque ya hace semanas que acabó el 26è Saló Internacional del Còmic de Barcelona, una no puede menos que recordar lo bien que se lo ha pasado esta vez visitando las exposiciones. Suele ocurrir que, en cuanto se conoce la lista de las exposiciones, ya empiece una a programar sus prioridades. Es de todos conocidos que el mejor día siempre es el jueves, cuando aún hay poca gente y una puede deleitarse leyéndose todas las viñetas que se exponen sin las prisas que nos metemos por querer llegar a tiempo a las firmas, esas que deseamos para nosotros mismos, pero también para nuestros agregados domésticos (léase hermanos y amigos) que tan inocentemente nos pidieron que nos acordáramos de ellos y nos condenaron a horas de consabidas colas para conseguirlas.
Las exposiciones más esperadas son siempre las de los premiados en la anterior edición. El pasado año el Saló otorgó el Gran Premio del Saló, en reconocimiento a toda su trayectoria profesional a Miguelanxo Prado; los Premios a la Mejor Obra 2006, al Mejor Dibujo y al Mejor Guión a Bardín el Superrealista, de Max, editado por La Cúpula; el Premio Josep Toutain al Autor Revelación 2006 a David Rubín y el Premio al Mejor Fanzine 2006 a Barsowia. De todos ellos se han realizado este año unas exposiciones memorables.
Si empecé por la de Max, Mundo Bardín, fue por su ubicación, tan alejada del resto, no tan accesible como las demás que siempre están en zonas de paso, y a la que pocas veces vuelves a no ser que lo hagas ex profeso. Aunque yo lo hice claro, no podía perderme las historietas sobre Bardín, este personaje que apareció por primera vez en 1997 en la revista NSLM (Nosotros somos los muertos) y que ha sabido crearse una cosmogonía propia. El año 2007 fue el año de Max. Gracias a su obra Hechos, dichos, ocurrencias y andanzas de Bardín el Superrrealista, una recopilación de la casi totalidad de su obra, publicada en color por Ediciones La Cúpula, fue galardonado por el Saló, recibiendo por el mismo trabajo el Primer Premio Nacional del Cómic concedido por el Ministerio de Cultura.
Conocía su faceta de ilustrador más que la de dibujante de cómics, así que tras sumergirme en el sistema cosmogónico de las divinidades suprarreales y mientras la neurona de Bardín me observaba, no dejé de dar vueltas a aquellos paneles circulares en los que se disponían dos historias completas en blanco y negro sobre los “paraísos oníricos” en los que se mueve este filósofo de la vida y la muerte: “El ruido y la furia”, un título que sonaba a Shakespeare y a Faulkner, una historia en la que Bardín entra en su propio sueño para convertirse en un caballero que lucha contra todo aquello que le atemoriza, extralimitándose al final y huyendo al comprobar que se ha convertido en algo más que un héroe con armadura en liza contra los demonios.
La otra, la de “Bardín baila con la más fea”, esta “sensacional “danza macabra” dibujada por 78 autores de tebeos de todo el mundo mundial”, me pareció genial. La Muerte viene a buscar a Bardín y éste, al ver que ha llegado su hora, decide ganar tiempo pidiéndole un último deseo antes de partir: bailar con ella. Estuve tanto rato allí curioseando lo que hicieron los dibujantes participaron en esta obra colectiva publicada en el año 2000 (Toni Garcés, Lewis Trondheim, David B., Luis Durán, Émile Bravo, Manel Fontdevila, Mauro Entrialgo, Pere Joan, Alex Fito, Gabi Beltrán, José Luis Ágreda, Hunt Emerson, Sandra Uve...) y haciendo tantas fotos de las páginas expuestas que al final decidimos acercarnos al stand de les Illes Balears a por el nº 5 de la Colección Mediomuerto dirigida por Pere Joan y Max donde, casualidad, encontrarnos al autor que en ese momento estaba firmando en el espacio para firmas dispuesto junto a la exposición Historietes. El Còmic a les Illes Balears. Nos pusimos en la cola y no sólo conseguimos dos magníficas dedicatorias, sino dos chapitas con alfiler la mar de chulas.
