Con este nuevo título que nos ofrece Diábolo Ediciones del jovencísimo autor galo Bastien Vivès, éste nos obsequia con una nueva lección narrativa que nos muestra la gran fuerza que tienen las imágenes por sí mismas, si están bien narradas y secuencializadas, con respecto a las palabras, relegando a éstas a un segundo o tercer plano (o, cuando no, éstas ni existen, o se intuyen, o se imaginan…), metodología a la hora de tratar la historia narrada que ya vimos en una anterior obra del autor, merecedora del premio Essentiel Revelation en el Festival de la Bande Dessinée de Angoulême del 2009, El gusto del cloro, una historia de relaciones donde los únicos y casi exclusivos protagonistas son una joven pareja, como sucede en la obra que nos reúne hoy aquí, En mis ojos, estando en esta ocasión una parte de la pareja realmente oculta “detrás de la cámara” como si fuera el verdadero objetivo a través del cual hacemos nuestra esta historia.
Si en El gusto del cloro la narración transcurre en una piscina casi exclusivamente, de encuentros y desencuentros ente dos jóvenes, de conocerse y llegar a intimar en un sentido o en otro… En mis ojos nuestra pelirroja protagonista, de la cual desconocemos su nombre, nos lleva por un tour personal de emociones y sentimientos cuando alguien desconocido aparece de repente en su vida, poco a poco va penetrando en ella, hasta hacerse algo necesario que siempre esté allí, para comenzar lo que a buen seguro podría ser una futura relación de pareja... vemos las mismas reacciones, intuimos los mismos mecanismos a la hora de hacer suya una persona y luchar por un sentimiento que nace en uno, pero en esta ocasión es ella la que focaliza casi en exclusiva y lleva el peso principal del paso a paso, del camino que enseguida intuimos emprendido en un prinicipio por él...
Desconocemos en todo momento quién es él, tampoco sabemos cual en su nombre, es más, ignoramos como es físicamente, porque en todo momento se mantiene “detrás del objetivo”, como si del narrador se tratara, el que nos la ofrece a nosotros como lectores al mismo tiempo que forma parte de la historia haciéndola suya, pero al mismo tiempo como si fueramos nosotros mismos los protagonistas, "el protagonista", y es a través de sus ojos, sin palabras que dificulten la visualización de la escena, que la conocemos, nos hacemos una idea de cómo es ella, por sus expresiones, por su mirada, por su diálogo, pausado y directo, nada forzado, natural, como debe ser siempre en el momento que alguien conoce a una persona, imaginándonos al mismo tiempo nosotros mismos como actuaríamos o reaccionaríamos ante una situación similar.
La historia está narrada a través de pequeños pasos, pequeñas secuencias, las que para el autor resultan las más significativas y representativas para situarnos rapidamente en el nudo de la historia... pequeños retazos de la vida íntima y privada de una persona donde llegamos a conocerla y hacernos una idea bien a las claras de la personalidad concreta de la misma... una chica alegre, pasional, extrovertida, sensual, apasionada... pero al mismo tiempo insegura, tímida, sentimental... toda una serie de aspectos y características que vamos absorviendo poco a poco como lectores para conocerla, identificarnos con ella, siempre usando unas ambientaciones y contextos apropiados y ajustados para hacer creíble una historia que podría ser una más de las que suceden diariamente a nuestro alrededor.
Con un uso justo y correcto de las ceras, Vivès nos sabe transmitir el calor del encuentro, del flirteo y de la relación con el uso de de colores fríos y cálidos a la vez, predominando las tonalidades rojas y anaranjadas que son los colores característicos e identificativos de nuestra protagonista, usando magistralmente el grueso del trazo cuando la ambientación nocturna o interior lo requiere.
También el diálogo que nos ofrece nuestra protagonista es directo y siempre sin seguir una linealidad aparente, siendo el lector el que se encarga de rellenar los huecos que faltan del otro emisor/receptor para hacerse una idea de hacia dónde se encamina la historia que el autor nos quiere ofrecer… incluso utilizando el recurso de desdibujar las propias palabras de los personajes secundarios cuando éstas no tienen ninguna importancia para el espectador/protagonista oculto, haciéndonos ver que lo importante para él es ella realmente y lo demás puede formar parte de un contexto informe y embarullado, ayudándose entonces por un dibujo emborronado como si diluyéndose estuviera sin tener sentido ni forma, que más que confundir nos aclara la situación concreta buscada y representada por el autor.
Otro alarde de Vivès es su capacidad de ofrecernos otra manera diferente de enfrentarse a una historia de cariz intimista que, aunque con muchas similitudes a la otra anteriormente citada, difiere en ella a la hora de presentarnos el envoltorio de la misma, narrándonos una historia que se alarga en el tiempo a través de precisas situaciones concretas, que son las imprescindibles para explicarnos el inicio, el nudo y el desenlace de esta historia de a dos. Es contarnos lo mismo pero de otra forma, usando otros recursos, mesurando perfectamente los tempos narrativos y haciendo realmente partícipe de la misma historia al propio lector.
Totalmente recomendable para todo lector que quiera continuar siguiendo la trayectoria en el noveno arte de este jovencísimo autor francés, o para cualquiera que aún no lo haya descubierto. Y para hacerse una idea estos últimos de la obra publicada ya en nuestro país en un corto espacio de tiempo gracias a Diábolo Ediciones, podéis leer sendas reseñas que escribí en su momento sobre El gusto del cloro y Por el Imperio.
Un saludo cordial.
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