"Cómo evalúa un crítico algo que le ha acompañado, y que ha querido, desde hace tanto que ha perdido la cuenta del tiempo transcurrido? Éste es el problema al que se enfrenta en la presente ocasión quien escribe estas líneas. Porque ha sido fiel a la pandilla de los Peanuts, los Charlie Brown (Carlitos), Snoopy, Linus, Sally, Lucy, Schroeder, Peppermint Patty o Woodstock, el pajarillo de erráticos vuelos, desde hace tantos años que no puede recordar cuántos.
Antes de pasar a formar parte de la legión de seguidores de la pandilla Peanuts, había seguido a otros cómics legendarios, leyendo con avidez las aventuras del Capitán Trueno y del Hombre Enmascarado, los episodios de Hazañas Bélicas y también las historias de Disney (mis preferidos fueron siempre el pato Donald y el Tío Gilito), sin olvidar los que protagonizaban aquel ya casi prehistórico TBO, pero el grupo de Carlitos y Snoopy siempre tuvo para mí algo que ninguno de todos esos poseía: humanidad, una compleja y con frecuencia atormentada humanidad. Y además condensada en cuatro o cinco viñetas, no como las elaboradas historias de Tintín o de Astérix. Se trataba de un grupo de niños y de un perro, sí, pero ¡Dios mío, cuántos problemas y complejos sufrían!"
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Antes de pasar a formar parte de la legión de seguidores de la pandilla Peanuts, había seguido a otros cómics legendarios, leyendo con avidez las aventuras del Capitán Trueno y del Hombre Enmascarado, los episodios de Hazañas Bélicas y también las historias de Disney (mis preferidos fueron siempre el pato Donald y el Tío Gilito), sin olvidar los que protagonizaban aquel ya casi prehistórico TBO, pero el grupo de Carlitos y Snoopy siempre tuvo para mí algo que ninguno de todos esos poseía: humanidad, una compleja y con frecuencia atormentada humanidad. Y además condensada en cuatro o cinco viñetas, no como las elaboradas historias de Tintín o de Astérix. Se trataba de un grupo de niños y de un perro, sí, pero ¡Dios mío, cuántos problemas y complejos sufrían!"
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"Yoshihiro Tatsumi (Osaka, 1935) nos cita en Saboru, un local a medio camino entre una cripta y un bar de estética polinesia que sigue siendo la guarida por excelencia de las criaturas que pululan por Jimbôcho, el barrio tokiota donde se asienta buena parte de la industria editorial de Japón. Aquí conocen bien a sensei (maestro) Tatsumi. Él es el padre del manga gekiga, aquel que apeló por primera vez a un público adulto en Japón. Mientras el tebeo occidental empezó a reconocer la madurez del medio, Tatsumi y los integrantes del taller Gekiga, entre los que se contaban autores hoy reconocidos como Takao Saito (Golgo 13), emprendieron en Japón su propia cruzada a finales de los cincuenta. No apostaron por transgredir la moral burguesa sino que intentaron emplear los circuitos convencionales para brindarle al lector recursos narrativos más sofisticados, temáticas y géneros más adultos -como el suspense o el drama- alejados del cómic de aventuras infantil tan popular en la época. El seinen, como se llama hoy al manga dirigido a lectores mayores de 20 años, no sería lo mismo si Tatsumi y sus colegas no hubieran empezado a rasgar el encorsetamiento al que las editoriales niponas tenían sometido al tebeo".
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Un saludo cordial.
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