Batman: La Broma Asesina es de esas pocas historias que aguantan mejor el paso del tiempo en todos los sentidos posibles. Es una las obras de siempre que ha permanecido más fresca en mi memoria durante estas más de dos décadas (sobre todo nunca he podido olvidar el inmejorable chiste que Moore puso en boca de el Joker hacia el final de la obra), de la que más cosas recuerdo aunque a veces me cuesta recomponer todo ese fresco en el rompecabezas que se sitúa en mi cabezota. Por otra parte, es una historia que mantiene aún su frescura, que para nada se nota, como ya he dicho (¿no?) el paso del tiempo, que parece que fue ayer cuando se publicó y donde los autores crearon una historia de Batman y el Joker que podríamos considerarla atemporal por el magnífico guión de Alan Moore (aunque él insista que no es una de sus mejores historias) conformado en esa magnífica década de los 80 con el desembarco británico (recordemos que esta obra está a caballo de esa maravilla del noveno arte que ya había visto la luz que era el Watchmen del mismo Alan Moore y por entonces estaba empezando a dar sus primeros pasos otra maravilla de la literatura gráfica como es The Sandman de Neil Gaiman).
La historia desarrolla, una vez más, un tour de force, un tête à tête, entre Batman y otro de sus más encarnizados enemigos, en esta ocasión el que podríamos considerar su mayor pesadilla, su némesis, y éste no es otro que el Joker. Ha huido de Arkham utilizando otra de sus artimañas y su intención una vez fuera del manicomio-prisión es comprar una nueva base de operaciones, una destartalada y abandonada feria de atracciones, donde un tercer personaje en discordia, el Comisario Gordon, será su nueva atracción de feria particular para poder atraer a su público especial que muerda el anzuelo. Ahí comienza un relato en dos partes: una en donde se nos cuenta, a base de flashbacks, los orígenes del Joker antes del accidente que lo convirtió en el demente asesino que todos conocemos; y otra donde se dirime el enfrentamiento, en un nuevo asalto, entre éste y Batman, ¿una lucha por enésima vez entre dos seres inseparables, el contrapeso, que no pueden vivir el uno sin el otro para saber quién es quién y cuál es su lugar en la sociedad, o un duelo a muerte entre dos seres productos de una sociedad corrompida destinados a encontrarse y enfrentarse sin poder evitarlo?...
Alan Moore está como siempre magnífico, en plena “facultades mentales” (que ya es decir, je!) de creación comiquera, aportando a la industria y la cultura del cómic lo que pocos autores han podido conseguir: engarzar una serie de historias de todo tipo de géneros que en la década de los 80 y 90, junto a otros guionistas, fundamentalmente británicos, dieron un soplo de aire puro y renovado, con unas historias que iban enfocadas a un público más maduro y adulto (incluso dentro del género de los superhéroes), más reflexivo y capaz de tener ese plus de elucubración para poder ver más allá de la capa superficial que estos autores querían imprimir a la historia en cuestión (aunque ya la primera capa era toda una revolución dentro de la forma de mostrarnos las historias). Y, con Batman: la Broma Asesina, por mucho que creamos que es un cómic de un tío con pijama, un superhéroe al uso, un icono que lo ha sido todo en este mundillo de los superhéroes, es algo más si sabemos sacar el jugo que inteligentemente Moore intenta exprimir en esta historia: la propia condición humana, hasta donde podemos llegar nosotros si se nos exprime hasta la saciedad, el formar parte todos de una sociedad que en determinados momentos de la historia (más de los que debiera) está enferma como colectividad y capaz de enloquecer en momentos puntuales al ser individual más cuerdo.
Moore nos plantea una lucha de titanes, una lucha entre el bien y el mal, entre el raciocinio y la locura, pero... ¿siempre se sabe en qué lado de la línea se está en cada momento, de ser capaces de saber discernir si somos diferentes de los demás o, en el fondo, somos más parecidos que lo que realmente tenemos intención y estamos preparados y dispuestos a reconocer?
Moore nos plantea una lucha de titanes, una lucha entre el bien y el mal, entre el raciocinio y la locura, pero... ¿siempre se sabe en qué lado de la línea se está en cada momento, de ser capaces de saber discernir si somos diferentes de los demás o, en el fondo, somos más parecidos que lo que realmente tenemos intención y estamos preparados y dispuestos a reconocer?