Y si el 2007 fue el año de Max también lo fue el de la Banda Deseñada Galega. A la de Teteras y Dragones: un paseo por el mundo de David Rubín te la encontrabas enfrente en cuanto traspasabas la puerta de entrada al Saló. El montaje pretendía ser la plasmación de la tetería de Sigfrido: Una pequeña casita con chimenea humeante y un espacio intimista en cuyos pasillos interiores en semioscuridad encontrábamos el ambiente apropiado para emocionarnos con las páginas de las intimistas y conmovedoras historias que Rubín nos cuenta en El circo del desaliento y La tetería del oso malayo, publicadas por Astiberri.
Como una imagen vale más que mil palabras (y más aún si éstas van acompañadas de la voz de su creador), qué mejor que ver la visita guiada realizada por el propio autor para Entrecomics y que podréis disfrutar (si no lo habéis hecho ya) pinchando aquí.
Justo en las paredes exteriores de la tetería, en su parte trasera, se nos ofrecía otro fruto del buen hacer gallego: Barsowia. La recopilación por parte de la Editorial Dolmen de los números semestrales publicados hasta ese momento del fanzine del Colectivo Polaqia, Barsowia en llamas, consiguió el Premio del Saló al Mejor Fanzine en la pasada edición y el Premio del Público en el año 2006.
La exposición es una muestra de páginas originales de miembros del colectivo aparecidas en los once números ya publicados de este famoso fanzine, con las historias de Hugo Covelo Moreira (“Humberto Gafapasta”), de Sergio Covelo Moreira (“Suma sen par” o “Un dia perfecto”), de Emma Ríos (“Entre os ollos”), de Brais Rodríguez (“A fantasma de Breixo” o “O home que vendeu o mundo”), de Bernal Prieto (“Bananas”), de Diego Blanco (“Corps in love”), de Álvaro López (“Habitacion 13. Cap. 3”), de Roque Romero (“Arquitectura ninfular”), de David Rubín (“O home cos calzoncillos por enriba dos pantalóns”), de José Domingo (“Ding-dong”) o los guiones de Kike Benlloch y los dibujos de Diego Blanco (“Os versos novos do emperador”) y de José Domingo (“O ladrón de choiva”).
Todas eran fantásticas. Sin embargo, aquélla a la que recurría una y otra vez, buscando el descanso del guerrero, era la de Miguelanxo Prado.
Era una mirada a su trayectoria profesional en el mundo de la animación. Tres paneles de diferentes colores unidos por una cinta de celuloide reunían, por una parte, bocetos y dibujos en blanco y negro y color de los personajes creados por Prado para la televisión: Xabarín, el jabalí protagonista del programa infantil de la TVG (con una pantalla en la que podía visionarse uno de ellos), los personajes de la serie Os vixilantes do Camiño y los de la serie Men in Black, producida por Steven Spielberg, en su etapa como creador de personajes y director de estilo dentro de DreamWorks, mientras que por otra se nos mostraba su último trabajo y con mucho el más espectacular: De profundis.
De hecho, la parte del panel dedicada a este largometraje de animación (en el que la cinta recorría las paredes de un sugerente color turquesa) recogía bocetos, guiones, dibujos previos y fotogramas, desde el trozo del mantel de papel en el que Prado dibujó al ahogado con la ballena, el primer dibujo con el que surgiría la idea de la película, hasta la pantalla en la que se reproducían de manera continua el making of y el trailer (que podéis disfrutar pinchando aquí), mientras escuchabas la envolvente música de Nani García, interpretada por la Orquesta Sinfónica de Galicia, y las voces de Ainhoa Arteta y Carmen Rey en “Soños de auga”, que te permitían abstraerte y adentrarte en un mundo de sensaciones que te alejaba, sin apenas percibirlo, del rumor de fondo de las voces del Saló.
La música jugaba un papel fundamental, era algo más que una banda sonora acompañando unas imágenes realmente sorprendentes, protagonizadas por melancólicos personajes que nos permitieron acompañarles en su poético viaje a las profundidades del Mar, rodeados de medusas, estrellas de mar y peces de mil colores.
Toda una experiencia llena de emociones que tardará en repetirse. Aproximadamente un año, de hecho.
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