Moore es por todos conocido como un meticuloso, hasta el extremo más insospechado, a la hora de preparar los guiones para sus dibujantes. Los detalla milimétricamente hasta la exasperación. Guiones que tienen capas y más capas donde mirar, donde el detalle de cada viñeta nos invita a reflexionar sobre el contenido total de cada una de ellas, donde cada objeto, cada lugar, cada persona muchas veces no está colocada de esa o de otra manera por puro azar, sino mostrándonos que todo forma parte de un juego, de una partida de cartas, donde conseguir el repoker que te permitirá salir vencedor de la partida que está en juego, muchas veces apostándose fuerte y jugándose incluso la vida en un juego que tiene de todo menos de eso, de “juego”. Escenas que se mimetizan, que se repiten las unas a las otras, mismas representaciones, mismo enfoques para distintas situaciones, todo formando parte de una cadena, de un hilo conductor, que nos demuestra que todos formamos muchas veces del mismo circo queramos o no, es igual que sea viviendo el presente o recordándonos el pasado, porque el futuro será posiblemente una repetición de multiples variables que se repiten cíclicamente como seres “racionales” o “irracionales” que podemos llegar a ser en muchas momentos de nuestra vida.
Recreándonos ya en el apartado gráfico, Bolland es de esos dibujantes perfeccionistas, realistas y detallistas hasta extremos imprevisibles pero sin llegar a ser hiperrealistas en ningún momento. Esa manera de dibujar hace que sus obras se relanticen, y se demore más de la cuenta respecto a otros colegas de profesión. Con The Killing Joke le sucedió algo parecido y fue una obra que tardó en publicarse, un par de años después a la fecha prevista. Me encanta ver cada una de las viñetas, esa capacidad de dibujar anatomías perfectamente proporcionadas, con una narrativa cuidada hasta el mínimo detalle, y consiguiendo plasmar lo que Moore quería que se viese, con esa correlación de viñetas y de situaciones que anteriormente hemos citado. En resumen, un verdadero placer visual para los ojos, una verdadera delicatessen, que consigue que obras como ésta nos atrevamos a calificarlas como arte, como noveno arte.
Llega el perfeccionismo a tal extremo Bolland que, aprovechando la nueva edición que se ha publicado en los USA recientemente conmemorando el 20 aniversario de la publicación de esta historia, él mismo ha decidido retocar, remasterizar, algunas viñetas de las que no había quedado del todo contento y que el paso del tiempo le han confirmado que las debía de modificar, y, sobretodo, se ha encargado de recolorear él mismo estas 46 páginas (recordemos que el colorista original era John Higgins) ya que no estaba tampoco contento con las tonalidades empleadas desde un primer momento, insistiendo ahora en la escala de grises y en tonalidades más oscuras para las viñetas, eliminando esos colores, a veces tan chillones e histriónicos, con los que nos obsequió hace 20 años Higgins, adaptándolo con las nuevas tonalidades a los tiempos que corren, donde esa escala de grises y colores más fríos y apagados inunda todo tipo de representación estética, tanto bidimensional o tridimensional, hoy en día.
Habrá, por tanto, que echar un nuevo vistazo a esta obra ahora que la Editorial Planeta DeAgostini ha decidido reeditarla en tamaño absolute coincidiendo con la celebración del 27è Saló del Còmic de Barcelona... ésta será la tercera vez que esta obra será editada en nuestro país (hubo otra previa publicada por Norma Editorial en igual tamaño que la original), lo que me ha dado pie y me ha estimulado para realizar este post que, si habéis tenido paciencia después de este rollo que os he soltado, acabáis de leer ahora mismo.
Por cierto, para añadir más sustancia a esta "degustación" de hoy, añadamos un “condimento”, y pasaros por el magnífico blog de La Caraviñeta del amigo Angux y leeros “la visita” realizada por nuestro TraZero de pro Giuseppe en la que nos habla de lo que significó para él esta magnífica historia mítica de Batman & Joker.
Un saludo cordial.
Por cierto, para añadir más sustancia a esta "degustación" de hoy, añadamos un “condimento”, y pasaros por el magnífico blog de La Caraviñeta del amigo Angux y leeros “la visita” realizada por nuestro TraZero de pro Giuseppe en la que nos habla de lo que significó para él esta magnífica historia mítica de Batman & Joker.
Un saludo cordial.
4 comentarios:
Ups, que es Bolland, no Gibbons... :(
Ups, ups... madre mía cómo se me ha ido la olla... si es que ya lo digo yo, estoy en una edad que ya chocheo y esto se nota... ¡¡¡Mil gracias Álvaro por el aviso!!! ;-)
Por la comparativa de imagenes entre la edicion de Zinco y la que supongo tendra la de Planeta, el cambio del color es importante. Pensaba que se trataba de unas pequeñas modificaciones para asi facilitar el paso por caja a los que ya tenemos (sea Spain o en USA)alguna de las ediciones anteriores.
Dos entradas bien coordinadas a fe mia.
Sí, eso parece... el cambio que propone Bolland con el nuevo recoloreado es radical en todas la páginas según lo que se ha podido ver por la red, aparte de algunas modificaciones en el dibujo... y si a esto le añadimos el mayor tamaño de la nueva edición (que seguro que beneficia el meticuloso dibujo de Bolland), puede que la compra de nuevo de esta obra no sea descabellada para muchos.
Y, sí, la coordinación ha sido perfecta... la hemos clavado ;-)
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